Fotografía tomada de la revista cultural Sobredosis, comparando la portada de Sexto Piso y la original |
La canción de los vivos y los muertos (Sing, unburied, sing en el original) es
una novela de Jesmyn Ward (1977), ganadora del National Book Award y publicada en España por Sexto Piso. Llama la atención ver el nombre del traductor (Francisco
González López) en la portada, con letras mayúsculas y que se incluya una breve anotación biográfica suya en la solapa. Detalles así son los que distinguen a las editoriales independientes de las grandes marcas. Según he ido olfateando por la web, es una obra que ya goza de cierto consenso positivo entre lectores muy diversos, aunque apenas lleva unos meses en el mercado. Yo creo que se debe a que admite varios niveles de lectura: sirve como literatura de evasión, pero también puede uno darse una zambullida en busca de perlas enterradas. Desde luego, busques una cosa u otra, logrará atraparte en su tela de araña. El
primer párrafo ya viene con efecto de succión:
Me gusta creer que sé lo que es la muerte. Me gusta creer que es algo a lo que podría mirar de frente. Cuando Pa me dice que necesita mi ayuda y veo ese cuchillo negro deslizarse por el cinturón de sus pantalones, sigo a Pa fuera de la casa, intento mantener la espalda erguida, los hombros rectos como una percha, así camina Pa. Intento que parezca que para mí es algo normal y aburrido para que piense que he aprendido algo en estos trece años, para que Pa sepa que estoy listo, que puedo extraer lo que hay que extraer, separar las tripas del músculo, los órganos de las cavidades. Quiero que Pa sepa que puedo mancharme las manos de sangre. Hoy es mi cumpleaños.
Y
desde ahí, comienza una novela de ecos faulknerianos, el editor también compara
a Ward con Toni Morrison. Hay aroma sureño, esa literatura cerrada,
particular, que sin embargo atrae a lectores de contextos culturales muy diferentes. Se caracteriza por un realismo donde brota lo sobrenatural y también algo de mugre, al reflejar el envés podrido del
imperio, la disolución de una sociedad con heridas incurables.
Jesmyn Ward en una foto del NY Times (fuente: https://www.nytimes.com/2017/11/15/books/review/national-book-award-jesmyn-ward.html) |
El
libro alterna tres voces narrativas en primera persona, la de Jojo, un adolescente
mulato, su madre Leonie y el espectro de Richie, un joven negro que murió en el
penal de Parchman en Misisipi, donde también cumplió condena el abuelo de Jojo
y padre de Leonie, River. Como decía, lo sobrenatural está presente casi desde el principio,
las almas en pena permanecen atadas al mundo sensible por su sufrimiento y tanto
Jojo como Leonie pueden ver a los muertos y conversar con ellos.
La historia hunde sus raíces en el rencor y la tensión racial. El hermano de Leonie, Given, fue asesinado de manera absurda y la muchacha, cosas de la vida, acabó enamorándose del primo de su asesino. Este se llama Michael, es blanco y trabajaba como soldador en una plataforma petrolífera antes de acabar en la cárcel, en la misma penitenciaría donde estuvieron River y Richie. Su relación interracial, de la que han surgido dos hijos, no es aceptada por los padres de Michael, racistas arquetípicos, que ni siquiera conocen a sus nietos, Jojo y Kayla. Criados por los padres de Leonie, los niños sienten más apego hacia sus abuelos negros, tanto que se refieren a sus progenitores por el nombre de pila, algo que debe doler lo suyo como padre, aventuro que incluso más como madre. Michael y Leonie simbolizan el fracaso de la típica familia norteamericana.
La historia hunde sus raíces en el rencor y la tensión racial. El hermano de Leonie, Given, fue asesinado de manera absurda y la muchacha, cosas de la vida, acabó enamorándose del primo de su asesino. Este se llama Michael, es blanco y trabajaba como soldador en una plataforma petrolífera antes de acabar en la cárcel, en la misma penitenciaría donde estuvieron River y Richie. Su relación interracial, de la que han surgido dos hijos, no es aceptada por los padres de Michael, racistas arquetípicos, que ni siquiera conocen a sus nietos, Jojo y Kayla. Criados por los padres de Leonie, los niños sienten más apego hacia sus abuelos negros, tanto que se refieren a sus progenitores por el nombre de pila, algo que debe doler lo suyo como padre, aventuro que incluso más como madre. Michael y Leonie simbolizan el fracaso de la típica familia norteamericana.
Cuando Michael sale de la cárcel, Leonie decide llevarse a sus hijos a
Parchman. La historia adquiere entonces
tintes de novela de carretera, hasta que el espectro de Richie reconoce al
nieto de River y se instala en su coche para regresar con él, porque cree
que solo su antiguo amigo de presidio puede llevarlo a casa, al mundo de los espíritus
que por alguna razón, a pesar de llevar cincuenta años muerto, nunca llegó a
alcanzar. Esta
incógnita, ¿qué pasó con Richie?, sostiene los capítulos siguientes y se
desvela al final.
Imagen de la penitenciaría de Parchman, Misisipi (fuente: https://www.pbs.org) |
Para
mí, lo más conmovedor ha sido la extraña empatía que me ha despertado Leonie.
No es que el sufrimiento de los dos jóvenes, Jojo y Richie, especialmente este
último por su trágico final, no me
hayan llegado hondo (¡cómo duele, aunque sea ficción que unos padres no quieran
a sus hijos!), pero lo de Leonie me intriga, ¿qué tendrá que ver conmigo una
joven negra, acomplejada, adicta, aferrada a un amor maldito, incapaz de
gestionar toda la herencia racial y mágica que su madre enferma de cáncer ha
tratado de transmitirle? No tengo ni idea, pero me inspira ternura —no lástima—
y siento sus dilemas como si fueran míos. Jesmyn Ward lo consigue y puede que
la autora haya puesto en Leonie algo especial, por ser mujer y no ser perfecta,
por ser conmovedoramente imperfecta.
El
final de La canción de los vivos y los
muertos es un despliegue de apariciones, muertos y muerte, me ha convencido
menos que el resto de la novela, pero no aminora su impacto. Una buena lectura para
dejarse mecer por el viento tórrido del sur y su pasado segregacionista, unos
muertos que nunca dejan de seguir el paso de los vivos.