Astillas (Libros del silencio, 2011) forma parte de la serie de relatos del yo, obra del coruñés Celso Castro (1962). Como en su día
compartí en la llanura la lectura de el afinador de habitaciones, que pasa por ser la primera parte, me salto lo
relativo al peculiar estilo, ortografía y sintaxis de Castro. Mejor, porque así
me puedo centrar en la chicha y dejar este tipo de cuestiones para los
entendidos.
Reconozco
que soy un lector bastante errático. Y aunque fue acabar el afinador de habitaciones y babear por el siguiente de Celso
Castro, he tardado once meses exactos en ponerme con astillas. Quería dejar algo de espacio entre una lectura y otra. ¿Tiene
algún sentido lo que digo? No lo sé, pero así funciona mi lógica (si se le
puede llamar tal) lectora. Eludo las rutinas, abrazo el caos, me dejo arrastrar
por mi estado de ánimo. Y creo que por eso me atraen este tipo de libros.
Aunque reconozco que tomé astillas con
la esperanza de curarme la melancolía primaveral, que en términos médicos se
denomina astenia. Un problemilla que comparto con cierto amigo mío. Pero resulta que este es más aprensivo y pidió cita con el médico. Le
recetó hierro, un multivitamínico y al parecer le dijo, con
una sonrisa de las que uno no sabe cómo tomarse, que era cuestión de
personalidad o humores que le llamarían los antiguos: "le ocurre a las
personas sensibles como usted", sentenció. Maldita sensibilidad, ¿para qué sirve, en un
mundo donde uno abre el periódico y lee: “un padre mata a otro tras una
discusión por sus hijos”? Pues sirve para que un libro como astillas te derrumbe, te haga cosquillas
pero no consiga hacerte reír, sino casi llorar. Para que te arda el estómago y
mastiques en lugar de leer y te empape esa angustia que emana de sus páginas.
La
historia comienza con la muerte de la abuela del protagonista (Celso Castro
nunca revela el nombre, al parecer esto se denomina "anonimia": “no me gusta ponerle nombre al narrador porque quiero que el lector
se identifique con él”). Ya lo conocemos, lo tratamos en el afinador de habitaciones. Es un joven que trabaja en una
biblioteca, frecuenta tugurios, bebe coñac y traga anfetaminas igual
que si fueran gominolas. Tampoco le faltan las mujeres: como todo chico malo,
las tiene a pares. La historia transcurre en medio de un lapsus sofocante, de
exaltación y caída depresiva. Está narrada en primera persona y Celso Castro
consigue así crear una intimidad de barra de bar, de noche de verano, de
confesiones compartidas entre cigarro y cigarro. Una oralidad que te absorbe,
te magnetiza y es difícil librarse de ella. Incluso ahora que escribo esta
reseña, o lo que sea, me cuesta desprenderme de su aura, como cuando pasas
mucho tiempo con alguien cuya personalidad apabullante te acaba influyendo e
involuntariamente copias muchos sus gestos o expresiones. Te mimetizas, que se
suele decir.
Volviendo
a astillas. Aunque el tono general de
la narración es la mayor parte del tiempo descarnado, contiene intensas
descargas poéticas y filosóficas, dispersas y dosificadas con mesura. Y es que
nuestro protagonista es un poeta. A todos lados lleva su cuaderno de notas, al
que llama “escombrera”. En el libro hay pequeños poemas insertos, más bien
anotaciones poéticas o poetizadas, pero sin cargar las tintas. Es una novela
pulida a fondo, sin aristas, donde el descuido es solo aparente. Es contundente por su
salvajismo. Uno se olvida incluso de que está leyendo y sufre la clásica
desmaterialización que provoca la lectura y se convierte en ese interlocutor
silencioso al que habla el personaje de Celso Castro.
Tras
contar todo esto ya casi he conseguido desahogarme, pero hay más. Está la presencia
de lo paranormal: hay una casa encantada, un “sensitivo”, fantasmas y un ambiguo
arcángel cometiendo todo tipo de tropelías, un poco al estilo de la película
Poltergeist. ¿Es todo consecuencia de ese viaje lisérgico, del que no se apea
el protagonista en todo el relato o lo sobrenatural es un invitado real en la
novela de Castro? Me he quedado con la duda. Y para cerrar este triángulo
imperfecto que es astillas, tenemos amor. El
bendito amor, un amor que implica absoluta entrega, destructivo y tóxico. Lo
sufre un tal Bruno, amigo íntimo del narrador con el que protagoniza las
llamadas “purgas poéticas”, que consisten en cronometrar el tiempo que son
capaces de verter inconscientemente versos y más versos, todo esto con su buena
dosis de estimulantes. Lo sufren las mujeres que, atraídas por el magnetismo
del protagonista, queriendo ser fatales se ven abocadas a la fatalidad.
El padre de la criatura, en una foto reciente (fuente: El País) |
Cuánta
melancolía hay en astillas, yo que
esperaba acidez y me encuentro un barco complejo, chirriante, mecido por un
aliento poético siempre presente, aunque no haya versos, aunque haya simples
párrafos descarnados y diálogos interminables donde no se dice nada, donde todo
se guarda o apenas se masculla. Toda una experiencia astillas, cargada de pensamiento, de ritmo frenético, de
angustia existencial resumida en la frase: “sabía que en algún momento me había muerto sin
enterarme”.
Hay,
eso sí, cierto peligro de encenagarse, de acabar un poco harto de ese joven
del que ni siquiera sabemos el nombre, de tenerlo pegado al oído, llorando,
porque siempre llora: siempre tiene un nudo atado a la garganta –la
sensibilidad, la maldita sensibilidad otra vez-. Quizá por eso Castro titula el
último capítulo con un elocuente: “¿aún estás ahí?”. Pues sí, aún. A pesar de tanto fantasma y de que sobrevuela la amenaza del
melodrama. A pesar de que la poesía y el pensamiento
derivan en una catarsis de pura congoja, de puro camino hacia el suicidio. Pequeños
bajones, tropiezos perdonables y que en realidad son más bien impresiones de
este lector que tiene ese problema, el de involucrarse demasiado. Por eso después
de astillas, hoy mismo (ayer, reviso) en la sala de
espera del médico, he cambiado radicalmente de tercio, apartando mis compras
recientes y me he zampado treinta páginas de una novela social de principios de siglo (y con ella sigo). Me volveré a cruzar con
Celso Castro, ahí está entre culebras y
extraños, que cierra los relatos del yo. Pero tendrá que acabar la
primavera.
Me gusta mucho el estilo en el que está escrita tu reseña, en sí misma resulta atractiva, y tiene el valor de que me da a conocer autores nuevos y me entretiene su lectura. No sé si leeré el libro por ahora, porque ando un poco decepcionada con la literatura española contemporánea. Parecen más preocupados por buscar una técnica innovadora y por filosofar (y eso que me gusta la filosofía, pues imparto esa materia, pero no me gusta mezclarla con la narración, manías será) que por contar historias. Quizá le dé oportunidad, por lo que has escrito. Un saludo, Gerardo.
ResponderEliminarA mi me pasa algo parecido, doy clases de Historia pero apenas leo novela histórica (a no ser que sean muy literarias, como por ejemplo las de Mújica Láinez). Sobre todo por desconectar y separar ambas esferas.
EliminarEs curioso lo que comentas sobre la literatura española contemporánea, es una queja recurrente entre los lectores pero creo que Castro no se queda en un mero ejercicio de estilo. Son novelas muy intensas, absorbentes, casi diría subyugantes. Seguro que no te dejará indiferente, te guste o no. Ya me contarás.
Un saludo.
Como ya he hablado con Ángeles en mi blog, estoy de acuerdo. La literatura española peca de exceso de trascendencia. Por eso me vuelvo hacia la norteamericana sencilla, directa y muy crítica a la vez con la sociedad y el modo de vida del país.
EliminarAunque sigo teniendo debilidad por indagar en los escritores patrios y a éste no le conocía, pero me has dejado muy predispuesta porque además, me encanta como escribes tus reseñas.
Un abrazo.
Interesante debate, ¿por qué será? Puede que al escribir piensen más en los colegas de profesión o los críticos que en el léctor promedio que en general busca entretenimiento, buenas historias con las que conectar y/o evadirse. En parte a lo mejor es porque en España hay un mercado muy reducido y prácticamente la mayoría de los que leen acaban escribiendo. En lo que respecta a la poesía, estoy casi seguro que es así. Pero vamos, no he profundizado en el tema. Sería un buena pregunta que hacerle a estos escritores más sesudos: ¿piensas en el lector o en sacar músculo y presumir de estilazo?
EliminarHe leído alguna entrevista a Celso Castro y tiene muy claro lo que pretende con su particular forma de escribir: la primera persona, la oralidad, los insertos poéticos y demás. Y creo que lo consigue. Además de que conecto con esa idea de pulir y repasar hasta clavar el texto. Y que encima no se aprecie, parezca natural. Eso si que es difícil, Castro es un gran escritor.
Estas reseñas son un poco raras, más bien es compartir lo sentido y vivido a través de mis lecturas, seguro que meto la pata a veces. En fin, gracias de todos modos.
Un abrazo.
Yo también suelo dejar espacio entre lecturas por más que me haya gustado, no sé bien a qué es debido, si para acumular ansias para el siguiente o para seguir disfrutando de la sensación que me dejó el anterior. Me ha encantado tu escrito. Gracias. un saludo.
ResponderEliminarPues me alegra esta coincidencia, Susana. Una de las cosas buenas de la blogosfera es poder encontrar personalidades lectoras afines. Te agradezco además el comentario.
EliminarUn saludo.
No te digo que lo voy a leer porque tengo faena para dar y vender, pero leyendo tu reseña he vuelto a constatar lo bien que escribes, Gerardo y, desde luego, tendré en cuenta a este autor del que no he leído nada.
ResponderEliminarDel libro me atraen esas descargas poéticas y filosóficas y ese narrar en primera persona que hace que te metas de lleno en el personaje, pero creo que también me 'derrumbaría'.
Cuídate esa sensibilidad, digo... astenia primaveral ;-)
Si te sirve de consuelo, yo también padezco (ambas), ¡besos!
Estamos apañados entonces. Las lecturas influyen en el estado de ánimo de uno y hay que pensárselo dos veces antes de afrontar según que temas. El libro de Castro es tan intenso que te remueve. Dejemos a la sensibilidad estar, la astenia es pasajera, jeje. Un saludo, Chelo y buen finde.
EliminarLeí hace poco Entre culebras y extraños... Y me ha pasado algo raro. No me disgustó mientras lo leía. Había cosas que me gustaban. Pildoritas. Pero lo terminé y a los cinco minutos... la lectura se desinfló. Ni siquiera he sido capaz de escribir sobre esta lectura. Tengo la sensación de que la forma de escribir de Celso se comió, casi literalmente, la historia. Y eso desequilibró la balanza.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es muy interesante lo que dices. En "astillas" hay historia y es verdad que su estilo es subyugante, pero no he llegado a notar ese desequilibrio. Si hay partes donde se embarra, desde mi punto de vista. A veces depende de cada uno, pero tendré muy en cuenta esta apreciación tuya cuando encare el libro que cierra esta peculiar trilogía. Por cierto, supongo que el protagonista cambia, a no ser que vaya hacia atrás, al momento anterior al afinador de habitaciones. Veremos.
EliminarUn abrazo.
Vaya un autor de mi tierra. No le conozco, quiero decir, no he leído nada suyo. Lo anoto aunque me parece que va a esperar su turno jejeje. Gracias por esta magnífica reseña.
ResponderEliminarSeguimos en lectura.
Un abrazo
Gracias a ti, Marybel. Creo que Celso Castro es un autor no demasiado conocido, pero espero que el tiempo le haga justicia porque merece la pena, es original y deja huella, guste más o menos.
EliminarUn abrazo.
!Uf! Entiendo los efectos que tuvo en ti la lectura de "Astillas". Se sienten en tu expresión, has transmitido muy bien en tu escrito. Qué agradable leerte, me interesa este libro, no he leído nada de su autor, pero tendré que encontrar el instante.Aunque me enamoran los retos complicados no siempre estoy de ánimo para afrontarlos. Gracias por tu reseña. Saludos afectuosos y !ánimo, se acerca el verano!.
ResponderEliminarAdemás que escribí la reseña unos minutos después de acabarlo, estaba todo muy fresco. Es una lectura diferente, profunda, una prosa cuidada, guste o no hay que reconocerle el mérito a Castro.
EliminarRespecto a la astenia, ya la tengo casi bajo control, jaja.
Un abrazo.
Voy a apuntarme el nombre de Celso Castro, no sé si me gustará pero me ha entrado mucha curiosidad. Eso, sí, a ver cuándo le llega el turno pues yo también soy una lectora caótica.
ResponderEliminarLa primavera ya está avanzada así que espero que yo astenia se vaya disipando.
Un abrazo
Nos gobierna el caos, lo cual no está mal porque así se deja espacio al azar y a los propios sentimientos, lo que en el fondo resulta más divertido. La astenia ya parece superada, gracias, aunque Celso Castro ha ayudado poco.
EliminarUn abrazo.
Hola gerardo!
ResponderEliminarTengo uno de CElso Castro que me regalaron hace poco, pero no es este... si me gusta, me animaré con este.
BEsos
Buen regalo, yo tengo también "el afinador de habitaciones" y me falta el tercero de la serie los relatos del yo. Si le haces un hueco luego me cuentas qué te parece.
EliminarSaludos.
No he leído nada de Celso Castro. Amigo Gerardo hace tiempo que no te lo digo, me gustan tus reseñas y mucho. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias, Pepa. Más que reseñas es compartir impresiones sobre lo leído. A ver si te animas con Celso Castro.
EliminarUn abrazo.
Me encantan las introducciones de tus reseñas, y no me puedo resistir a darte un remedio para esa astenia primaveral (que yo también padezco): café durante el día y procurar dormir bastantes horas por la noche. A ese médico que dice que esta dolencia la padecen personas sensibles le mandaba de vuelta a la facultad.
ResponderEliminarDe todas formas, lecturas como "astillas" me temo que no ayudan a mejorar los síntomas.
No sé si leeré algo de este autor porque mi "sensibilidad" se puede ver afectada negativamente. Pero si me decido lo haré en invierno, por si acaso.
Una curiosidad: ¿por qué los títulos de todos los libros de Celso Castro no empiezan por mayúscula? ¿Es una manía suya o de la editorial?
Un abrazo.
En mi caso café y dormir no son compatibles, pero gracias por el consejo. Estoy contigo respecto a que "astillas" no es la lectura más idónea en tiempos de asteniaÇ; por suerte, ya me he rehecho.
EliminarRespecto a la pregunta, es intencionado. Celso Castro nunca utiliza mayúsculas ni puntos al final del párrafo, y emplea constantemente guiones para acotar la narración, es bastante curioso. Según he leído lo hace por influencia de la poesía y creo así intensifica ese efecto de narración oral, casi de pensamiento en torrente; una vez que te acostumbras la verdad es que ayuda a meterse dentro del personaje.
Un abrazo.
No conozco al autor, por tanto no sé nada de su estilo, así que me viene muy bien tu reseña. Conforme te iba leyendo iba pensando que se metía en demasiados temas (lo de la casa tipo Poltergeist, me supera), vamos, una especie de batiburrillo del que no debe ser nada fácil salir. Sin embargo tu opinión parece positiva a pesar de algún "pero". Me anoto el libro y ya veremos...
ResponderEliminarPor fortuna no me afecta la astenia primaveral, tengo suerte. También acostumbro a dejar pasar algunos meses entre un libro y otro del mismo autor, excepto si el autor me ha "enganchado" totalmente, cosa que de joven me pasaba con cierta frecuencia y ahora mucho menos.
Qué curioso, das clase de Historia y no te gusta la novela histórica... coincidencias.
No encuentro tu blog cuando entro en G+, me cuesta mucho, por eso se me había pasado esta entrada.
Abrazos!!
Google + está dando problemas últimamente, aparte de que entro muy poco rato y no todos los días.
EliminarNo es que me disguste la novela histórica, pero es que cuando leo esas novelas que casi son pseudoensayos (no hablo de las más literarias), me cuesta más desconectar y es lo que pretendo al leer; como se dice: vivir otra vida, salir de la rutina, etc. Siento no poder explicarme mejor.
No soy crítico para hacer afirmaciones rotundas, pero aunque la novela de Castro se enfangue en ocasiones, creo que es una lectura muy recomendable. Ya me contarás.
Un abrazo.