Odio
la primavera. Siempre provoca una debacle en mis defensas, todo viene a partir
del cambio horario, empiezan los trastornos en el sueño y el vaivén de bajas y
altas presiones. En mayo, las
nubes de polen me dan la puntilla. Un hipersensible mesetario, ese soy yo, con
manos de oso y aspecto de querer ponerse a andar y no parar hasta ver el señor
océano, como Forrest Gump. Este año, como novedad, la astenia ha venido
acompañada del Atila de las muelas, con su Augmentine arrasando mi flora
intestinal y mi dentista cortando, extrayendo, reponiendo y cosiendo. He
encontrado algo de alivio en una bolsa de hielo, las noches de La 2 (soy un
antiguo, veo la tele) y una pila de libros, todos hábitos de solitario. Al
ponerme a escribir, se me cruzaban los dos cables pelados que tengo, dicen en
mi pueblo que cuando un tonto coge una linde, la linde se acaba y el tonto
sigue. Tengo este espacio y no me gusta verlo desangelado, bastante copado
está el cementerio bloguero para admitir mis restos. Así que, después de esta
introducción lamentosa y lamentable, comparto mis mejores lecturas de
primavera.
La niña de la jungla, de
Sabine Kuegler (1972), fue publicada en 2005. Llegué a la novela tras medio
ver una película basada en ella, aunque el tono ingenuo y optimista del libro se troca por
otro más oscuro y amenazador. Tuve que comprarlo de segunda mano, porque está
descatalogado. En lo literario, no es gran cosa. La prosa en sencilla, casi
simple y tiene poca hondura. Pero como testimonio, es un libro valioso.
Sabine
Kuegler nació en Nepal y con siete años, junto a sus hermanos de cinco y nueve
y sus padres, se fue a vivir a lo profundo de la selva de Papúa Occidental, en
la isla de Nueva Guinea. Allí pasó su infancia y adolescencia. Lejos de la
civilización, los hermanos Kuegler convivieron con los fayu, un pueblo de
cazadores recolectores. Los fayu desconocen el metal, la agricultura y viven
como hace quince mil años. En su aislamiento, han caído en una espiral violenta alimentada por
una cultura de la venganza que los Kuegler, como buenos misioneros, pretenden
aplacar con su ejemplo cristiano. El libro tiene ese punto moralizante, que a
mí no me molesta. El contacto entre culturas ha podido ser catastrófico, por la
mediación de gérmenes, violencias y la desaparición de la diversidad, pero
también ha permitido el progreso y a grandes rasgos, gana por puntos. En
definitiva, Sabine cuenta cómo era la vida en la selva, las carencias, los
peligros, la malaria y la convivencia con los fayu. Las mujeres fayu, al llegar
a la adolescencia, es decir, con once o doce años, eran raptadas por un
pretendiente y así empezaba su vida conyugal. Con una media de seis hijos,
apenas dos llegaban a la vida adulta.
Sabine de niña con sus amigos fayu. Foto: El País. Enlace al artículo: "De la selva a la civilizacion" |
Es curioso como de vuelta, Sabine no logra adaptarse a la vida occidental y añora la jungla y sus carencias. Del
libro cada cuál aprovechará lo que le interese, los hippies asentirán
diciéndose: así hay que criar a los niños, en contacto con la naturaleza. Los
prudentes, tomarán nota de las veces que Sabine y sus hermanos estuvieron a un
pelo de la muerte, porque esta historia bien podía no haberse contado. Desde
luego, la muerte en ese mundo primitivo no es vista como una excepción: es la
norma. Los fayu no ponen nombre a sus bebés hasta que no tienen dientes y para
no olvidar a sus muertos conservan sus cuerpos en putrefacción dentro de las chozas.
Son nuestros orígenes, ¿cuál será el futuro? Sabine dice:
Mientras siga escuchando lo que la
jungla tiene que decir, las cosas irán bien. Me insta a que me alegre de las
pequeñas cosas de la vida cotidiana. A que me de cuenta de que la vida la determinan
los hechos y no el consumo. Me dice que la felicidad no reside en lo que poseo,
sino en mi capacidad de estar satisfecha con lo que tengo (…) siempre seré una
parte de la jungla y la jungla siempre será una parte de mí. Pertenezco a dos
mundos y a dos culturas.
Ramona, de Rosario
Villajos (1978) y La noche en que pude
haber visto tocar a Dizzy Gillespie, de Antonio Tocornal (1964) también son
dos novelas en primera persona. Utilizan el barro de la experiencia propia como
materia prima y construyen una prosa que débilmente se lee como ficción. Tienen
algún otro nexo en común, para empezar que una me llevó a la otra: leí a
Tocornal y luego una reseña de este sobre Ramona y de ahí me fui a Rosario
Villajos. No son novelas con hilo argumental, ni trama al uso, se construyen a
partir de la acumulación de anécdotas y su costura son sus personajes. En el
caso de la novela de Tocornal, la bohemia parisina, permaneciendo el narrador
en la sombra casi todo el tiempo (salvo en un episodio donde nos narra su infancia
gaditana y desarraigo), como nostálgico testigo. En el de Villajos, su alter ego Ramona Ucelay (que digo yo) es
el centro de gravedad alrededor del que flota una infancia ochentera nada
complaciente, en el extremo opuesto a los nostálgicos de “yo fui a la EGB”. Pero
mejor os hablo un poco de cada una por separado.
Foto: Derrelictos, web del autor. Os recomiendo también la entrevista que le hicieron en Relatos Sin Contrato |
La noche en que pude haber visto tocar a Dizzy Gillespie se hizo con el XXII premio de novela Vargas Llosa 2017. Antonio Tocornal es un habitual en esto de los premios, acumula docenas. Ocurre en España que autores archipremiados apenas son conocidos entre el público lector y se las ven y se las desean para publicar en editoriales grandes, algo que merecería la pena analizar (¿hay un techo de cristal en la literatura española?). Como decía antes, el concierto de Dizzy Gillespie es solo una excusa para que Tocornal nos presente una galería de personajes cada cuál más estrafalario, encadenando divertidas (y también conmovedoras) anécdotas. Hablaba de la bohemia, pero los personajes de esta novela están un escalón más abajo, en sus márgenes. Son tan extravagantes que rozan el esperpento, lo surrealista, incluso lo escatológico, si es que estas tres cosas no son lo mismo.
Al
contrario que Gábor el húngaro, el fracasado hombre orquesta que protagoniza
uno de los capítulos más hermosos, Tocornal se desvela como un
buen multiinstrumentista: maneja el humor, el drama, la ironía (incluso la
crítica a las imposturas del mercado del arte) y la ternura, es una novela que
engancha por el interés de lo que cuenta y la habilidad con la que se hace. Con
un estilo acogedor, pretende evocar esa dorada juventud que uno añora al
cumplir años, siendo consciente de que la memoria es pura distorsión.
Dicen que cuanto más se invoca un recuerdo
más se falsea, porque rememora la última evocación con mayor nitidez que el
episodio original. De esa forma, se van magnificando algunos acontecimientos y se
deslavan otros hasta que lo que queda es lo que más nos gustaría que quedase o,
más exactamente, lo que más le gustaría que quedase al yo interno que nos
dicta. Un dictador que no es ni el yo narrado ni el yo narrador, por lo que tal
vez sea el yo auténtico.
Ejemplar de Ramona, Foto: Twitter de Rosario Villajos. Os animo además a entrar en la web del editor: Mr. Griffin |
En Ramona, la nostalgia carece de almíbar. Es una novela corrosiva, sincera de principio a fin. Rosario Villajos es de mi generación, entiendo su experiencia, aunque su voz lo hace desde el universo femenino. Era duro ser chica entonces, también lo era ser chico si no encajabas en el perfil de macho estándar, pero la novela va más de lo primero y a eso me ciño. En Ramona reviven las familias numerosas, el extraño ambiente de guerra y fraternidad que se vivía en aquellas colmenas, la estricta separación de sexos, la naturalización del abuso, el maltrato, el rencor, la envidia, el autoengaño y la difamación. Sí, el calipo molaba y también La bola de cristal, la gaseosa y los chicles Boomer. Pero aquello era una vida salvaje, más difícil de entender que la de los fayu de Kuegler, donde todo estaba tan encajonado que salirte siquiera un milímetro del margen y ya tenías el martillo social encima. El libro está compuesto por breves capítulos, con algunas ilustraciones de la autora. Cubre un arco difícil de resumir, que va desde la infancia a los tiempos universitarios y donde desfilan experiencias escolares, desamores, anécdotas de familia, peripecias de barrio y escalera, siempre con un estilo ácido y directo. A todos los escépticos de los ochenta y los noventa les gustará, seguro. Aparte, el libro tiene un valor añadido y es su cuidada edición. En esto, contrasta severamente con el de Tocornal, cuya calidad del papel es de pena y la tipografía tampoco acompaña.
Foto: Editorial Anagrama. Muy interesante esta entrevista en Zenda. |
República luminosa de Andrés Barba es la cuarta de esta cosecha. Premio Herralde de Novela, está escrita también en primera persona, pero con menos carga de autoficción. El escenario es más difuso, recuerda al Corazón de las tinieblas de Conrad, o al de Apocalypsis Now si se quiere. La acción transcurre en San Cristóbal, una ciudad de provincias en la linde de la selva, donde años atrás ocurrió un suceso espeluznante. El protagonista lo vivió en sus propias carnes y lo evoca a modo de crónica, alternando lo periodístico con pasajes con fuerte carga personal. La historia es potente y tenebrosa. En la citada ciudad de San Cristóbal, un buen día aparecen 32 niños, de entre ocho y doce años, de la nada. Rehuyen el contacto con la gente y hablan un idioma desconocido. Pronto comienzan a sucederse los altercados y la vida plomiza de San Cristóbal se desquicia. En República luminosa, Andrés Barba desacraliza la infancia y la actitud hostil de un grupo de niños que vive al margen de la sociedad, altera la relación de los propios habitantes con sus hijos, perturba el orden y concluye como solo pueden concluir los cortocircuitos: con una hecatombe. La historia es tétrica, oscura, desde el principio, cuando el protagonista, que acude a San Cristóbal como jefe de los Servicios Sociales, atropella a una perra, la recoge y la lleva ensangrentada en su coche. Es una novela breve, no llega a las doscientas páginas, claustrofóbica, con su dosis de misterio sin ser un thriller. Quizá en el tono del narrador, en ocasiones, hay cierto desaliño. Otras, Barba no se atreve a rascar, a sacar la verdadera ponzoña. Al final incluso se enreda por una palabra escrita con tiza. Si Vargas Llosa hubiera cogido esta novela, le hubiera dado el cuerpo que le falta, eso es, le falta pegada. Con todo, Andrés Barba es un gran escritor y esta una gran novela. Para seguir de cerca.
Y
bueno, mientras cae el diluvio en la reseca llanura, ahogando a los penitentes
y formando una constelación de gotitas en el techo de mi salón, dejo el teclado
y vuelvo al asidero de mi libro, con una muela menos.
Hola Gerardo en primer lugar muchos ánimos porque esa combinación de astenia primaveral, alergias, Augmentine y visitas al dentista hacen temblar, bromas al margen espero que estés mucho mejor.
ResponderEliminarRespecto a tus lecturas que desconocía, comentarte que la primera me ha interesado no tanto como bien dices por su valor literario como por la experiencia, sobre todo porque ese fragmento que citas me ha parecido muy acertado, ese alegrarse de las pequeñas cosas de lo cotidiano es algo que intento practicar y dejar los grandes logros para otros.
Me he apuntado el de la Noche que pude ver tocar... Ya te contaré si lo leo.Y sobre ese techo de cristal de la literatura española por el que preguntas no tengo mucha idea pero sí que con lo poco que se lee resulta muy complicado hacerse un hueco en el panorama literario porque las editoriales apuestan por los números (se entiende, no son ONG's) y dar voz a "personajes mediáticos" que les aseguran ventas más que dar a conocer a buenos escritores desconocidos para el público. Este próximo martes en mi tierra celebramos Sant Jordi y seguro que de nuevo las colas más largas para las firmas se las llevarán alguno de los personajes mediáticos que también escriben.
Besos
Gracias, Conxita. He sacado ese párrafo, que está al final del libro, porque me parece revelador. Vivimos en una sociedad obsesionada con atesorar, tener, gastar y luego incapaz de disfrutar de todo ese exceso. Sabine, en la jungla, aprendió a valorar las cosas.
EliminarEs muy interesante lo que apuntas, las editoriales fichan autores mediáticos porque saben que la literatura no vende. Es una paradoja tremenda: hago libros, pero no publico literatura, jaja. Pero luego estamos personas como nosotros, que cada semana leemos, compramos o regalamos un libro. Yo creo que no nos tienen muy en cuenta y se equivocan. En la música pasó, las discográficas apostaron por los triunfitos y productos similares y mira luego.
Estamos en las vísperas del día del libro, es verdad, una tradición muy bonita la de Sant Jordi.
Un abrazo.
Mira que habré visto veces la portada de República luminosa y apenas me he parado ninguna de ellas a echarle un vistazo al libro a ver de qué iba. Y eso que me gusta Anagrama. Pues pinta muy bien y me ha llamado mucho la atención a pesar de esa falta de pegada que comentas. De tus lecturas primaverales me quedo con este y con el de Tocornal.
ResponderEliminarEspero que lleves mejor lo que queda de primavera y sino que sigas combatiéndola con buenas lecturas.
Un abrazo
Leo a veces mis opiniones y qué contundente suena uno cuando escribe. La novela de Andrés Barba es interesante y seguro que te sugiere cosas. No gana por KO, pero da juego. Si te animas con el libro de Tocornal, es otra historia, más creativa y con personajes tratados con bastante ternura y en estilo la supera, sin ser Premio Herralde.
EliminarUn abrazo.
La árida llanura manchega bajo un cielo que, de puro gris, parece que va a desplomarse sobre la tierra, y finalmente la lluvia golpeando rabiosamente los costrones meseteños… uff, eso pasa con nota para convertirse en documental de la 2.
ResponderEliminarConocía tu calvario primaveral, ahora rematado con dolor de muelas… joder, Gerardo, no me extraña el comienzo demoledor de tu entrada. Vamos, casi te veo parapetado tras la ventana, con esos ojos a lo Jack Nicholson en el Resplandor, mirando como la primavera avanza por el horizonte con sus ejércitos de polen… esperemos que aún siga la tensa y frágil tregua.
Una muestra de lecturas muy variopinta, interesante las reflexiones del primer libro, más allá de su calidad narrativa, acerca de la experiencia intercultural en las selvas de Guinea.
También da que pensar el caso del multipremiado Tocornal, efectivamente, ¿quién lo conoce? Las editoriales, cuanto más grandes, más alejadas de los valores esencialmente literarios de una obra.
Igualmente me atrae desde hace tiempo la trayectoria de Andrés Barba.
Un fuerte abrazo, y cuídate.
Esta mañana he estado en Campo de Criptana. Con la lluvia de estos días (100 mm, dicen, una cuarta parte de lo que suele caer en todo el año), la vista de los campos de trigo y los calveros rojos desde el cerro era una auténtica maravilla.
EliminarMe iría mejor un Dustin Hoffman, tengo aspecto de despistado más bien, jaja. Pero sí, temo a la primavera.
He leído bastante estos días, comparto las mejores por si os doy ideas. Cada vez más difícil, porque casi todo lo que leo procede de reseñas, es lo bueno de este mundo.
En fin, ya parece que estoy repuesto. Preparado para la vuelta al trabajo.
Un abrazo.
Hola Gerardo, lo tuyo no tiene remedio y no lo digo por la salud, que parece que no va muy bien, sino por las reseñas, me explico, había conseguido bajar un poco el montón de los pendientes y haces cuatro reseñas a la vez, no quieres caldo, pues toma tres tazas. Ahora en serio, interesantes tus reseñas y por supuesto que las tendre en cuenta. Mejorate y un abrazo.
ResponderEliminarA lo mejor soy un quejica, jaja. Es lo de todos los años, excepto el quiste de la muela. He hecho cuatro reseñas porque no tengo tiempo, alguna de las novelas merecía más espacio. Pero en fin. Si te animas con alguna, ya me contarás. La de Ramona creo que te gustaría, la autora tiene algunos textos en su web por si tienes curiosidad. Además es un libro muy bien editado, de los que no suelen ver.
EliminarUn abrazo.
¡Hola! Parece que la primavera además te está trayendo también buenas lecturas (espero que ya estés recuperado del todo, los dolores de muelas son lo peor). Curioso lo de Tocornal y lo de otros autores premiados desconocidos. Yo, incluso trabajando en una biblioteca no había oído hablar de él y no me suena haber tenido entre manos alguna novela suya (tenerlas seguramente las tendremos, lo buscaré)
ResponderEliminarMe atrae especialmente el libro suyo del que hablas y el de República luminosa
¡Un abrazo!
Si no lo tenéis en la biblioteca, ya sabes. Son poco más de diez euros. A veces me enfado con la biblioteca de mi ciudad, porque tienen todos los bestsellers del mundo, pero busca un libro de editorial pequeña o más literario. Cero. ¿Por qué compran esos tochos que en cuanto se enfríe la novedad no va a leer nadie? En fin, seguro que donde trabajas, con tu buen criterio, las cosas funcionan mejor.
EliminarUn abrazo.
Me atrae sobre todo "República luminosa". Eso de desacralizar la infancia creo que es algo que se debería hacer más a menudo. Los niños son tan sagrados en esta sociedad que los hemos convertido en tiranos dependientes de que se cumplan sus caprichos por el simple hecho de ser niños. Ya sé que no es algo general y absoluto, pero se tiende mucho a ello.
ResponderEliminarYa somos dos sufrientes de la primavera, aunque a mí, a pesar de todo, me encanta. También me destroza el cambio horario (el de otoño, no; solo este de primavera), pero me dura solo unos días. Lo de la alergia al polen ya depende de cómo venga el año. Este lo estoy llevando bien, aunque falta lo peor. Y, para más coincidencias, llevo estos días de vacaciones con analgésicos por una muela del juicio que se ha puesto interesante, la muy p... Hasta que no vuelva a Santander el próximo jueves, aguantaré como sea.
Un beso.
Es casi una novela psicológica, la verdad es que con unas pocas líneas he podido dar una idea demasiado vaga y general. Son muchos los temas que la atraviesan. Si la lees, apenas son doscientas páginas, ya me contarás.
EliminarNo me extrañan nada los paralelismos, jaja, excepto lo de la muela: qué coincidencia. Y encima en vacaciones, que es lo peor.
Un abrazo.
¡Ay! A mi tampoco me entusiasma ni la primavera ni el cambio horario. Soy animal nocturno y además tendente a apreciar el frío, remediable con una manta, y a aburrir el calor. Quizá ayude que comienza quitándonos una hora y eso ya es entrar con mal pie. En todo caso, ánimo.
ResponderEliminarRespecto a las lecturas que propones las desconocía y tomo buena nota.
En lo referente a autores archipremiados, pero desconocidos por el gran público, ¡puff! Creo que hay autores de premios literarios y autores de aceptación popular. Es el mismo debate entre autores de género y autores "serios". Dejando aparte otras consideraciones, el que otorga el premio valora una novela con un estilo "muy literario"; quien compra una novela busca algo que se lea fácil, que tenga una historia atrapante y que esté narrado de manera visual. ¿Quién merece mayor reconocimiento? Bueno, afortunadamente, la literatura admite a todos. Un abrazo!
Es otro punto de vista, David. Puede ser, en el caso de escritores con muchos premios, sobre todo de relatos, que escriban más centrados en ganar concursos que en conseguir lectores y leyendo a más de uno, por curiosidad, he tenido esa sensación.
EliminarPero lo literario no tiene por qué estar reñido con lo popular, ejemplos hay de sobra. García Márquez o Vargas Llosa, por quedarnos en nuestro idioma, son solo algunos ejemplos. Al final, mucha gente lee lo que está en las vitrinas y tiene eco mediático, si lo llenamos de subliteratura, es a lo que se acostumbran. Era algo de lo que se quejaba Pilar Adón hablando de la famosa "seudopoesía", poesía que no lo es y vende porque las editoriales apuestan por ella. Pasa lo mismo que con la radiofórmula: ¿qué pasaría si nos bombardearan a todas horas con música elaborada, de calidad, con buenas letras? ¿Y si en lugar de Supervivientes o Gran Hermano los canales mayoritarios dieran otro tipo de contenidos menos pueriles? Pasó con Master Chef, menuda vuelta ha dado a la cocina en nuestro país. ¿Por qué no hacer lo mismo con la alta cultura? Quizá interesa eso a los que mandan, aborregarnos y así mover los hilos a su antojo.
Como digo, un tema muy interesante para debatir.
Un abrazo.
A mí tampoco me gusta la primavera, no demasiado. Este cambio de hora me deja tonta, me cambia los ritmos de sueño, y eso combinado con los madrugones... Cuerpoescombro seguro. Lamento lo de las muelas y bueno... Al menos estás en buena compañía literaria... :P
ResponderEliminarEs lo que tenemos lo hipersensibles. Pero en fin, siempre queda la compañía que uno elige (literaria) para compensar los imprevistos.
EliminarUn abrazo.
Interesantes lecturas las que traes, aunque yo me quedo especialmente con dos: La niña de la jungla y República luminosa.
ResponderEliminarLa primera porque parece interesante esa mezcla de culturas, aunque yo soy de las que piensa que exponer a un niño al riesgo de contraer enfermedades que en una sociedad civilizada no existen, es una gran irresponsabilidad. La Naturaleza está muy bien, pero el descubrimiento de los antibióticos es de lo mejor que ha hecho el hombre.
De la Repúbica luminosa me atrae el impacto de esos 32 niños que aparecen misteriosamente y que no acatan normas, quizás acabemos todos así si se sigue educando a los adolescentes en la autocomplacencia y el hedonismo.
Genial entrada. Espero que tu convalecencia dental ya esté superada y ánimo que la primavera solo son tres meses, luego viene el verano (para mí la peor estación del año).
Un abrazo.
La madre de Sabine es enfermera y lleva su buen arsenal de medicamentos occidentales. Aún así, se llevan un buen susto cuando de repente enferma toda la familia, deben pedir ayuda por radio y Sabine está a punto de morir. La muerte les ronda continuamente, la narradora ni quita ni pone en este sentido. Y a pesar de todo, echa de menos su selva. Yo creo que hay lugares que nos marcan y esa huella es más emocional que otra cosa.
EliminarYa estoy recuperado de mis muelas, gracias a los antibióticos y a la cirugía, jaja. Viva la medicina occidental.
Un abrazo.