Ya
van dos añitos desde que empecé con el blog. Los
antiguos egipcios creían que después de la muerte su espíritu se las tendría
que ver con el tribunal de Osiris. Hasta allí era conducido por
Anubis, el de la cabeza como el perrito procurador que antes se ponía en la
bandeja trasera del coche, hablo de modelos tipo Seat 124 y así, no las
pijerías crossover de ahora. Pues
eso, que el espíritu era llevado a la presencia de Osiris y sometido a un
cuestionario personal. Por si se le ocurría mentir, se colocaba su corazón en
una balanza y el dios Tot iba tomando nota de cada respuesta. Si mentía, la
balanza se desequilibraba y el Ammit, un bicho con cabeza cocodrilo, piernas de
hipopótamo y cuerpo de león lo engullía sin pan ni sal y se acabó lo que se
daba, ni inmortalidad ni vida ultraterrenal. Perdón si hay algún egiptólogo por los
detalles que me he saltado o he escrito mal. Esta introducción viene porque
después de dos años, no era mala idea someter mi corazón bloguero a similar
interrogatorio. No tengo ningún monstruo a mano, salvo los de las noticias, ya
sabéis: pirómanos, fanáticos religiosos, etc. Pero si las ventajas de vivir
algunas horas a la semana en la blogosfera no pesaran más que los
inconvenientes, me temo que perdería el juicio y Osiris me mandaría con mis
lecturas y demás a cualquier rastrojo. Y es que después de dos años, he
acumulado buenos argumentos a favor y algunos —pocos—en contra.
Empecemos
con lo malo. La falta de tiempo. Literalmente, hay semanas
que estoy desbordado. Tengo dos niños pequeños, ya lo sabéis, aparte del trabajo. En este rato que
escribo el post el chiquitín ha quitado el tapón de la piscina y ha empantanado
el patio. Mi mujer está que trina, así que después de este párrafo vendrá una
pausa.
¿Tantas y tan buenas sugerencias lectoras no os provocan ansiedad? Este síndrome, el del bloguero literario, es conocido por los médicos. El bolsillo también se ve afectado y eso que, por la experiencia de la crisis, que ha triturado a mi familia, me he transformado en un superviviente. Bibliotecas, mercadillos, son mi hábitat.
Como conclusión, hay temporadas en las cuales me saturo y apenas logro publicar un post cada tres semanas. También mi seguimiento de otros blogs se resiente. La sensación de escribir y no saber si te leen y las puñeteras estadísticas de blogger, con sus ficticios internautas rusos, son otros síntomas habituales. Así que vamos con lo bueno.
¿Tantas y tan buenas sugerencias lectoras no os provocan ansiedad? Este síndrome, el del bloguero literario, es conocido por los médicos. El bolsillo también se ve afectado y eso que, por la experiencia de la crisis, que ha triturado a mi familia, me he transformado en un superviviente. Bibliotecas, mercadillos, son mi hábitat.
Como conclusión, hay temporadas en las cuales me saturo y apenas logro publicar un post cada tres semanas. También mi seguimiento de otros blogs se resiente. La sensación de escribir y no saber si te leen y las puñeteras estadísticas de blogger, con sus ficticios internautas rusos, son otros síntomas habituales. Así que vamos con lo bueno.
Lo
primero es haber conocido a gente con la que comparto afición lectora y
escritora. Después de un tiempo me resultan extrañamente familiares, a pesar de
no conocerlas en persona (con una excepción), incluso de algunos sin saber
siquiera su nombre real (aquí juegan con ventaja porque ellos si conocen el
mío, tengo tan poca sal que ni se me ocurrió un alias). De esta relación nace un
sentimiento de aprecio y respeto. De cierta amistad, en suma. Y aunque es extraño,
para mí, que soy sensible y poco habilidoso socialmente, resulta conmovedor. Me
ha pasado ya dos veces, perder el contacto con algún bloguero, por razones
desconocidas y sentir desazón, hacerme preguntas del tipo, ¿por qué se habrá
esfumado así? ¿Estará enfermo? ¿Se habrá hartado? ¿Lo acosaba algún
troll y se ha visto obligado a echar el cierre? Por favor, si deciden
cortarse la coleta, despídanse.
He
crecido como lector, no hay duda. Ya no es cuestión solo de cantidad, que sí,
luce mucho decir que he doblado e incluso triplicado el número de lecturas
desde que tengo el blog. Es que hay autores y títulos a los que nunca me habría
acercado por mí mismo. De estas lecturas saco bastante provecho, por cuanto
puedo contrastar opiniones, recibir comentarios, investigar para escribir una reseña, pensar en lo que leo e incluso, atreverme con monográficos. ¿Cómo si no habría podido afrontar una relectura de
El Quijote?
Mis
reseñas creo que han ido mejorando. Aunque enseguida cualquier lector verá que
no soy un especialista y que resbalo en ciertos temas, al menos espero que si pueda identificar el apasionamiento. Cuando leo tengo la sensación de que efectivamente estoy
viviendo una experiencia, igualable a muchas reales (mejores) que he tenido. La
literatura me ha enseñado tanto sobre las personas como la experiencia. Por citar un ejemplo, la
semana pasada resonaba en mi cabeza La
muerte de Ivan Ilich, precisamente en contexto similar y su recuerdo me
ayudó a encauzar mis sentimientos.
Y en
cuanto a esta faceta de aficionado a la escritura recuperada en los últimos años, también se ha visto beneficiada, porque se aprende leyendo y escribiendo con sentido crítico.
Llegado a este punto viene mi humilde obsequio a los amigos que frecuentan la
llanura. Hace un par de meses quedé segundo en el VII Certamen Internacional de
Novela Corta Giralda, que organiza la asociación Itimad de Sevilla. Es algo
amateur, que nadie se asuste. No voy a contribuir al saturado mercado editorial
de momento. Pero el caso es que me enviaron una caja de libros y mi idea es
regalárselos a quién lo demande, teniendo preferencia los seguidores del blog. Está el primer premio, el mío y el premio
local en un único volumen. Mi novelita (apenas 70 páginas) no es nada del otro
mundo. Releyéndola, ya editada, le he visto las costuras (es lo que tiene ser más lector que escritor). Pero en fin, igual
que cuando uno va a la audición del conservatorio de su hijo y no le exige que
sea Beethoven, pues espero que seáis comprensivos conmigo. Es un regalo que me
hace mucha ilusión repartir aquí. Quién esté interesado tan solo tiene que
enviarme una dirección de envío en el formulario de la derecha, garantizo la protección
de datos. Sin coste alguno tendrás un ejemplar en casa en pocos días y si quieres, aunque
esto me cuesta horrores, te lo dedico. Si por casualidad se acaban los
ejemplares físicos te lo puedo enviar por email en PDF o EPUB. Y nada, solo me
queda despedirme con un fragmento de Domicilio
desconocido, ya veis que no me quemé los sesos con el título (soy un
comercial nefasto, lo sé). Espero que sigamos por la llanura al menos dos años
más.
Necesitaba apagar el recuerdo de la voz
de Nieves, que se había enquistado en mi cabeza y los pensamientos obsesivos
que me zarandeaban. Esquivando a los conocidos, caminando furiosamente, me
sorprendí un par de veces deletreando su nombre: N-i-e-v-e-s, casi un suspiro,
casi una bala saliendo de mi garganta…