Siempre he creído que la poesía existe con anterioridad al poeta. El poeta sabe mirar y su sensibilidad le lleva por caminos amables o terroríficos, a otras dimensiones ignoradas para la mayoría, pero no crea de la
nada. Hay poetas lisiados, les llamo yo,
que son capaces de entornar los ojos y verlo, el mismo relámpago. Pero
incapaces de transcribirlo. Solo viven la sensación, que les hace llorar o les
ahoga. Ven el poema, ríen con él, notan la sangre en efervescencia. Pero no pueden darle
forma corpórea y si lo intentan, fracasan.
Leyendo Aquella
mujer que cantaba un blues,
reconozco enseguida la mirada del poeta. Reconozco esos momentos de éxtasis,
donde el poema se desembaraza de su burka y te mira con ojos cristalinos.
Cógeme. Y Fernando Ruiz de Osma lo hace, es capaz de tender un lazo a esos
instantes, tan breves como un latido o que se prolongan y expanden como el humo
y en los cuáles el poema se manifiesta. Permitidme un ejemplo:
Ayer también volví a mi casa
y saludé en la calle a mi hijo
que jugaba con los otros niños.
Corrió hasta mí y me pidió un beso.
A la ciudad le gusta
mostrar su rostro de crueldad a los muchachos.
Entonces otro niño,
(su padre había muerto hace ya muchos años),
se me acercó corriendo.
Preguntó si yo era el padre de mi hijo
y me pidió también que lo besara.
Lo levanté del suelo con mis manos
y besé su mejilla
cálida y sofocada por el juego.
Después los dos corrieron alejándose
para seguir jugando con los otros.
Ha hecho su aparición. Un simple gesto que pasará desapercibido en mitad de la vorágine, el de un niño que recibe un
beso. No es el de su padre, pero podría serlo. Sabemos que el niño quiere ese beso, pero ¿lo envidia o
necesita? Probablemente ni él lo sabe y además, ¿qué impulsa a un hombre a
ofrecer su amor paterno, a besar la mejilla cálida y sofocada de un niño que no es el
suyo? Ahí transita su alma y la del poema. Pero esta es mi interpretación, el
fogonazo de unos versos que me han impulsado a escribir ahora mismo, ayudado
por la música de Brian Eno con la que logro concentrarme en mis tareas no
escolares.
Si sigo escribiendo y la vez pensando sobre Aquella mujer que cantaba un blues,
encuentro más cosas. Encuentro una mirada cargada de nostalgia, donde el poeta
mira hacia sus pasos, ya no hacia delante, porque a cierta edad mirar hacia
delante es asomarse al final de la vía, a la estación de término.
Camino durante horas, hasta el agotamiento,
para oler otra vez aquel puerto, aquel viaje,
aquella mujer que cantaba un blues.
Hoy he visto en tus manos
una porción de fresas
y a la vez he escuchado
sonidos luminosos en aquellos
hombres que lloran de felicidad.
Bajo cada mañana
a visitar mi tumba
y sonrío y compruebo
que aún sigue vacía.
Habréis notado la transparencia de estos
versos, ajenos a laberintos (“alejados de la ocultación”, dice la sinopsis
editorial) y la familiaridad con la que se expresa el sujeto poético, pero al
mismo tiempo, despojados de cualquier banalidad. Esta virtud tan clasicista, el
equilibrio nada fácil entre sencillez y hondura, es lo que convenció al jurado
del premio de poesía Eladio Cabañero de 2018.
Pero hay más melodía, una tercera nota en este blues: la extrañeza. El mundo, que se ha hecho a sí mismo, no tiene como
fin que lo comprendamos. Ni siquiera la parcela que corresponde a nuestra mano,
tantas y tantas cosas salen de nosotros, nos embaucan y no sabemos darle
explicación.
Esta tarde, al pasar por la puerta
de mi cuarto vacío,
he visto que la cama
seguía aún deshecha.
He extendido las sábanas,
he estirado la almohada
y lo he cubierto todo
con los colores de la manta nueva.
No quise que supierais
que la noche anterior había dormido.
¿Por qué nos gusta tanto
borrar las huellas de todo lo que hacemos?
Son poesías a las que un encuentro fortuito o
cualquier objeto (un semáforo cerrado, la huella de un vaso sobre la mesa),
otorga el primer chispazo y hace andar con paso lento, vaporoso, de trineo
sobre la nieve. El pasado acecha, o como dice Fernando “el recuerdo es terco,
no se deja rendir” y salta sobre tu espalda, te hace mirar atrás, hace que te
encorves y examines los pliegues de tu alma. Esos pliegues cerrados al recuerdo
inmediato, que solo se abren, como la flor del baobab, durante las noches de
silenciosa reflexión.
Versos sencillos, hermosos, que llegan... Me ha gustado mucho los poemas que nos has traído. Y desde luego se nota que lo has disfrutado. Me lo llevo apuntado.
ResponderEliminarBesotes!!!
Sencillo y profundo. Me alegra haber acertado con la selección, no es fácil. Te gustará.
EliminarUn abrazo.
Estupendo artículo, Gerardo. Los tres poemas se me quedan cortos. Son muy buenos. Los tres tienen destellos que tocan la fibra. El beso del niño, la sonrisa ante la tumba vacía, las huellas borradas. Me gustaría seguir leyendo a Fernando Ruiz de Osma. El tandem con Brian Eno parece que funciona.
ResponderEliminarUn abrazo.
Son tres de mis favoritos, pero hay más. La verdad es que Brian Eno me ayuda a concentrarme, serán las ondas beta, jaja.
EliminarUn abrazo.
No suelo leer mucha poesía. Su lectura requiere tiempo y sosiego que no siempre tengo. Sin embargo has conseguido que me entren las ganas. Estos tres poemas que nos ofreces impresionan por su sencillez, esa sencillez tan compleja que parece que sale sola. A ver si encuentro un hueco para disfrutarlo. Un abrazo y gracias
ResponderEliminarEstoy de acuerdo respecto al sosiego. Por eso veo la poesía como un remedio para la dispersión de estos tiempos, una manera de centrarse en algo sin correr de un lado a otro como estamos acostumbrados.
EliminarUn abrazo.
El del beso del niño me ha encantado por su sencillez que me ha emocionado, un simple gesto qué bonito puede llegar a ser.
ResponderEliminarComparto con Ana que no leo mucha poesía pero algunos autores que estoy descubriendo últimamente me gustan porque lo cotidiano lo transforman en hermosas palabras que hacen sentir.
Besos
Esa es la virtud que yo veo en los poetas y me parece algo que no está al alcance de cualquiera. Me alegra que te gusten estos versos, hacía mucho que no sabía de ti, Conxita.
EliminarUn abrazo.
Tengo que reconocer que me tomé unas vacaciones bastante largas del blog. Necesitaba reponer fuerzas que llegaba muy cansada, pero estoy de nuevo volviendo a la normalidad blogera.
EliminarEspero que tu verano fuera fantástico.
Besos
Estoy empezando a leer poesía (así para mí, no tengo intención de reseñarla), a la que solo me había acercado de manera puntual, y quiero leer no solo autores clásicos y consagrados sino también contemporáneos y menos conocidos por el gran público. Así que agradezco este tipo de entradas, pues voy tomando nota para futuras lecturas.
ResponderEliminarUn abrazo
Reseñar poesía me parece muy complicado, es tan subjetiva a veces. No es que una novela no lo sea, pero ya sabes, hay algo como secreto y solo para iniciados en la poesía. Por eso me gusta este poemario, es directo pero no simple. Espero que te gsute.
EliminarUn abrazo.
Ya sabes que yo leo poca poesía. Es un género que no me termina de llenar, salvo excepciones contadas que leí mucho hace muchos años. Tú has sabido transmitir en esta entrada unas inmensas ganas de leer y de compartir espacio con ese padre que besa vicariamente a un hijo ajeno, o con ese otro que hace la cama para no dejar huella de su sueño, o con el que contempla con nostalgia su tumba vacía.
ResponderEliminarNo conocía al autor, pero ya en el título, conquista.
Un beso.
Es un libro que se lee a pequeños sorbos, se puede intercalar perfectamente entre lecturas. Viene muy bien para desconectar y reflexionar sobre esos pequeños detalles que contienen la esencia de lo vivido.
EliminarUn abrazo.
Está claro que el poeta posee una sensibilidad que, por desgracia, no todos tenemos. Solo un poeta es capaz de obtener pensamientos bellos en gestos tan cotidianos y prosaicos como un semáforo en rojo o la huella de un vaso en una mesa.
ResponderEliminarTemo que esa sensibilidad también es necesaria para quien los lee y que si el lector no la posee no llegará a valorar en su justa medida el trabajo del poeta. Es lo que a mí me pasa, no tengo ni sensibilidad ni la serenidad suficiente para conectar con este tipo de lecturas.
Gracias por tan bella reseña donde demuestras que tú sí eres susceptible a la belleza que encierran esos versos.
Un abrazo.
Sobre todo poner esos sentimientos por escrito, es decir, darles forma. Puede ser también una pintura o una pieza musical. No creo que seas tan insensible, Paloma. Lo que pasa es que a veces nos hacemos una idea de las cosas y con ello, sin querer, vamos cerrando puertas.
EliminarUn abrazo.
Describes bonito claro me ha gustado el sabor de tus reseñas
ResponderEliminarGracias, anímate con el libro.
Eliminarqué difícil es acertar con los poemas, al menos a mi me cuesta, y pincho más que acierto aunque he ido quedándome con nombres que me gustan.
ResponderEliminarMe han gustado estos versos que nos dejaste
Besos
Es difícil y además depende mucho del momento, hay temporadas en las que me cuesta centrarme y leer poesía se me hace cuesta arriba. Me regalaron un libro por mi cumpleaños de un autor poco conocido, pero que trata temas que me gustan y todavía lo tengo sin abrir, no encuentro el momento propicio. En fin, manías de lector, supongo.
EliminarUn abrazo.
Yo tuba la gran suerte de nacer cuando encontré la poesía, o mejor dicho, cuando ella me encontró.
ResponderEliminarNo hay malos lectores de poesía, sino malos poetas que hacen de su mal ejercicio desafectos al registro.
Bueno, hasta las especies del subsuelo saben que soy poéticamente hijo de Morgana. Yo me forjé cortos por los pasillos de Ultraversal entre hombres tan grandes como Gavrí Akhenazi, quien dice ser un no poeta siendo uno de loa poetas mas grandes de este tiempo, o Silvio Manuel Carrillo.
Podria citar una lista tan larga de poetas que son para los lectores prácticamente anónimos que necesitaría un rato largo para acabarla.
De momento te dejo algo de mi Matahari (Morgana de palacios)
Me reconozco fiera
El problema es que yo no ofrezco nada,
ni miel ni hiel ni carne de papel,
ni meta que alcanzar ni andarivel
ni siquiera una lengua amaestrada
en violencias virtuales, abocada
al más puro fracaso realista.
Si peco de algo es de fetichista
coleccionando versos asombrosos
que cambio por los míos venenosos
con quien no cree que me pasé de lista.
Me reconozco fiera. De telones
entiendo poco y nada. Boca adentro
carezco de pudor y salgo y entro
de mí sin timidez y a borbotones
sin pretender de nadie absoluciones
al pecado de serme en sinrazón.
Tú cuida, si peligra, el corazón
que conmigo te arriesgas al infarto.
Sé que acabo doliendo como un parto
y que termino siendo una adicción.
Y te estoy taladrando las neuronas
sin pose, sin teatro, sin divismo,
te estoy acompañando a ser tú mismo,
a definirte sin las bravuconas
consignas de la hombría cabalística.
Te estoy zarandeando con la mística
de una mujer que está en huelga de hombre
por motivos que no vienen al caso.
Tan rebelada estoy contra el Parnaso
como tú contra el filo de mi nombre.
Con cosas como este, es un lujo. Poética real, con lenguaje al uso y mensaje perfectamente comprensible y cercano. La poesía tiene que comprenderse lo mismo que su fuera una novela o un cuento, salvo casas extrwmoa.justificados, los galimatías en verso no sirven más que para que la gente diga por ahí que leer poesía es un muermo.
Me encanta la sección, Don!!!!!!
Abrazo.
Gracias por el aporte, John, enriqueces este humilde espacio. La poesía debe ser accesible, estoy contigo. Y eso no significa que haya una sola manera de hacer poesía y por supuesto, no hay que confundir lo sencillo con lo simple. Ese equilibrio es sutil,
Eliminarme parece condenadamente difícil: por eso admiro a los buenos poetas
y soy comprensivo con los que no son tan buenos.
Luego está la otra parte, leer poesía. No siempre es culpa del poeta, este mundo de prisas huye de lo contemplativo y parece que te va a llevar por delante si te paras un instante a pensar en lo que sientes.
Un abrazo.