Hace
tiempo leí un jugoso artículo acerca de los libros que dejamos a medias y en
definitiva, tirando de la madeja, es un tema que da para mucho. ¿Llega a ser un
tabú entre la tribu lectora hablar de la tasa de abandono? Desde luego, un
libro no es un jamón. Dejarlo sin terminar no es ningún delito y Daniel Pennac
lo eleva incluso a la categoría de derecho. El decálogo formulado por el
escritor francés en Como una novela, supone
convertir la lectura en una actividad exenta de cualquier martirio, libre en el
sentido amplio y extenso de la palabra. Para los que no sepan muy bien de lo
que hablo, adjunto ilustración.
Pero
voy entrando en materia. Pensando en esos libros sin acabar de leer, me doy
cuenta de que no hay una única explicación. Parecerá un poco tonto, pero en los
tiempos bicolor que nos ha tocado vivir cada vez es más común reducirlo todo a
un único culpable (la crisis: los bancos; el dinero: la felicidad; mi hijo
suspende: el maestro; pierde el Madrid: Lopetegui). La más evidente, esto es,
que el libro es malo, puede cuadrar para algunos títulos. Pero no para otros,
obras reconocidas y renombradas. La química, el intercambio positivo de
partículas que menciona Pennac, la afinidad de temas o estilo, tampoco me
sirve. Porque hay veces que yo, solo yo, soy el culpable. Me cierro en banda.
Creo que para un lectura profunda hay que tender puentes, es como el arcoíris
de la leyenda nórdica (el Bifröst), que comunica el mundo de los dioses con el
de los mortales. Si hay algo que te impide lanzar esa cuerda entre un libro y
tú, es imposible establecer una comunicación fluida. Porque yo entiendo la
lectura como un intercambio, una forma de comunicación creada en exclusiva por
el hombre. Lo que alguien ha escrito evoluciona en la mente del que lee. Se
reconstruye, de mil formas posibles. ¿Es tu Jean Valjean el mismo que el mío?
Seguro que no, aunque Víctor Hugo lo describa con detalle. Por eso no me gusta
ver una película basada en un libro antes de leerlo, porque distorsiona ese
flujo, lo hace, por decirlo así, menos mío. A lo mejor esto puede explicar
porqué nunca he podido acabar El corazón
de las tinieblas de Joseph Conrad. Con Marlo Brando, Martin Sheen y una
lluvia fina de napalm anunciando a las walkirias, todo junto en mi cabeza, ese
flujo del que hablaba queda interrumpido. El Bifröst se resquebraja.
Dejando
de lado el misticismo, que en la llanura siempre tiene su ración, ¿qué otras
razones me han hecho abandonar un libro? Lo mejor es hacer una cata, recordar tres o
cuatro libros que haya dejado en la estacada últimamente. A lo mejor puedo
recordar porqué. Y de ahí sacar un patrón. Veamos…
Por
ejemplo, he dejado a la mitad dos veces Un día de cólera, de Pérez-Reverte. Aún con esas, sigue en
mi estantería. Ni lo he regalado (aunque reconozco que lo he intentado alguna
vez, sin éxito), ni me he desecho de él por otras vías. ¿Es un mal libro? No,
creo que no. Los críticos dicen que no. A miles de lectores les pareció
apasionante. La recreación del contexto histórico es rigurosa, nada que reprochar
por ese lado. Las primeras cuestas bien, las subí a bloque. Pero luego me entró
la pájara, no pude con él. Digamos que la cantidad de personajes, esa obsesión
nazarena por resucitar a todos y cada uno de los protagonistas del 2 de mayo me
acabó hartando y creo que debilita el nudo principal de la historia y lo
dispersa, acaba pareciendo más una crónica periodística que una novela. Otros
pensaran lo contrario, que enriquece y otorga dinamismo a la trama, que es el
objetivo de la novela: hacer un mosaico patriótico, un homenaje a los caídos. De
lo que, muchos historiadores afirman, no fue más que un brote de xenofobia, una
trifulca sin ideales y los constructores de naciones han convertido en epítome
de la españolidad. Aquí interviene el factor gusto y un poco el ideológico,
creo yo.
Otro
más, El
santo de César Aira. Un
escritor de culto, un mago de la novela corta con decenas de títulos en el
morral. Sus entrevistas no tienen desperdicio, de hecho, por ahí me empezó a
picar. El santo promete mucho. Comienza
como una novela clásica de aventuras, a lo Alejandro Dumas, como Amin Maalouf
en León el Africano. César Aira escribe la mar de bien, pero llega un momento
en el que parece que se harta. Y viene el delirio, la novela cae en el absurdo,
divaga y no va ninguna parte, hasta el punto y final. Las últimas páginas me
las ventilé en modo abanico, así que técnicamente leí un 80% de la novela. Pero
me sentí un poco frustrado, puede que aquí el problema sea que esperaba mucho
de este autor y no logró colmar del todo mis expectativas. O que no supe
cogerle el punto. Pero sospecho, me temo, que César Aira tiró de oficio y de
creatividad, que le sobra, para llenar el mínimo de páginas exigido, entregarla
al editor y ponerse a otra cosa. Ya se encargarán los sesudos de darle un
sentido.
Casi
lo mismo me pasó con otra autora en el altar de los posmodernos, Lydia Davis. He dejado a medias Ni
puedo, ni quiero. Me arriesgo a pasar por un ignorante, porque la
crítica señala la profundidad, ingenio e imaginación de los relatos de Davis,
señalan que sorprende al lector con asociaciones inesperadas y le ponen la
etiqueta de inclasificable, que hoy día es como el cordel (seguimos con el
jamón) de pata negra. Que es sutil, en definitiva y esto puede hacer agachar la
cabeza a más de uno, para no pasar por bruto. Como soy de pueblo carezco de ese
complejo. Con este libro, me ocurrió lo mismo que a muchas personas ante los
cuadros de Malevich o el arte conceptual. Quizá es su equivalente literario. En
mi descargo, tengo que decir que me lo llevé como lectura playera. Y con niños
pequeños siempre al borde del peligro, es difícil lograr la zambullida. Por eso
sigue en mi estantería, esperando su oportunidad y una lectura más profunda,
que lo mismo muda mi opinión, aunque hubo relatos que me gustaron y apruebo
este libro, pero sentí que tenía otras lecturas en la sala de espera que
merecían mi tiempo: ni quiero, ni puedo, nunca un título me sirvió tan bien
para resumir un abandono.
Conclusión.
Parece que las razones para dejar una novela tienen que ver con el contexto
personal de cada lector, con la calidad o naturaleza de la propia obra y con
una falta de química ante la que poco se puede hacer. Nada traumático, nada de
lo que avergonzarse. Cada persona es única y lo bueno de los libros es que, en
cierta medida, también lo son y tienen su lector y sobre todo, su momento.
Toda la razón, Gerardo. Y más cuando ya te van quedando más años por detrás que por delante como diría García Márquez. Más que por la calidad del libro, pienso que como los romances, lector y novela no se encuentran en el momento adecuado. En mi caso, reconozco que no puedo con Javier Marías. A la que llego a las veinte páginas de cualquiera de sus novelas... puff, se me hace un mundo volver a abrirla.
ResponderEliminarPor otra parte, para quienes aspiramos a escribir, las malas novelas son una fuente de inspiración. Tanto para aprender cómo no se hace, como disparadores creativos, cómo la escribiría para que me resultara atractiva.
Un abrazo!!
Hola, David. Llevaba tiempo sin leerte. Javier Marías acumula más de un imposible, a mí solo me enganchó "Corazón tan blanco" y al menos mereció la pena. Como escritor amateur la verdad es que no se si se aprende o no, uno mimetiza sin darse cuenta lo que lee, así que hay que andarse con ojo.
EliminarUn abrazo.
He abandonado libros, claro, tampoco muchos porque, como nos pasa a todos, odio malgastar mi tiempo, así que procuro afinar bien la puntería con la elección de un libro, mi intuición me da muchas satisfacciones, pero nadie es infalible, y además no siempre tiene que ver la mediocridad literaria, o el desinterés creciente por lo que te cuenta el escritor… hay otras variables, como bien señalas.
ResponderEliminarPor ejemplo, en este caso, más que un abandono, he sometido al libro a un compás de espera; Solenoide, de Cărtărescu, llegué hasta la página cincuenta y tantos, o sesenta, muy poquito, habida cuenta de las cerca de 800 páginas del libro, ¿el motivo?, pues empecé a leerlo y al poco sobrevino una de las escasas olas de calor que sufrimos en julio, con cuarenta grados a la sombra no hacía más que mirar de reojo el grosor del ejemplar y el sudor empezaba a surcar mi frente… uff, me mata la canícula, ¿y si lo dejo para febrero, con una bufandita al cuello? Veremos en febrero… el caso es que el comienzo fue prometedor, pero el calorazo rompió toda liturgia favorable hacia la lectura (variable meteorológica).
Un abandono de no hace mucho, “Barroco al alba” una novela (publicada por Seix Barral, 1998) de la prestigiosa poeta franco-canadiense Nicole Brossard. Aquí sí hay motivos netamente literarios, Brossard es una reconocida y galardonada poeta, en esta novela asistimos una prosa de gran belleza, sin duda, pero avanzas la lectura y todo queda atrapado bajo ese barroquismo (aludiendo al título) que acaba diluyendo la historia hasta reducirla a una exhibición de lirismo, desembocando en híbrido extraño, ornamento… no encuentro la novela, y la prosa se convierte en una hiedra que termina tapando lo que parecía ser un magnífico edificio.
Y no sé… puede que también haya malos lectores para buenos libros, a lo mejor yo he sido uno alguna vez… jaja
Todo esto me lleva a plantearme otra cuestión, ¿tendría que llevar al blog los libros que ni fu ni fa? Yo paso, teniendo un excelente Rivera del Duero, o un Rioja… no voy a serviros un “Cumbre de Gredos" en tetrabrick (y mira que me gusta Gredos), con mis respetos para la marca.
Un abrazo Gerardo, interesantísimo tu escrito.
Con libros tan extensos hay que elegir bien el momento. Yo tengo varios en lista de espera, uno de ellos un ensayo de Steven Pinker que seguro te gustaría. Me fastidia hacerlo sin disponer de suficiente tiempo y que la lectura se dilate en exceso y acabe abandonando por eso cuando el libro no lo merece.
EliminarComo en las parejas, muchas veces no hay un solo culpable que explique la ruptura. Yo soy muy mal lector, sobre todo cuando ando disperso y quiero hacer cuatro cosas a la vez, pero si encuentro el momento me implico hasta al fondo. Tanto que a veces me parece más real el libro que la vida misma.
Respecto a lo último, yo dejo para el blog los libros que me gustan. En parte por falta de tiempo, en parte porque no soy crítico profesional y temo ser injusto. Respecto al Cumbre de Gredos, ya pasaron los tiempos del calimocho, jaja.
Un abrazo y gracias por tu interesante aportación.
Gerardo tu entrada da para un tratado.... Precisamente llevo como dos semanas intentanto poner un poco de orden en mi biblioteca y es de autentica locura, claro que también estoy haciendo un repaso a mi biografia lectora y es más locura todavía. ¿Por qué abandonamos la lectura de un determinado libro? En mi caso la primera causa es porque no es el momento o porque llega a mis manos otro ejemplar y claro como soy bastante " promiscua" pues con él último que llega a ese que me "tiro" que no quiere decir que no le deje a medias y vaya a por otro que me resulte más atrativo de entrada y luego resulte ser un cardo... Lo dicho para un tratado, da tu entrada.
ResponderEliminarMuy curioso tu escrito. Un saludo
El artículo de Elena Rius ahonda en el tema, he puesto el link al principio y resulta muy interesante. Lo de la multitarea me revienta muchas lecturas, cuando estoy disperso trato de aislarme por completo al leer, es la única manera de centrarme. Y no demorarme mucho con la lectura, pero tampoco dilatarla semanas y semanas. Supongo que la respuesta siempre es el término medio.
EliminarUn abrazo.
Me ha encantado esta publicación, Gerardo, porque expresas muy bien qué hay detrás de un abandono (literario).
ResponderEliminarEstoy de acuerdo contigo en que leer es una forma de comunicación, y cuando esa comunicación no se da la cosa no funciona. No siempre es culpa, si es que hay que buscar culpables, del escritor.
Sobre abandonar o que no guste un libro laureado yo podría escribir una novela, porque he perdido la cuenta de las obras catalogadas como plucuamperfectas por la crítica y a mí no me han gustado nada de nada. Es cierto, que cuando esto pasa, a veces pienso que soy una bruta, que no sé apreciar la calidad, pero supero el complejo porque soy de ciudad, ja, ja, y por la capital somos muy desvergonzados, y confieso públicamente que aquello no me gustó.
De hecho, tengo dos libros en la recámara muy aclamados que no me engancharon, ni siquiera me entretuvieron. Es posible que las grandes expectativas previas también tengan mucho que ver.
De las obras que citas solo leí Un día de cólera y ciertamente se hace algo pesado, a mí tampoco me hizo mucho tilín aunque lo terminé.
Genial reflexión y estupenda la foto inicial de los derechos del lector.
Un abrazo.
Así lo creo, a veces esperamos de ciertos libros demasiado, bien sea por críticas, opiniones de amigos, etc. Hay además libros que en su día fueron revolucionarios, pero han envejecido mal. Otros en cambio se mantienen frescos como una lechuga.
EliminarEl libro de Pennac de donde he sacado la foto es genial, te lo recomiendo: no es de los que se dejan a medias.
Un abrazo.
Totalmente de acuerdo contigo, hay que quitarle hierro al hecho de abandonar un libro antes de terminarlo. Yo suelo tener buenas tragaderas pero estoy empezando a disfrutar al cerrar las tapas antes de tiempo cuando veo que no hay químimca. Sin ir mal lejos, ayer mismo empecé a leer 'Accelerando' de Charles Stross y no tuve que llegar ni a la página treinta para ver que ni en fondo ni en la forma (sobre todo en la forma), esa historia era para mí.
ResponderEliminarMi paciencia es proporcional a mi tiempo y como este es cada vez más escaso. Aunque como dices, hay veces que intuyo que no es el libro, sino soy yo. En ese caso, como me ha pasado recientemente con uno de Pilar Adón, lo dejo dormir.
EliminarSaludos.
Yo he dejado unas cuantas a lo largo d emi vida lectora; después se me metió entre ceja y ceja que no, que las terminaba hasta el final, y casi ahora suelo hacerlo, pero... a veces sí que las abandono. La catalogación como tal de "libro malo" casi no la he utilizado, creo que es más del momento lector, o de la conexión, como dices; si no fluye, no se puede forzar.
ResponderEliminarLo digo teniendo ocho o nueve libros empezados desde hace... algunos un par de años, nunca encuentro el momento de continuarlos. Uno de ellos lo he empezado desde 0 y me he vuelto a estancar. Es muy difícil encontrar esa conexión autor-lector u obra-momento.
Pero por supuesto, es un derecho. Yo compro un libro y hago con él lo que quiero, eso incluye abandonar su lectura. Para algunas personas resulta una aberración. Cuestión de principios, estilos, disciplinas.. no lo sé.
Como quien escribe a boli o a lápiz, subraya, o utiliza post-it (como es mi caso). Cada uno tenemos nuestras manías y no hay reglas prefijadas.
Besos.
Es difícil poner etiquetas y a mi tampoco me gusta juzgar a la ligera. Cuestión de principios. Por lo demás, es un tema que admite varias explicaciones y no una sola.
EliminarSaludos.
Lo de dejar un libro a medias es algo que he aprendido a hacer recientemente. He de decir que mi cabezonería (en realidad era un sentirme mal por abandonar un libro, fíjate qué cosa más tonta) en alguna ocasión ha tenido recompensa. Por ejemplo, de haber abandonado el primer libro que leí de ellos (cosa que me pasó por la mente) me hubiera perdido a Faulkner y me hubiera perdido a mi adorada y admirada Marina Tsvietáieva. Sin embargo, a pesar de estos aciertos, me alegro de haber aprendido a abandonar lecturas cuando no consigo meterme en ellas. Ya no me queda esa sensación de que tal vez me vaya a perder algo; puede que sea así pero si continuara con ellas lo que sí es seguro es que me perdería la lectura que ocupa su lugar. Afortunadamente, mi tasa de abandono es muy baja; suelo tener bastante afinado mi instinto lector. Y no necesariamente abandono un libro, como bien dices, porque lo considere malo; a veces simplemente no es el momento o también ocurre que no todos los libros y autores, por buenos que sean, son para todos los lectores. A modo de anécdota, te diré que mi último gran abandono ha sido 'Vida y destino' de Vasili Grossman.
ResponderEliminarUn abrazo
Es verdad que hay que insistir un poco, sobre todo en aquellas lecturas sobre las que hay consenso. También creo en las segundas oportunidades, a veces depende del momento.
EliminarYo pude con el de Grossman, ayudó el hecho de estar muy metido en esos temas cuando lo leí. No me podía perder testimonio semejante. Pero reconozco que el libro se puede hacer cuesta arriba.
Un abrazo.
Hola Gerardo pues en mi caso hasta hace relativamente poco tiempo no abandonaba ningún libro, por más que no consiguiera conectar con él y es que me sentía mal haciéndolo. Es una tontería porque no lo disfrutaba pero no podía hacerlo. Supongo que me parecía una manera de valorar el esfuerzo que siento que se hace cuando se escribe un libro. Conforme he tenido menos tiempo he acabado abandonando los remordimientos y cuando no sintonizo, no me llega, no disfruto con un libro lo dejo tranquilamente.
ResponderEliminarCreo que los libros tienen su momento y a veces es necesario dejarlo para volver más adelante a cogerlo o sencillamente no llega ese momento porque no te cuenta nada y eso también es lícito, tiene que producirse esa comunicación entre escritor, libro y lector.
Besos
Hay personas que una vez empiezan algo no pueden parar hasta acabarlo, es algo psicológico en parte, creo. Conforme vamos leyendo y se nos acumula el trabajo el abandono se hace cada vez más asumible. Cuestión de prioridades.
EliminarUn abrazo.
ha abandonado pocos libros, pero además del estante de libros pendientes, tengo uno de desechados. Mucho menos lleno, pero lo tengo. En e´l ahy sobre todo obras que empecé a leer y ante la baja calidad y/o lo poco que me decían, decidí no perder ni un minuto más. Y hay autores de lo más reputado como Julia Navarro, Ken Follet o Carlos Ruiz Zafón. Lo malo es que hay también alguno que me gusta, pero con el que he tropezado en algún título: Bryce Echenique, Saul Bellow... y está a punto de entrar un libro de un autor que me entusiasma, pero esta novela se ma ha atragantado. No sé si por circunstancias vitales propias y totalmente ajenas al libro o por alguna otra causa, pero llevo meses intentándolo y creo que voy a tirar la toalla. Se trata de "Seis de los grandes" de James Ellroy. Es una gran novela, y tengo leídas casi trescientas páginas pero soy incapaz de seguir y terminar las más de ochocientas que tiene.
ResponderEliminarInteresante entrada. De tus tres abandonadas, no he leído ninguna. La de Pérez Reverte no me atrajo desde el principio. Además he leído alguno de los Episodios Nacionales de Galdós sobre el mismo tema y no me paetecía repetir.
Un beso.
Siento las faltas, erratas y hasta ratas que debe de haber por ahí. Cada vez estoy más torpe con el teclado. Eso y que pone las mayúsculas cuando quiere, que es muy pocas veces.
EliminarEs un tema complementario, autores que nos encantan y que de repente con un libro se nos quedan atascados. Y la calidad del libro no es la explicación. Yo creo en las segundas y hasta las terceras oportunidades, pero si no pasa de ahí... James Ellroy es un hueso duro, de todos modos.
EliminarUn abrazo.
hola! fantastica entrada en la que nos vemos reflejadas como lctoras, a veces pasa que si no te enganchan las primeras hojas no vale la pena seguir y otras que si, como hacer?? yo creo que la mayoria de las veces tiene que ver como esta narrado, si resulta atractivo o toca una fibra sensible adelante, nosotras disfrutamos muchisimo Absalon, que es enorme y muchos consideran pesado y nos gusto, como dicen por ahi en la variedad esta el gusto!! gracias, saludosbuhos
ResponderEliminarEl de Faulkner suele estar en las categorías del tipo "libros que poca gente ha acabado de leer", junto al Ulises y La broma infinita aparecen mucho. De todo hay, la verdad. Lo importante es disfrutar con la lectura y si se sufre, que sea para bien o con obras que lo merezcan.
EliminarUn abrazo.
A mí me sigue costando abandonar un libro sobre todo si tiene fama de obra maestra. Durante un tiempo, tenía una lista de libros de lectura obligada y me los tragaba a pesar del esfuerzo que me costaba. Lo que sí me ha pasado es que libros que en su momento no me gustaron al releerlos al cabo de los años me han encantado y al revés. A veces sólo es cuestión de madurez o momento personal. Los que nunca me han fallado son los del siglo XIX.
ResponderEliminarUn abrazo
Es que en esos casos hay que hacer un poder y estoy contigo, pocos clásicos del XIX defraudan y muchos de ellos han envejecido bastante bien.
EliminarUn abrazo.
Yo tengo una tasa alta de abandono, sobre todo en tres primeras páginas, cuando todavía son un proyecto de lectura y aún no les he tomado cariño. Lo que más me cuesta es el relevo, la selección de la siguiente lectura. Si supero la página treinta, el libro ya tiene muchas probabilidades de éxito, aunque también los he abandonado ya con barba, con el consiguiente sentimiento de culpa. Éstos suelen quedarse en el limbo de la estantería y son los primeros que recupero. En estos casos, las causa de abandono, suele ser endógena e inexplicable, porque es un fastidio que un libro que echó a caminar con tanto entusiasmo, y al que le has dedicado tanto tiempo, se desinfle a la mitad y no quede remedio que dejarlo en el limbo. Una mata que no ha echado, que dicen en mi pueblo.
ResponderEliminarMe ha encantado la entrada (y el decálogo de Penac).
Un abrazo Gerardo.
Recuerdo leer una entrevista a la editora de Seix Barral, Elena Ramírez, donde decía que en el mundillo llaman "albinos" a estas novelas que empiezan bien pero se desinflan o tienen un final que lo arruina todo. Da rabia cuando sucede, pero supongo que lograr cierto equilibrio no depende solo del talento, sino también de la inspiración e incluso los grandes maestros pueden dar un patinazo.
EliminarUn abrazo.
Pues yo tenía la manía de acabar un libro, sí o sí. Me vanagloriaba de haber dejado apenas un par de libros inconclusos. Pero, de un tiempo a esta parte, he caído en la cuenta de que tengo muy poco tiempo para leer (en todo caso, menos del que me gustaría), así que si no estoy disfrutando, no merece la pena. Y ahora mismo tengo varios libros por ahí a medias, algunos de ellos obras celebradísimas de la literatura universal. Pero ya casi no tengo remordimientos ni nada :P
ResponderEliminar¡Un beso!
Yo también era bastante terco, pero todo cambia con la edad. Lo que me da más miedo es la merma en mi capacidad de concentración, por eso a no ser que lo tenga muy claro no abandono lecturas, las dejo en la reserva. Si al segundo intento no puedo, entonces sí. Obras famosas las hay que no han envejecido bien, también depende de la traducción.
EliminarGracias por tu visita, un abrazo.
¡Hola! Que interesante tu entrada... Estoy de acuerdo contigo en todo. Los lectores somos un mundo. Yo soy de las que abandonan si al principio de la historia (bueno, a veces doy margen de unos cuantos capítulos, incluso a veces he conseguido llegar hasta la mitad de alguno y luego lo he abandonado), no consiguen engancharme. Tengo poco tiempo para leer y tengo claro que lo que leo quiero que me enganche, que me apasione, que me motive a arañar minutos de lectura.
ResponderEliminarTambién tengo claro que en la mayoría de mis abandonos yo soy la única culpable. Te voy a poner un ejemplo que para mi es muy representativo de estos casos: hace muchos años, antes de trabajar en una biblioteca, acabé de leer una novela y no sabia que empezar. Vi en mi estantería "Cien años de soledad" de García Márquez y lo empecé ilusionada. Pero lo abandoné al poco, pensando que era un tostón. Curiosamente al cabo de un año o así me volvió a pasar lo mismo: ningún libro entre mis manos y yo desesperada por leer algo. Volví a cogerlo diciéndome "si es tan famoso y todo el mundo habla maravillas de este libro, por algo será..." Y me sorprendí leyéndolo vorazmente y disfrutándolo enormemente. De hecho me parece un libro buenísimo y soy incapaz de entender porque la primera vez no pude con él. Igual no era el momento.
Besos
En mi caso, la concentración es esencial. Épocas en las que estoy disperso, mejor aparcar las lecturas importantes para otro momento. El de García Márquez me impactó en su día y siempre tengo la tentación de una relectura. En este caso, tu paciencia mereció la pena.
EliminarUn abrazo.
Buena reflexión sobre los inevitable fracasos lectores que uno tiene, ha tenido y, de seguro, tendrá. Yo leí a Pennac hace tiempo y los derechos del lector los suscribo punto por punto. Sobre por qué abandonamos ciertos libros estoy totalmente de acuerdo contigo en que el contexto del lector, el momento de lectura, tiene muchísimo que ver: desde luego es difícil hacerse con las riendas de una historia teniendo la vista y el pensamiento fijos en unos niños (los de cada uno) que juegan a la orilla del mar, O es tedioso e inaguantable leer listas de nombres o de enseres transportados que interrumpen el normal discurrir de la lectura de ficción. En este aspecto a mí también me sucedió con Pérez Reverte que se me hizo muy cuesta arriba dar culmen a su "Trafalgar" convertido más en un diario de a bordo, en una bitácora exhaustiva que en una novela al uso
ResponderEliminarTomo nota de Lidia Davis de quien nada he leído. ¿Me sucederá lo mismo que a ti? Saberlo y comprobarlo me incita a al menos echar una ojeada a sus libros.
Un fuerte abrazo
A Davis no la acabo de desterrar, no era el mejor momento para leerla. He leído además que con la traducción los relatos más breves pierden toda su gracia, puede ser. Respecto a Trafalgar, creo que la novela histórica a veces tiende a lo enciclopédico, es una de las cosas que menos me gustan. Prefiero en este sentido un libro de historia convencional.
EliminarUn abrazo.