Me
gusta Houellebecq. Para bien o para mal, he leído casi todas sus novelas. Digo
bien porque es un escritor excelso, con una prosa que te arrastra en su corriente
autodestructiva. Digo mal, porque me deja un poso depresivo, de angustia, que
me dura días. La vida es así, no todo consiste en dar botes. Y Houellebecq lo
deja claro en cada una de sus novelas, sin excepción. El autor francés sigue
siendo considerado un “enfant terrible”, aunque ya es sexagenario, por su perfil provocador: machista,
homófobo, racista, pornógrafo, misántropo y más. Según dicen. El demonio, vaya.
Pero me tiene como lector, a mí, que (creo) no soy nada de lo anterior, excepto
quizá lo último y solo si me dejo arrastrar por la telebasura o caigo
en la tentación de leer los comentarios de los periódicos. De hecho, la mayoría
de la gente me considera buena persona o bueno, a secas.
Me
pasa con Houellebecq como con Bukowski en mis tiempos de lector adolescente: me
identifico con sus historias porque aparto la parafernalia provocadora,
las escenas de sexo explícito y los comentarios hirientes. Me quedo con la veta: el existencialismo, la crítica
certera a una civilización —la nuestra—, que languidece dentro de una jaula con
barrotes dorados. El lector que quiera juzgar (y condenar) a Houellebecq, que
lo haga. Pero sin ser irreverente, sin cuestionar los grandes dogmas de nuestro
tiempo, no se puede hacer una novela con la que millones de personas se sientan
identificadas.
Serotonina
tiene un título atractivo, la portada de Anagrama es poesía visual. Pero
detrás, está el Houellebecq de siempre. Una narración en primera persona, un
personaje que no es viejo, pero tampoco joven. Un tono fúnebre, depresivo,
alternado con escenas escabrosas, sentido del humor, puyas, provocaciones, etc.
Quizá la dosis de amargura es mayor de lo que recordaba, aunque leí la última, Sumisión, hará dos o tres años.
El
argumento es simple. Florent-Claude Labrouste es un ingeniero agrónomo de
cuarenta y seis años. Hundido por la depresión, solo
consigue mitigar sus síntomas tomando Captorix, un fármaco que segrega
serotonina y por tanto aleja las pulsiones suicidas, pero inhibe al mismo
tiempo la libido y provoca impotencia. La historia comienza en el Cabo de
Gata-Níjar, donde el propio autor residió un tiempo (y uno de mis lugares preferidos para perderme). Florent recoge del
aeropuerto a su última amante, la japonesa Yuzu y regresa a París. Presa del hartazgo, decide dejarlo todo y mientras proyecta el abandono de sí mismo,
rememora a las mujeres que han pasado por su vida y dejaron una huella
indeleble. Intenta volver a verlas y es aún peor. Sí, Florent conoció
la felicidad, la tuvo en la punta de los dedos, pero lo echó todo a perder. Y
ahora, consciente de su decrepitud, del mundo sin sentido en el que vive, de
que todo se desmorona, decide ponerle fin. Un fin progresivo, porque todavía
tiene la vida alicientes: los cigarrillos, las ostras, el salchichón, los
hoteles con encanto…
Aparte de novelista, Houellebecq es un fotógrafo notable. Esta pertenece a su serie sobre España (fuente: https://dailyartfair.com/artist/michel-houellebecq) |
En
este rebobinado que Florent hace de su pasado hay episodios tremendos. Voy a
hacer una poda, un par de escenas pornográficas repugnantes. Entiendo que son
pura provocación, por eso la novela no se resiente un ápice si se eliminan. Pero
hay que reconocer que esa realidad existe y es accesible: Houellebecq no cuenta
nada que no pase. Otra cosa es que se quiera mirar hacia otro lado. Bueno, pues
quitando la casquería, hay partes realmente conmovedoras. Poéticas, partes que
te hacen pensar en tu propia vida y te destrozan. Literalmente. Hay un momento
de atrevimiento literario inigualable, cuando Florent apunta con su fusil de
francotirador al hijo de su antigua novia, Camille, la mujer con la que conoció
la felicidad suprema, todo con la intención de recuperarla. Quita el aliento.
Pero
un momento, ¿qué hace este nihilista de pene flácido por culpa del Captorix con
un arma de francotirador? Aquí otro elemento de Serotonina, su lado
profético-anticipatorio. No puede faltar y para algunos el autor francés es el
Nostradamus de nuestro tiempo. En realidad, es una mente lúcida, su
conocimiento de la sociedad europea es profundo y del mundo rural aún más, ya
que trabajó durante años en el Ministerio de Agricultura. Por eso Houellebecq
supo anticipar la rebelión de las clases medias, de la Francia del interior, de
los agricultores, todos depauperados por la religión del libre mercado. Un cóctel que estalló en los disturbios de
los chalecos amarillos (tema por resolver y quizá irresoluble). En la novela
está personificada en su amigo Aymeric, su único amigo con el que se reencuentra después de los años
universitarios. Juntos escuchan Child in
Time en un equipo vintage,
analógico, la única manera de captar todos los matices que arroja una música
hecha para emocionar y no para sonar a través de un móvil o como hilo musical de un supermercado.
No sé, veo pequeños guiños en esta novela, aquí y allá, a las cosas hermosas de la vida, desplazadas cada vez más por lo etéreo, por las supersticiones del siglo XXI. La buena comida, el buen vino, el sexo, el amor sin condiciones, el arte hecho desde el corazón, es curioso como estos alicientes vitales son entreverados en una novela tan deprimente, tan gris. “Tengo la impresión de que usted se está muriendo sencillamente de pena”, le dice el doctor Azote a Florent tras examinar su análisis de sangre. Y así es, se muere uno de pena siguiendo las cuitas de Florent, al que no llega a tener antipatía, por el que siente incluso compasión. Hay una veta de delicadeza, de flor a punto de marchitarse en esta novela. Puede que su envoltorio no deje que brote con facilidad, pero en un lector sensible (o en un momento de sensibilidad, estoy en los dos casos) hallará su acomodo.
No sé, veo pequeños guiños en esta novela, aquí y allá, a las cosas hermosas de la vida, desplazadas cada vez más por lo etéreo, por las supersticiones del siglo XXI. La buena comida, el buen vino, el sexo, el amor sin condiciones, el arte hecho desde el corazón, es curioso como estos alicientes vitales son entreverados en una novela tan deprimente, tan gris. “Tengo la impresión de que usted se está muriendo sencillamente de pena”, le dice el doctor Azote a Florent tras examinar su análisis de sangre. Y así es, se muere uno de pena siguiendo las cuitas de Florent, al que no llega a tener antipatía, por el que siente incluso compasión. Hay una veta de delicadeza, de flor a punto de marchitarse en esta novela. Puede que su envoltorio no deje que brote con facilidad, pero en un lector sensible (o en un momento de sensibilidad, estoy en los dos casos) hallará su acomodo.
Cómo
puede alguien con una vida convencional, una pequeña familia que le
quiere, empatizar con Florent, es un misterio de la psicología. Ciencia que por otro lado atrae poco a Houellebecq. De
momento, seguiré buscando mi fuente natural de serotonina mientras el mundo se
hunde alrededor.
Me gustó esta novela. Cuando te deja buena impresión (buena no quiere decir sencilla o superficial) puede sugerirte y entonces vas y escribes algo subjetivo:
ResponderEliminarhttps://laantorchadekraus.blogspot.com/search?q=serotonina
A veces lo que uno lee le habla para adentro. Gracias.
Recuerdo ese post, coincidió con mi lectura de "Serotonina". La lectura y por extensión la escritura, es en gran parte introspección.
EliminarSaludos.
Es un autor del que no he leído nada aún y por lo que cuentas, creo que esta novela podría ser un buen estreno.
ResponderEliminarBesotes!!!
Puede que si, "El mapa y el territorio" también es otra buena opción.
EliminarSaludos.
¡Hola Gerardo! Por todas esas cosas que dices del perfil provocador de Houellebecq, pero sobre todo por la fama de novelas oscuras, con tono depresivo es por lo que llevo tiempo con el en mente.Y por otra parte, a mi, las novelas duras (no me asusta ni la casería, ni las escenas repugnantes) me gustan, vamos que es un autor que se sale de lo políticamente correcto y de lo normal, algo que me atrae
ResponderEliminarMe ha encantado leer tu reseña y tu punto de vista sobre esta novela
Un beso
Nunca me ha defraudado, aún teniendo novelas buenas y regulares: no es ni mucho menos perfecto. Pero cuando saca algo, estoy pendiente. Su perfil provocador esconde una gran sensibilidad, al menos desde mi punto de vista.
EliminarUn abrazo.
Solo he leído cuatro novela de Houellebecq y pienso como tú. La última también fue "Sumisión" y lo que plantea en ella y a lo que nos enfrenta de nosotros mismos me parece algo escalofriante.
ResponderEliminarNo he notado todas esas lacras que se le achacan: machismo, racismo... Puede que se vea en algunos de sus personajes, pero las características del personaje no tienen por qué ser compartidas por el autor.
En todo caso, como bien dices, depurando algunas escenas (a mí tampoco me gusta la casquería de ningún tipo), sus novelas tienen mucho de provocativo y muestran la realidad más triste y negativa del mundo en el que vivimos y del que puede estar por venir.
Tengo "Serotonina" en mi lista de pendientes. A ver si me pongo. Aunque tal vez debería hacerlo con "El mapa y el territorio" que es anterior y también está en mi lista.
Un beso.
Un beso.
Así es, hay lectores que identifican el personaje con el autor. Si así fuera, infinidad de temas estarían vetados. Y parece que vamos por ese camino, el de la autocensura, que Houellebecq transgrede constantemente. Se agradece leer a alguien con impacto mediático sin pelos en la lengua, caiga quien caiga.
Eliminar"El mapa y el territorio" es mi favorita, no te decepcionará. Sobre "Serotonina" hay quien la considera una de sus grandes obras y otros un trabajo menor. En mi caso, carezco de perspectiva porque he leído sus libros con mucha separación.
Un abrazo.
Tengo que reconocer que a pesar de que Michel Houellebecq es un autor muy bien considerado nunca me ha llamado demasiado la atención. Pero el año pasado tuve la suerte de que me tocara un lote de libros en un sorteo que incluía El mapa y el territorio, así que este año decidí darle una oportunidad. Se quedó sin reseña pero más por no saber por mi parte cómo abordarla que por pensar que no la mereciera. Aunque tardé en pillarle el punto al autor, la novela tiene partes que me gustaron mucho, algunas que me parecieron magistrales y también me gustó mucho el juego de Houellebecq de convertirse a sí mismo en personaje. Creo que al autor le gusta jugar y de ahí su fama de provocador. Pero creo también que con sus juegos toca temas muy serios y mete el dedo en la llaga y eso hace pupa. He leído que El mapa y el territorio no es la obra en el que el autor cometa más 'excesos sexuales' por decirlo de algún modo, así que no sé cómo me sentiría como lectora afrontando escenas más incómodas. Lo que sí sé es que solo porque en un libro haya misoginia, homofobia, etc, no debe tacharse a su autor de compartir lo que en su obra expone. No comparto el provocar por provocar si no hay profundidad detrás de esa provocación pero tampoco me gusta la correción política vacía que más que proteger de ofensas limita los puntos de vista. Supongo que debería leer algo más de Houellebecq para pillarle el punto definitivamente.
ResponderEliminarUn abrazo
Una pena que esa reseña no llegara a cuajar, como lector tuyo lo lamento.
EliminarEl juego es inherente a Houellebecq, fíjate que también ha protagonizado un par de películas, la última con Gerard Depardieu ("Thalasso") haciendo... de ellos mismos.
Muchos lectores lo tenemos claro, quizá el problema sea la crítica "extraliteraria" de gente que apenas lee pero mete las narices y pontifica sobre todo, gente que siente predilección por el linchamiento. La autocensura estrangula la creatividad, mientras que la censura externa quizá no sea tan mala, porque puede llegar a estimularla (Berlanga y Azcona, en cine, fueron grandes ejemplos).
Un abrazo y feliz domingo.
Lo ví hace tiempo pero no consigue llamarme la atención ;)
ResponderEliminarUn beso
Es un autor controvertido y que no gusta a todo el mundo. Otra vez será.
EliminarUn abrazo.
Los gritos de Ian Gillam en "Child in time" siempre me han puesto los pelos de punta, sobre todo en el mítico "Made in Japan". Parece una metáfora de los personajes de Houellebecq. Yo he leído tan solo tres novelas suyas, de las primeras, además hace tiempo: "Ampliación del campo de batalla" y "Lanzarote" me gustaron mucho, pero después de "Las partículas elementales" ya no he vuelto a leer nada. Veo que no ha cambiado mucho. Existencialismo puro, por exceso. Recuerdo una palabra de sus novelas: anhedonia, es decir, la pérdida de interés por todo, la incapacidad para experimentar el placer en una sociedad que lo tiene todo. Hace tiempo que voy detrás de "El mapa y el territorio", aunque puede que lea antes "Serotonina". Quiero leer esa escena que comentas que quita el aliento. Y volver a enfrentarme a sus páginas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Desde luego, "Child in Time" no ha sido elegida por casualidad. Y es curioso, pero creo que en "Serotonina" Houellebecq aparta esa típica "anhedonia". La vida tiene cosas buenas pero no sabemos aprovecharlas y los tiempos, el hiperconsumismo, anulan el verdadero placer: promueven el hartazgo, el chute con resaca. Como ya he comentado, "El mapa y el territorio" es mi favorita. Mucho y bueno donde elegir con este escritor imprescindible.
EliminarUn abrazo.
Solo he leído El mapa y el territorio y me gustó. Serotonina lo tengo en casa pero no encuentro el momento, sé que este autor no se puede leer si uno no está en las condiciones anímicas adecuadas y después de leer tu reseña tengo claro que tengo que elegir con cuidado el cuando.
ResponderEliminarBesos
Ni que lo digas. Lo leí al principio del verano, época muy depresiva para mí y fue terrible. Tanto que aparqué la reseña y no la he publicado hasta ahora. Uno se siente muy identificado con el personaje, más cuando se va aproximando a esa edad de "no retorno".
EliminarUn abrazo.
Me carga un poco (bueno, bastante) Houellebecq, me satura todo el "ruido" que va haciendo siempre por ahí. Sin embargo no reniego de su literatura, aunque aún no he leído nada... supongo que ante un tipo así, me tiro más el rollo con otros escritores.
ResponderEliminarQue seas un entusiasta de sus novelas le hace ganar algunas posiciones, sin duda. Esa visión perdedora de la vida, porque así suelen ser sus personajes, requiere buscar el momento propicio, de lo contrario puede ser demoledor, como sugieres.
Además, no se puede eludir la amargura, es parte de nuestro equipaje.
Un abrazo, Gerardo, cálido, eso sí.
Es un escritor de extremos y parece que le gusta cultivar ese perfil provocador. Que hablen de mí, aunque sea mal...
EliminarPero si eres depresivo o estás en un mal momento, no me parece nada recomendable. Hay que tomarlo, en cualquier caso, como escritor y no como gurú o profeta. Aunque hay gente que lo considera un visionario.
Un abrazo.
Hola Gerardo, curioso, pero Cabo de Gata Nijar,también es uno de los lugares en los que habitualmente me pierdo o me encuentro, vaya usted a saber... "Serotonina" lo dejo para otra ocasión el que he sacado de la biblioteca es "El mapa y el territorio", ya te contaré que me parece. En cuanto a la depresión, represión de estas "fiestas" animo, que ya queda menos, para la de la primavera.
ResponderEliminarUn abrazo y feliz año.
Cabo de Gata es uno de esos lugares mágicos que abundan en este país, para nuestra suerte. El año pasado estuve en la Playa de los Muertos con mi familia, chocaba presenciar tanta masificación en un sitio alejado, agreste, casi salvaje.
EliminarHouellebecq es controvertido, a mí me gusta a pesar de todo, pero me deja fuera de combate. No es el mejor plato para hipersensibles.
Un abrazo.
De Houllebecq leí "Plataforma" (creo que era Plataforma, y no la confundo con otra), y "Lanzarote". Me cansaban sus escenas sexuales, repitiéndose continuamente, y que me parecían un poco gratuitas y entorpecían el ritmo. Y sin embargo, no descarto leer más de Houllebecq por lo que dices: no es mera provocación, hay mucho de fondo.
ResponderEliminarSaludos.
Houellebecq es un pornógrafo, sin duda. Una vez leí una entrevista donde irónicamente decía que era una faceta que "interesaba mucho a sus lectores", jaja. Un provocador. Pero sí, a veces te hace sentir incómodo. En Serotonina hay un par de escenas de revolver las tripas, pero como te digo, creo que hay otras cosas de fondo que para mí lo salvan por completo.
EliminarUn abrazo.
Me gusta el estilo de Houellebecq, descarnado y brutal. Coincido contigo en que muchas veces es conveniente dejar el costado provocador e hilar un poco más fino con lo que resta.
ResponderEliminarDicen que esta novela está por debajo de varias otras. Será cuestión de hacer experiencia. Personalmente, me gustaron mucho 'El mapa y el territorio' y 'Las partículas elementales'.
Un abrazo.
Hay de todo, a mí me pareció mejor que "Sumisión", pero peor que "El mapa y el territorio". Estas navidades vi en Louisianna Channel, un canal de arte una entrevista en Youtube al autor bastante divertida (Michel Houellebecq: Q&A with His Readers), totalmente recomendable si te gusta.
EliminarUn abrazo.