Mediado
septiembre, cuando la uva estaba madura, la ciudad en la que vivo salía de su
letargo. Habían acabado las fiestas y los niños regresaban a su rutina
cuartelera. Las noches y las mañanas eran frescas, no así el puro día, que
seguía prendido del sol canicular. Riadas de andaluces llenaban la plaza en
busca de amo y luego se desparramaban por las casa de labor. Un olor punzante,
agridulce (el del mosto), copaba el aire. Esto ha cambiado en los últimos años,
nuevas variedades de uva han dilatado el tiempo de vendimia y la mecanización de la recolección que permite el emparrado ha
mermado las cuadrillas de trabajadores. Jornaleros estos, la mayoría, venidos
de otros países. Sigue siendo, no obstante, una etapa que anuncia la melancolía
del otoño, sobre todo después, cuando las cepas se quedan con la hoja
amarilleando y apenas alguna escurrida y escuálida gaucha que se libró de la
navaja. Sirva esta pequeña introducción para detallar mi particular vendimia,
los libros que puedo contar por leídos acabado agosto y que constituyen mi
cosecha. Hay de todo, bueno y regular (los malos los dejo aparte).
Han
sido bastantes y a lo mejor este post quedará un poco largo, mal asunto en los
tiempos del tweet. Empecé con un título al que le tenía muchas ganas, Soy
un gato, de Natsume Soseki. Una novela satírica japonesa de principios
del siglo XX. El narrador es un felino y a través de sus ojos desfilan una
serie de personajes y situaciones cada cual más estrambótica. Vive en casa del
maestro Kushami, un señor desagradable, obtuso, casi un tonto ilustrado, que
recibe las visitas intempestivas de unos amigos no menos singulares, entre
ellos un mentiroso y bromista compulsivo llamado Meitei. El felino maneja la
ironía con una buena dosis de corrosión y se atreve a entrar en terrenos más
filosóficos, pero las situaciones a veces son tan prosaicas y el narrador tan
repetitivo que es difícil resistirse a saltarse párrafos, páginas enteras. Y lo
peor es que corrido el riesgo, todo sigue igual, el mismo circunloquio, la
misma vuelta en torno a lo mismo. Por eso me fui a por
otra novela de gatos, por rehabilitar a mi animal doméstico favorito. Una
totalmente distinta, Mi gato Autícko, del escritor checo Bohumil
Hrabal. Novela corta (la anterior pasa de 600 páginas, esta apenas llega a
100) donde un anciano escritor se refugia en una casa de campo para trabajar a
sus anchas, rodeado de gatos, a los que adora. El problema es cuando a los
animales les da por reproducirse, ya sabemos cómo las gastan y provocar disturbios,
inconveniencias que nuestro escritor debe resolver a las bravas. Está contado
con un estilo ágil, como un rodillo, inteligente, a ratos humorístico y también
profundo, donde explora el tan humano sentimiento de culpa. Deja una sensación
de estupor, sin embargo, por las escenas brutales entreveradas con altas dosis
de ternura por los animales. Una lectura extraña que se sale de lo habitual. De
hecho, ahora estoy con otro libro Hrabal.
Como
no tenía bastante con dos tazas me fui a por la tercera. David Foster Wallace, nada menos. Este autor pasa por ser un hueso
duro, de hecho, he leído que La broma
infinita es una de las novelas más difíciles que existen, por eso me fui a
los relatos. Disfruté con historias que abordan todo tipo de temas: concursos
televisivos, traumas infantiles, nihilismo punk, violencia larvada, incluso
aparece el presidente Lyndon B. Johnson. Con gran virtuosismo (DFW sería el
equivalente literario de los shredders
guitarreros) e imaginación. En la colección que he leído,
La
niña del pelo raro, hay sin embargo una novela corta al final, Hacia el oeste, el avance del imperio
continúa, donde es necesario armarse de paciencia. Yo no la tuve y la dejé
sin acabar y me fastidió el bouquet final, como cuando después de una buena
comida te viene un reflujo y se te llena la boca de bilis. Quizá guste a los
posmodernos, pero yo me quedo con los relatos anteriores, puro talento
desbocado.
Pasé
una semana en la playa y me llevé una recomendación bloguera, para no fallar.
Otro libro de relatos, de Karin Tidbech,
Jagannath.
Merecería una reseña aparte, porque lo leí dos veces y más que serán. Son
relatos fantásticos, que mezclan elementos de la ciencia-ficción con el
folklore nórdico. También asoma lo humano: la soledad, las relaciones entre
padres e hijos, la memoria familiar o, como reza la solapa, la alienación del ser humano en el mundo en
el que vivimos. Perturbadores, oníricos, absorbentes, gran variedad en el
tono y el desarrollo de las historias, reivindica el relato como género que no
se agota en una primera lectura.
El
otro que me llevé a la costa de Almería fue Paz, amor y death metal,
de Ramón González. El autor es
paisano, de Daimiel y tuvo la mala fortuna de encontrarse en la sala Bataclán
cuando tres terroristas decidieron acabar con los “idólatras” a tiros.
Sobrevivió y nos narra su experiencia. Hace con ella su debut en el mundo
literario. Quizá lo más interesante es el enfoque, ya que más que recrearse en el
momento del atentado, se centra en el después: la reconstrucción y
reconfiguración de su vida tras haber sobrevivido a una experiencia tan
traumática.
De
vuelta a casa me llegó un bofetón de pesimismo. El verano me deprime, cosa
rara, lo sé. Quizá con la inactividad leo demasiado las noticias y pienso en el
futuro y todo lo veo tan negro como la pez y veo a mis hijos y hasta me siento
culpable. Feliz final de Isaac
Rosa no era la mejor opción. Parte de una estructura original, ya que la
historia comienza efectivamente con la ruptura (hermosa y definitiva la imagen
del piso vacío con el sofá que cojea) y se desarrolla en retrospectiva, en lo
que parece un intercambio de emails entre ambos. Una relación amorosa que ha
dejado dos hijas y se ha deshecho de forma casi infantil. Llevo con
mi mujer más de veinte años, desde que éramos adolescentes y a ratos me parecía
la novela una burla del amor, la escritura de un cínico desengañado. Hay
pasajes donde se nota en exceso la documentación, las opiniones de sociólogos,
pediatras, filósofos puestas en boca de amigos sabiondos, de discusiones de
pareja, para mi resulta antinatural. O lo mismo hay gente que habla así.
Muestra mucho Isaac Rosa, demasiado, la exhibición de intimidades, de
pensamientos que no se revelan, creo yo, porque materializados suenan pueriles.
Pero no lo son. Me ha dolido, ofendido y a ratos fascinado esta novela.
Incómoda, ridícula y genial a veces. Desde luego un ejercicio notable, pero no
era para mí.
Menos
mal que después rescaté de mi pila de pendientes una novela de bolsillo que
había comprado hacía varios años, Éramos unos niños, de Patti Smith. Coincidió con la llegada
de la icónica poeta y rockera a La Coruña para dar un único concierto en
España, a punto estuve de coger a mi familia e ir para allá, pero el trabajo de
mi mujer (y 800 km) lo hizo inviable. Es un libro autobiográfico y Patti Smith
nos cuenta sus inicios en el mundo del arte, que desembocaron en una carrera
musical para nada prevista. Con una honestidad y sencillez encantadora. No solo
empatiza uno con Patti Smith, simpatiza. La quiere. Los inicios de Patti
no fueron fáciles y en su camino hambriento por Nueva York conoció a Robert Mapplethorpe, el genial fotógrafo
muerto con apenas cuarenta años de SIDA. El libro tiene a Robert como
coprotagonista y de hecho, la idea de la novela partió de una promesa. Robert y Patti viven por y para
el arte. Su entrega es total, absoluta y es su razón de ser, también lo es su
amistad, sin concesiones. Por la novela de Patti Smith circula una cantidad de
talento apabullante: lo mismo Jimi Hendrix, Janis Joplin que Allen Ginsberg por las escaleras del derruido hotel Chelsea. Eran otros tiempos. Tiempos que nunca
volverán, cuando un grupo pequeño, exiguo de personas, se sacrificaba por el arte. Unos pocos llegaban a obtener el reconocimiento, el resto ardía en
el anonimato y se consumía en el olvido. Imprescindible si te interesa el mundo
del arte y el rock.
Siguiendo
en plan rebelde encontré en la biblioteca de mi ciudad una novela de un tal Michal Witkowski, Lovetown. Cómo demonios llegó allí, es un
misterio. Imagino que provendrá de algún donante. En la contraportada es
descrita como un “Decamerón queer”. El narrador y autor, entrevista a dos
ancianos travestis que viven en un piso de protección oficial en Varsovia, aferrados
al pasado. Un pasado de marginalidad y sexo clandestino en parques, lavabos
públicos y cuarteles con soldados rusos. Sórdido, deshumanizador, dirán, pero
ellos lo echan de menos. Witkowski, que es de otra generación, también se
posiciona y se pone del lado de las “históricas”, de aquellos homosexuales que
disfrutaban en los márgenes, a pesar de las palizas y las enfermedades venéreas
y ven la “normalización” como el fin de los buenos tiempos. El libro está
articulado no como una novela, sino como pequeñas entradas de un diario, con
anécdotas y reflexiones, bastante divertidas y con mala leche. El autor es un
saltimbanqui que va de lo sórdido a lo liviano y del drama a lo hilarante. Eso
sí, seguro que ningún libro del mundo contiene tantas veces la palabra
“mamada”.
Y
para aterrizar, como se aproximaba la vendimia, me fui con Plinio y don
Lotario. Esto es, los personajes creados por García Pavón e inspirados en la vida rural de mi ciudad, su
particular léxico, paisaje e idiosincrasia. Otra vez domingo narra el
caso de la desaparición de un médico del pueblo, al que se enfrenta un Plinio
crepuscular y contiene todos los alicientes de la saga. Un buen
vino para acabar mi mes de agosto y que coincide además con el centenario del
nacimiento de un escritor a recuperar.
De todo lo que nos traes tan solo he leído algo de Bohumil Hrabal (no esta) "Feliz final" y otra novela de Plinio que tampoco es la que mencionas. Del resto no sé nada aunque sí conozco de nombre a David Foster Wallace.
ResponderEliminarSiento que el libro de Isaac Rosa te haya parecido, aunque solo parcialmente, ridículo y que te haya ofendido, también en parte. Yo solo vi las partes positivas y la verdad es que me gustó mucho. Los previos no son los mismos tampoco ni las vivencias que nos llevan a ellos.
Un beso.
Hola, Rosa. No digo que Feliz final sea un mal libro, solo que no es para mí. Coincido en que los sentimientos que despierta un libro dependen de las vivencias de cada uno y eso ya es loable, porque significa que logra tocar la fibra, no es solo una lectura del montón. Por eso lo salvo, sabes que en la llanura no caben las malas lecturas.
EliminarEspero que hayas disfrutad de un buen verano lector, ya iré pasándome por los blogs amigos para hacer retrospectiva.
Un abrazo.
Veo que has tenido un verano muy lector. Yo he tenido un verano de trabajo, así que no he podido leer tanto. Pero he releído a García Márquez, al menos.
ResponderEliminarY con lo poco que leo últimamente, sobra decir que no he leído ninguna de las obras que comentas :/
Ojalá este nuevo curso (para mí, el año empieza más en septiembre que en enero) tengo más tiempo para leer.
Un saludo.
Un saludo.
Septiembre es como enero para muchos de nosotros. Espero que recuperes pronto el pulso lector y nos vayas informando.
EliminarSaludos.
¡Buenas!! ¡Espero que hayas disfrutado de un feliz verano!. Me gusta bastante la literatura oriental, la japonesa sobre todo y había visto por la biblio el libro de Natsume Soseki, que encima es una lectura gatuna (también me encantan los gatos), pero veo que no te ha convencido para nada, ya que cuando empiezas a saltarte párrafos, o incluso cómo en tu caso páginas enteras, pues mal asunto. Así que lo aparto de mi lista mental.
ResponderEliminarEl de Auticko me atrae más, por lo que cuentas. Ya la conocía y la tenía en mente (es que para una lectora gatuna, este tipo de novelas son atrayentes en principio)
Con el de Ramón González me pasó algo curioso. Cayó en mis manos en la biblio y empecé a leerlo por curiosidad. Consiguió atraparme de tal manera que me leí en un rato más de medio libro (ya cuando llegué a la parte en la que cuenta su recuperación del trauma vivido, lo dejé porque me interesaba algo menos)
El de Isaac Rosa también me resulta atractivo (ya he leído que no es para ti), pero sí me apetecería leerle.
Una cosa: ¿porqué dices que no entiendes cómo llegó la novela Lovetown a la biblioteca de tu ciudad?
Un beso
Hola, Marian. Con las mini-reseñas no sabe uno matizar, el libro de Soseki tiene su gracia, pero a ratos harta por lo reiterativo que es. Ya dependerá de cada lector, si un libro me parece malo ni lo acabo, menos lo reseño. El de Hrabal, como amante de los gatos (yo convivo con uno desde hace dieciséis años, es más un compañero de piso que una mascota -odio esa palabra-), te advierto que tiene escenas fuertes, ya que como decía el escritor tiene que tomar medidas cuando los felinos comienzan a reproducirse y no es plato de buen gusto (¿por qué no pensó este hombre en esterilizarlos? Supongo que todo tendrá su doble sentido).
EliminarLovetown, al ser de temática queer o gay, con escenas de sexo explícito, pues no encajaba demasiado con el tipo de libros que suelen comprar en mi biblioteca. Por eso me sorprendió. Pero quizá sea prejuicio mio. El caso es que el libro es divertido y curioso para los que no conocemos ese mundillo.
Un abrazo.
Cierto que con las mini-reseñas cuesta matizar, aunque creo que te entendí. No sé, ya veré si cae y lo de las escenas fuertes del otro..., pues gracias por advertirme porque en ese caso tengo claro que paso. No sé que me ocurre con ese tema, a veces pienso que soy un bicho raro en ese aspecto: los argumentos duros, violentos en las novelas y en las pelis me gustan, no suelo pasarlo mal porque tengo muy claro que es solo una historia. Pero con los argumentos donde se maltrata a animales, o simplemente en escenas emotivas con animales (en el libro de Hrabal ya imagino por donde va la dureza que comentas y lo llevaría fatal) lo paso muy muy mal (en la tele directamente la apago o cambio de canal y con los libros no puedo).
EliminarEn fin, rarezas que tiene una...
Respecto a Lovetown, no sé, se supone que en una biblioteca pública debe haber de todo, todo tipo de temática y que cada cual decida sobre qué quiere leer, me parece curioso lo que dices de la biblio de tu ciudad, que haya temas que no les encaje.
En fin Gerardo, un placer leerte y gracias por tus recomendaciones.
A ti por dedicarme un rato de lectura, es verdad que en una biblioteca pública debe haber de todo, pero al final...Aunque lo mismo son cosas mías.
EliminarMe gusta pensar que quedan lugares cuyo ritmo vital se acopla al de las cosechas, por ejemplo la uva, los cereales, etc, y no al frenesí de la era tecnológica, aunque esta vaya ganado terreno aceleradamente. El mundo late a diferente velocidad según donde poses los pies, tiene sus propias contrafuerzas, afortunadamente hay cabida para ambos escenarios, tampoco hago apología de la era cavernaria.
ResponderEliminarTe ha cundido la lectura este verano. A Natsume Soseki le tengo ganas desde hace años, probaré seguramente. Curioso título de Hrabal que no conocía, investigaré.
D. F. Wallace ya casi (o sin el casi) a adquirido categoría de mito literario, creo que se le sacará mayor provecho dentro de unos años, al menos en su faceta más árida, bueno, solo es mi impresión.
El de la escritora nórdica, la tal Karin, lo apunté al verla en el bog de Lorena, creo recordar.
Y gracias a tu difusión, compré hace ya tiempo “Las hermanas coloradas”, de tu paisano Pavón. Ya ves que algo has conseguido, jeje.
Me alegra tu retorno.
Cuídate.
Me alegro que no cayera en saco roto, jeje. El libro de Karin también lo compré tras leer la reseña de Lorena, tengo rachas que todo lo que leo son recomendaciones de vuestros blogs y pocas veces fallo. La llegada de la vendimia en una ciudad tan volcada en la vid como la mía (somos el primer productor europeo y de los primeros del mundo) era todo un acontecimiento, un cambio total. Ahora no es lo mismo, pero fíjate, García Pavón ya hace alusión a los cambios de la primera mecanización de los 60.
EliminarUn placer tenerte por aquí.
Menudo verano de lecturas te has pegado. Me apunto a Hrabal y Éramos unos niños de Patti Smith no lo apunto porque ya lleva tiempo en mi lista de pendientes. Jagannath sin duda será una de mis mejores lecturas de este año, así que no me extraña que lo hayas leído ya dos veces; yo solo lo he leído una vez pero estoy segura de que con una segunda lectura le sacaría aún más partido. En cuanto a Feliz final, no puedo decir que no me haya gustado pero no conseguí conectar del todo con la pareja protagonista y a ratos me pareció que el autor buscaba demasiado empatizar con esa generación 'yo fui a EGB' que tanto menciona en la novela.
ResponderEliminarPor cierto, no me preguntes cómo pero acabo de eliminar tanto el comentario que me has dejado en el blog como mi respuesta. Puedo jurar que ha sido de manera completamente accidental. En fin, vaya día llevo, mejor me retiro ya.
Un abrazo
Y eso solo en agosto, es verdad que he leído mucho. De escribir casi nada, por eso las reseñas se han reducido a su mínima expresión. Ahora que lo dice, es verdad que Isaac Rosa se dirige a un público concreto y resulta curioso porque todo el libro se lo pasa ironizando sobre el tema.
EliminarPor lo del comentario no te preocupes, lo importante que lo llevo: un título interesante y tus impresiones sobre la lectura.
Un abrazo.
Buena cosecha de lecturas, Gerardo. De las mencionadas me ha llamado la atención los libros de relatos, sobre todo Jannanagh, los temas que aborda son de los que siempre captan mi atención. Un abrazo!!
ResponderEliminarMuy buenas, David. Jagannath te gustará, al cien por cien y seguro que te da buenas ideas, tiene un enfoque de lo fantástico muy singular.
EliminarUn abrazo.
Buena cosecha de lecturas interesantes que contrastan con las mías, ya que no coinciden prácticamente en nada. A Natsume Soseki lo leí en una novela extraordinaria que es Kokoro que probablemente conozcas. En todo caso no te la pierdas. A Isaac Rosa lo leí en Otra maldita novela de la guerra civil y no me atrajo para nada. No creo que vuelva a leerlo. De los demás que mencionas no he leído nada. Bueno sí, a García Pavón sí que lo leí, varias de la serie de Plinio pero hace tantísimo tiempo que ya es prehistoria lectors y no sé por dónde andarán aquellos ejemplares del Círculo de lectores. Yo era de los que dejaba libros, que, lógicamente, no se devolvían nunca. Intenté leer La broma infinita pero a las ciento y pico páginas me di cuenta de que no me hacía ninguna gracia y la dejé. No siempre se coincide con la música de los libros que se leen. Buena introducción del ambiente del pueblo y la vendimia para llegar a la vendimia de libros. Tal vez en España no se lee mucho, pero en los blogs se descubren a buenos lectores, apasionados, como tú. Un cordial saludo.
ResponderEliminarEs bueno que no haya coincidencias, tan bueno como que las haya: descubres nuevas lecturas o contrastas tus impresiones con otras personas y se enriquece tu sentido crítico. Es lo que me sigue reteniendo en la blogosfera, gracias por tu amable comentario.
EliminarSaludos
Curiosamente he leído bastantes de los libros que reseñas en este post (4 de 9, no está mal). De Soy un gato recuerdo un final batante inesperado y fuera de lugar. Con La niña del pero raro me pasó exactamente igual que a tí: me encantaron los relatos pero no pude aguantar la novela corta que cierra el tomo. Y Lovetown me parece emotiva e irreverente a partes iguales. Vamos un libro fantástico que me hacía esperar maravillas de su autor pero que por desgracia no se consumaron cuando leí El leñador, otra novela suya. Y se me olvidaba la autobiografía de Patti Smith, que me temo me resultó bastante insulsa.
ResponderEliminarSi que hay coincidencias, eso es que tenemos perfiles de lector parecidos. Aunque leyendo tus reseñas, me superas con mucho en capacidad analítica y de síntesis. El libro de Patti Smith quizá sea para fans o amantes del contexto, en cualquier caso ha sacado una especie de continuación hace poco ("M train") y le tengo que echar un ojo.
EliminarSaludos y gracias por tu visita.
¡Madre mía qué montón de lecturas! Tiempo bien aprovechado. Yo recuerdo que la novela "Un gato" fue una de las que dejé cuando todavía no dejaba libros a medias. Se me hizo insoportable.
ResponderEliminarMe ha encantado el retrato que haces del pueblo en vendimia. Mi pueblo todavía es un poco así. Recuerdo mis años de vendimia y me duelen los riñones... jaja
¡Besos!
Tengo noticias de varios abandonos con la novela de Soseki, aunque tiene partes muy buenas. Y si que duelen los riñones, sí, aquí en la Mancha raro es el que no lo ha probado alguna vez.
EliminarUn abrazo.
David Foster Wallace me atrae y me repele en porcentajes similares. De Isaac Rosa he leído cosas y me agrada aunque a veces creo que se pasa de 'literatura política' y a García Pavón lo conozco por su creación, claro.
ResponderEliminarEres un grandísimo lector y tu vendimia lectora ha sido importante. ¡Enhorabuena, Gerardo!
Un abrazo
No ha estado mal, Juan Carlos. Ahora, pasada la cosecha, estoy en una época de vacas flacas. A ver si pronto recupero el pulso.
EliminarUn abrazo.
Se agradece el relato de tu paseo literario, muy visual tu cata de lecturas, al tiempo que se aprecia la vena del escritor.
ResponderEliminarGracias, espero que la vena del escritor no se imponga a la del lector, que en este caso es lo que importa.
EliminarSaludos.
Madre mía, muchísima variedad has tenido. Yo también quería ponerme con La broma infinita pero no es mi momento, me da mucha pereza. EStoy en una temporada en que no sé ni qué me apetece leer, voy a fogonazos.
ResponderEliminarEn esas temporadas de abulia lo mejor es acudir a los clásicos. Le renuevan a uno la fe en la lectura.
EliminarMe alegra que traigas a colación a Hrabal. Soy un incondicional, de ese libro no sabía, a no ser que en algún otro venga este y otros relatos suyos y no lo recuerde. Tomo, por lo tanto, nota. Creo que Hrabal, del que se ha publicado bastante en las últimas dos décadas, es un autor de primera. Es un estilo diferente que conjuga mucho la ironía con un tratamiento pausado en la acción desarrollada por los personajes. "Trenes rigurosamente vigilados" fue el primero que leí y me sigue pareciendo extraordinario. Ese tipo de autores como Hrabal que han conocido circunstancias históricas diversas y duras aportan mucho, pero todo depende del talante personal de cómo encaje el autor la vida y el talento para saber narrar sin acritud.
ResponderEliminarGracias y saludo.
Bueno, gracias a ti porque conozco a Hrabal por un comentario que dejaste en otro post y me hizo husmear en la biblioteca de mi ciudad. Leí otro más, "Yo serví al rey de Inglaterra", muy recomendable por ese toque irónico y estilo singular del que hablas.
EliminarSaludos.
Comienzo por cumplir con mi palabra. Concentraré mi comentario sobre lo que dices de 'Feliz final'. Eres acaso el único lector -de los que consulto- que no ha brindado loas al libro y confiesas que no era para ti. Claro, si tienes un matrimonio de veinte años, pues...
ResponderEliminarLo cierto es que a muchos les ha gustado eso de ir hacia atrás. Por eso, aún me espera, pero gracias a tus líneas creo que bajaré las expectativas.
Por lo demás, aunque no tengo hijos, me solidarizo con esa sensación de culpabilidad de la que hablas.
De los otros libros, sólo tengo el de Soseki en papel y el de Tidbeck en versión digital, gracias a la reseña de Lorena. Del resto, nada de nada.
Un abrazo.
El libro me dejo muy tocado, soy uno de esos hipersensibles que interioriza lo que lee de tal forma que le afecta. Igual que con "Serotonina", casi me daban ganas de abrirme las venas por su lúcido escepticismo, "Feliz final" me pareció impostado: mucha autocompasión, mucho ego y al final son doscientas páginas de reproches, de toma y daca entre dos personas que se han querido. Si tantas parejas rotas se sienten identificadas con esta historia, el mundo occidental vive una crisis de madurez sin parangón. Es buena literatura, pero su fondo no es para mí.
EliminarUn abrazo y gracias por tus comentarios, Marcelo.