En pintura, lo "orgánico" se
refiere al predominio de la línea curva, a formas abiertas y contornos
irregulares, como en la naturaleza. Lo
contrario es lo “geométrico”, la línea, el punto, la forma cerrada. La simetría
y el orden, en suma. La “plasticidad” es la capacidad expresiva de una obra y
guarda relación con sus efectos sensoriales. En cambio, la “rigidez” o “hieratismo” es un
problema para una pintura (o escultura), la pura muerte, porque interrumpe el
flujo de emociones. Mis lecturas de estética quedan ya muy lejos, pero considero
que la obra literaria puede encajarse en estos dos estándares utilizados en las
artes plásticas. Leyendo consejos para escribir novelas o relatos sin
embarrarse o que se rían de uno, suelo observar el predominio de lo geométrico
sobre lo orgánico, de lo rígido sobre lo plástico. El resultado desemboca en un
artefacto que apenas genera emociones profundas. Es igual que el galvanismo, que inducía
corrientes eléctricas en seres muertos para provocar la ilusión de vida. O el
típico respingo al que recurren las malas películas de terror. Pero con De
noche, bajo el puente de piedra, he asistido a un despliegue de
autenticidad. Una planta trepadora que ha ido floreciendo mientras leía, un
libro singular que es plástico, por su riqueza expresiva y es orgánico por su
viveza, conjunción de elementos y capacidad de transformación.
Leo Perutz
nació en Praga en 1882. Judío de origen sefardí, su apellido deriva de Pérez y
la patria de sus antepasados fue Toledo. De Toledo a Praga, dos ciudades con
mucho en común, ya que en ellas impera la magia y el misterio desde sus
cimientos. Toledo fue corte imperial, desde el reconstruido Alcázar y en Praga,
señoreada por su castillo, buscaba la piedra filosofal Rodolfo II, nieto de
Carlos V o sobrino de Felipe II si se quiere, Habsburgo excéntrico, en suma. Rodolfo II (1552-1612) es uno de los personajes
principales de De noche, bajo el puente
de piedra. Su contrapunto es el judío Mordejai
Meisl, alguien con la mala suerte de ser perseguido por el dinero. Por
mucho que se empeñe en perderlo, se le multiplica en los bolsillos. El libro
está compuesto por una serie de historias independientes. Expuestas sin orden
cronológico, al principio uno se cree frente a un libro de relatos con
coherencia argumental y temporal. Pero haciendo valer ese organicismo al que me
refería antes, conforme transcurre la lectura sus personajes e historias se van interconectando, creando
vectores y al acabar uno duda y quizá es mejor calificar el artefacto de
novela. Una novela que es como un gran jardín botánico, como un cuadro de Arcimboldo,
pintor que inmortalizó precisamente a Rodolfo II valiéndose de hortalizas. Todo
florece, estalla, se imbrica y se retuerce en este vergel. Lo que parece real
se transforma en fantástico. Lo histórico, en legendario y fabuloso. El tono
moralizante, en simpática ironía, humor y sarcasmo. Un libro vivaz, cambiante,
como la atmósfera en otoño.
Rodolfo II, según Arcimboldo (Foto: Wikipedia) |
El
narrador cuenta desde el presente y dice ser estudiante de medicina, pariente lejano del rico Meisl. Desgrana las historias de la Praga de finales del s. XVI, del barrio judío y la corte de Rodolfo II, en la antesala de lo
que sería la primera guerra europea, devastadora y ya olvidada, aunque duró
nada menos que treinta años. Pero de momento tenemos un emperador atormentado, que vive entre tinieblas, alquimias y fogonazos de
lucidez. Una historia de amor cuajada en una hermosa metáfora, que no desvelo. Tenemos esoterismo, alquimia y sentido del humor. El estilo narrativo se basa en el cuento de tradición oral, en la fábula y muchos
relatos están aderezados en su conclusión con giros argumentales y sorpresivos.
Algunos
apuntes, que no está el verano para hacer reseñas kilométricas: la novela
fascinó al puntilloso Borges. La
traducción, aplaudida por los que saben, es de Cristina García Ohlrich. Se escribió a lo largo de treinta años de
interrupciones nada anodinas: nazismo, exilio, llegada y huida de Israel. Fue publicada por El Aleph en 1988 y recuperada por Libros del Asteroide en 2016.
Solo
lamento haberlo leído a sorbos y dejando demasiado espacio, pensando que era un
libro de relatos, hasta que la familiaridad de temas, nombres y motivos, me
hizo verlo bajo otra perspectiva. No importa, siempre podré regresar a ese
tiempo perdido, donde los hombres aún creían en fantasmas y se sentaban al
fuego para escuchar historias.
Una de mis asignaturas en la Facultad era Teoría de la Estética, por casa tengo unos cuantos libros relacionados, así que me ha interesado, y gustado, mucho tu comienzo aludiendo a las formas, ya sea abiertas e irregulares (orgánicas), o simétricas y cerrradas (geométricas) que describes.
ResponderEliminarAsí que recuerdo bien mis apuntes sobre las Leyes de la Gestalt señalando el principio de Pregnancia o Buena Forma, aunque suene algo raro, y resumiendo mucho, señalan la tendencia del cerebro a eliminar el caos universal (esquivar la entropía) y su preferencia hacia las formas más simples, aquellas cerradas, o integradas, en suma que perciba más estables. Fue un tema que llevé a un antiguo blog, tal vez lo recupere algún día, es fascinante.
Me ha gustado como has aplicado todo eso a la literatura, arriesgar con lo inusual, desatando nuestras emociones profundas, o anclarse a lo estable, o seguro, estrechando el flujo de estas emociones.
No he leído a Leo Perutz, sus raíces me recuerdan al escritor Elias Canetti, Premio Nobel de 1981, igualmente judío sefardí, nacido en Bulgaria y cuya familia de apellido Cañete (de ahí Canetti) provenían de Cuenca.
Pues todo lo que cuentas de esta obra me parece sumamente atractivo, ese cuadro de Europa me resulta tentador.
Un abrazo, Gerardo.
Teoría de la Estética se da en Filosofía, ¿verdad? Yo estudié Historia de las Ideas Estéticas y Teoría del Arte en la Facultad, pero como son temas que no he vuelto a tocar los tengo bastante difuso. Lo inestable es arriesgado y resulta fácil despeñarse, así que entiendo los sabios consejos de los talleres de escritura. Pero a mí me cuesta horrores, es como si me pusieran grilletes.
EliminarEl libro te gustará, seguro. Alude a un tiempo pasado, mezcla lo mítico con lo histórico, lo real y lo esotérico. También a una forma de narrar en desuso.
Un abrazo.
Es de Filosofía, pero también era asignatura de libre elección en la Facultad de Ciencias de la Información (Complutense), al menos cuando yo estudiaba allí. Lo curioso es que más tarde acabé haciendo un curso en la Facultad de Filosofía… pero sin tener esta asignatura ;)
Eliminar¡Hola Gerardo! La Editorial Libros del Asteroide suele publicar muy buenos libros. Veo que este te ha gustado mucho. Soy de las que disfrutan con novelas que me generan emociones profundas (suelo huir bastante de esas que la gente describe como las de "pasar el rato", aunque a veces es verdad que alguna cae).
ResponderEliminarEsa mezcla de esoterismo, alquimia y sentido del humor me resulta muy atractiva.
Praga y Toledo, dos ciudades tan maravillosas, a cual más...
Curioso que fascinara a Borges y que él decidiera publicarlas en su Aleph (a eso te refieres ¿no? ¿a que lo publicó en su libro de cuentos?)
Un beso
Totalmente de acuerdo, Marian. Aunque el libro fue un regalo, un amigo invisible que hacemos en mi instituto y donde solo se pueden regalar libros. En cuanto al Aleph, es una editorial ya desaparecida o creo que la compró el grupo Planeta (que es lo mismo que desaparecer). Por eso Acantilado rescató la edición, con gran criterio.
EliminarUn abrazo.
Hombre, un libro del que se habla poco pero que me produjo mucho placer cuando lo leí. Tal vez motivado por mi estancia en Praga a principios de los 90 descubrí a Perutz y la lectura de ese libro dio luego paso a otros que estaban por entonces publicados en España: El marqués de Bolibar, El maestro del juicio final, El caballero sueco...Creo que hubo más publicaciones, pero para mí fue un hallazgo grato. Poco se ha hablado de este autor en las últimas décadas, pero es un gran narrador que te traslada a atmósferas o ámbitos en los que uno gusta recrearse, o simplemente habitar (la buena literatura sirve para habitar otros espacios y otros individuos) Siempre he aconsejado que tras ciertos viajes a otros países conviene leer algo de Literatura relacionada con el país visitado. Para mí es una manera de prolongar la estancia, de captar mejor lo que mis ojos apenas vislumbraron en el medio físico. Siempre recomiendo "Praga mágica", de Ripellino, no sé si hoy sigue en las librerías, pero es de lo mejor que uno puede leer para saber de las intrahisitorias de una ciudad o de un país. También a posteriori de mi viaje leí algo más a Jan Neruda (sus Cuentos de la Malá Strana son formidables), y no te cuento al valeroso soldado Schwejk, de Hasek. Todos ellos son ya clásicos. Pero hay un autor posterior, Bohumil Hrabal, cuya narrativa se desarrolla en el período post Segunda Guerra Mundial (o de totalitarismo) y es rompedor, diferente a los otros en cierto modo, pero con una personalidad brillante, un placer su lectura. En fin, disculpa me haya alargado, pero el tema sabroso que sacas a relucir me ha arrastrado.
ResponderEliminarSaludos y buen hacer y mejor leer.
Me parece un gran consejo, la literatura sirve para ahondar en el territorio. Aunque a veces lo somete a un espejo deformante. Te agradezco la lista de sugerencias, los grandes clásicos los he leído, me encantan los cuentos de Jan Neruda. De esa Praga mágica no tenía ni idea, buscaré, aunque supongo que andará en el mercado de segunda mano.
EliminarMe dejas intrigado respecto a Hrabal, otro más a la lista...
Saludos.
Mi favorito de Hrabal es: "Trenes rigurosamente vigilados", pero solo quiere decir eso, que e smi favorito, tal vez porque fue el primero que leí de él. Y porque hay una película checa titulada del mismo modo que es estupenda. No desmerece respecto a la novela, pero ya sabes, siempre leer primero un libro y luego ya se verá si una película basada en el mismo merece la pena.
EliminarGracias por la recomendación. Ayer leí precisamente "Mi gato Auticko" (por casualidad estaba en la biblio de mi ciudad) y me gustó, creo que conecto con la sensibilidad del autor. Otros caerán, sin duda.
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ResponderEliminarTu comienzo me ha fascinado: lo orgánico, lo geométrico, la rigidez, la plasticidad… Yo, al contrario que Paco y tú mismo por lo que veo, nunca he estudiado Teoría de la Estética. A lo más que he llegado es a Historia de Arte, pero nunca me explicaron conceptos tan interesantes.
Me atrae mucho el libro; me atrae Praga, que considero una de las ciudades más bellas que conozco, el mundo judío, los relatos que se convierten en novela… y Libros el Asteroide es una enorme garantía de calidad.
Un beso.
Ciertos conceptos son esenciales y ayudan a comprender (y valorar) la obra artística. Quizá a veces se cae en una descripción superficial o la mera enumeración, es un defecto de las humanidades. Praga es una ciudad fabulosa, aunque la conocí estando a cargo de un grupo de adolescentes, figúrate. Me queda pendiente un viaje más íntimo, difícil de lograr porque la ciudad es un destino turístico de primera magnitud y según me han dicho llega a ser agobiante. Los turistas somos una plaga, jaja.
EliminarSi llega a tus manos seguro que te gusta.
Un abrazo.
Es bonito cuando relacionas un arte con otra forma de manifestación del arte. A mí me gustan las pinturas pero admito que no sé nada, hoy he recibido un curso gratuito y breve gracias a esta reseña y lo agradezco mucho.
ResponderEliminarYo recuerdo haber leído El cementerio de Praga y tu reseña me lo ha recordado mucho, no sólo por la obvia mención de Praga, sino porque los personajes de Umberto Eco también incluían elementos como personajes judíos, las teorías de conspiración previas al estallido de la guerra y un humor raro pero pro lo mismo agradable. Recuerdo que lo disfruté mucho y este no tiene por qué ser diferente.
LO apunto en mi lista de pendientes.
P.D. La pintura de Arcimboldo me da ansiedad.
EliminarNo he leído El cementerio de Praga, otra que me anoto. El cuadro de Arcimboldo es extraño, como poco. En realidad representa a Rodolfo II como el dios etrusco de la abundancia, de ahí esa ensalada tan desconcertante.
EliminarSaludos.
Está bien que la novela le gustara a Borges, pero mejor es que te guste a ti. Confío más en tu criterio. No conocía a este autor: Leo Perutz. Tomo nota. No recuerdo ninguna lectura que se sitúe en Praga a finales del XVI, con las guerras de religión como trasfondo, aunque nada más escribir lo anterior me viene a la memoria una obra de teatro que leí hace años que se titula "El diablo y dios" de Sartre que va sobre el tema, aunque situado en ciudades alemanas. Puede que le eche un vistazo a Perutz. (Lo de Pérez es una buena forma de que no se me olvide). "Libros del asteroide" suelen publicar buenos títulos.
ResponderEliminarMe gusta la comparación que haces entre pintura y literatura. Tienen mucho en común. Aunque el hieratismo en la literatura creo que es letal, en la pintura no tiene por qué serlo. Y me viene a la mente el famoso Pantocrátor de San Clemente de Tahull. Tan hierático y a la vez tan expresivo. Debía de ser aterrador entrar en aquella pequeña iglesia en el medievo.
Un abrazo.
Bueno, te has pasado un poco Juan Carlos. Aunque es verdad que al ser un enano intelectual comparado con Borges mis recomendaciones lectoras son más accesibles, jaja.
EliminarEl hieratismo es malo cuando no se busca, ni forma parte del lenguaje de su época. Por ejemplo el cubismo, huye de lo orgánico con toda intención. Si algo me gusta de la Historia del Arte es todos esos vaivenes del gusto, lo único esencial es la necesidad expresiva del ser humano. Esperemos preservar eso, el tiempo que se pueda.
Un abrazo.
No es un libro que me hubiera llamado la atención a priori pero no me puedo resistir a las historias que van creciendo y redimensionándose a medida que se avanza en su lectura, más si a priori parecen independientes pero se descubre luego que forman parte del mismo tronco y beben de la misma raíz, pues la vida, al fin y al cabo, está hecha de historias que se dan la mano y se entrecruzan. Qué viva lo orgánico y lo plástico.
ResponderEliminarUn abrazo
Te sorprenderá. Nadie se resiste a un clásico. Echa uno de menos tiempos más espirituales y no tan materialistas, aunque todo pasado no siempre fue mejor.
EliminarUn abrazo veraniego.