El reinado de Witiza (1968)
es la primera novela larga protagonizada por Manuel González, alias Plinio,
jefe de la Guardia Municipal de Tomelloso. El personaje, sin embargo, tenía
cierto recorrido en la obra de García Pavón y había protagonizado algunos
relatos, el primero en 1953 y luego con continuidad desde 1965 hasta 1985. La
serie, en total, constó de ocho novelas, tres novelas cortas y un conjunto de
cuentos recopilados por Rey Lear en
2014. Le cabe el honor de inaugurar la literatura policiaca hispana. Aunque hubo
una protohistoria del género, en las novelas de esta temática que publicaba con
periodicidad semanal la editorial Bruguera y cuyos autores utilizaban
seudónimos anglosajones, estas no hacían sino serializar los tópicos del género
negro, sin barniz ni agregado local de relevancia y al decir de los entendidos,
con escasa calidad estilística. De ello se queja el propio García Pavón, en el
prólogo a los primeros cuentos de Plinio, cuando dice:
En España nunca creció de manera vigorosa y diferenciada la novela policíaca y de aventuras. Lectores hay a miles. Transcriptores, simuladores y traductores de las novelas policíacas de otras geografías, a cientos. Nuestra literatura de cordel y crónica negra cuenta desastres y escatologías para todos los gustos y medidas; sin embargo, al escritor español, tan radical en sus gustos y disgustos, nunca le tentó este género que, tratado con arte e intención, podía haber alumbrado muchas parcelas de nuestra vida y distraído a infinitos lectores.
Yo siempre tuve la vaga idea de escribir novelas policíacas muy españolas y con el mayor talento literario que Dios se permitiera prestarme. Novelas con la suficiente suspensión para el lector superficial que sólo quiere excitar sus nervios y la necesaria altura para que al lector sensible no se le cayeran de las manos.
Vamos,
que a García Pavón le tentaba el género, pero era consciente de que debía hilar
fino para lograr ese equilibrio tan preciado que es un poco la piedra filosofal
de todo escritor con pretensiones: el de una trama que enganche y una prosa con
enjundia. En El reinado de Witiza, en
palabras de Kiko Amat, hay “una trama adictiva, intrigante, sin más sordidez
que la necesaria” y añadiría que de cierta complejidad. Hay giros inesperados,
callejones sin salida, todo lo que se pide al género policiaco. Adobado con un
lenguaje rico y sutil, cervantino en su impronta (el propio Plinio es definido
como “la flor de la detectivesca”), con diálogos inteligentes, llenos de
matices. García Pavón tiene siempre un as en la manga, una palabra que colarnos
y lo hace con una habilidad sobrenatural. Uno no puede sino reflexionar sobre
lo rico y hermoso —y añejo, porque es una forma de hablar y de escribir en
desuso— que suena el castellano cuando lo rellenas como un pavo y en
comparación, mucha literatura no parece sino inglés traducido.
Antonio Casal (Plinio), liando un pito. Fotograma de la serie. |
Por
ejemplo, se puede pensar o “darle vueltas al molino”, tener orígenes humildes o
ser “carne de cepa”. Uno no permanece sentado en silencio fumando, “sino
acluecado, perdido en sus humos” y Plinio, que es de carácter tranquilo,
flemático se podría decir, es descrito como alguien que “en cuanto a ideas y criterios
solía tener su alma en almario y no se dejaba arrastrar por esos ventisqueros
de cabeza” y que, al resolver casos difíciles, “ha sacado ascuas muy grandes
del fogón criminal”. Un léxico con un fuerte localismo, porque Plinio es
Tomelloso y La Mancha por extensión, sus usos y costumbres. No se puede
imaginar al jefe de la GMT fuera de su contexto, aunque haga incursiones a
Madrid en otras novelas y aquí se mencione a su vez. Pero es un Madrid, por
decirlo de algún modo, mancheguizado. Como señala David G. Panadero: “da la impresión
que el escenario es el personaje más importante”.
Plinio
es un detective cerebral, pero también un hombre de familia apegado a sus
costumbres y un genial contrapunto al tradicional antihéroe de la novela negra.
Aunque hace gala de una moral intachable, no es alguien
por encima del bien y del mal. Al contrario, es comprensivo con las debilidades
del prójimo, precisamente porque conoce de buen grado a sus semejantes y en
ello, junto a sus famosas intuiciones o pálpitos, basa la resolución de sus
casos. A Plinio se le toma aprecio por su combinación de humanismo y humanidad.
No es un ángel exterminador, no es el sumo sacerdote de la virtud y por ello
creo que su lectura es necesaria. El
rapto de las Sabinas y Las hermanas coloradas,
acabaron de redondear un híbrido, dicen, entre el Maigret de Simenon y el
Montalbano de Camilleri, que cuenta con la ayuda de otro híbrido, esta vez de
Watson y Sancho Panza, que es médico, pero de mulas: don Lotario, trocado el
rucio por un Seat 600.
Pero
vamos con la novela. Tras unos primeros compases donde se describe con maestría
una tarde de junio, en la que “el cielo estaba de un gris gordo y obsesionante
que aplastaba las casas y la torre, se metía por puertas y ventanas, amainaba
pájaros y gritos, empozaba el pueblo” el engranaje de la novela echa a rodar
con la aparición del nicho tapiado que Antonio el Faraón, corredor de vinos,
tenía comprao y disponible en el
cementerio. La sorpresa viene cuando al picar el tabiquillo del nicho,
descubren dentro un cajón con el cadáver embalsamado de un desconocido. Para
lograr su identificación, Plinio pedirá al fotógrafo del pueblo unos retratos y
su difusión en la prensa. Esto y unos pregones para que el pueblo se acerque
por si el muerto les resulta conocido, provocará toda una cascada de situaciones
a cada cuál más berlanguiana.
García
Pavón, como si hiciera pleita de esparto, irá entrelazando estampas
costumbristas y pesquisas policiacas, haciendo desfilar una galería de personajes
de esperpento. En las aventuras de Plinio hay menos ternura de la que uno puede
encontrar en sus Cuentos
Republicanos o Los liberales, porque se impone la sátira, picante, por ejemplo, en las tres
aristócratas que acuden a reclamar el cadáver, su doble moral y las
servidumbres de la autoridad civil y eclesiástica con las gentes de orden. En
la mezquindad del prójimo cuando se trata de reconocer los méritos del vecino,
“ante el hombre vivo que destaca el Juan particular se siente molesto. Cuando
muere aquel, el Juan particular presume de paisanaje”. También un humor tirando
a negro, cuando la popularidad del muerto crece tanto entre la
gente del pueblo que un emprendedor rural decide hacer máscaras y venderlas en
el mercado. Por allí merodea el tabloide de la época, El Caso, dejando claro el gusto ibérico por el morbo y lo grotesco.
La serie de Plino está en Youtube, por si queréis echarle un vistazo. Aunque la caracterización está bien lograda, falta todo el humor y gracejo de la novela.
Y a salto de mata, se cuela una filosofía popular añeja, que quizá con los años ha enranciado, sobre todo cuando trata el tema femenino. No quiero decir que cambiase nada de Plinio, ni un ápice. Cada uno es hijo de su tiempo y hay que ver las cosas en su contexto, no nos pase como a los del Teatro del Maggio de Florencia que cambiaron el final de Carmen por "machista". Imagino que dentro de treinta años habrá quien se eche las manos a la cabeza con ciertos comportamientos actuales que la mayoría encaja dentro de la normalidad. En cualquier caso, sirvan estos dos ejemplos puestos en boca del filósofo Braulio:
Cuando ciertos padres se ponen tan prósperos con sus hijos, y les dicen que bastante favor les han hecho con traerlos al mundo, me da una rabia… La faena, coño, ha sido traerlos a las galeras y tormentos que acopia la vida del más pintado… Como inocentes engañados debían tratarlos, y arrepentirse de haberlos metido en este berenjenal… Por eso, sin saber muy bien lo que me hacía, un servidor no se casó. Ni tuvo hijos en lo ajeno. Y ahora con mi conciencia tranquila de no haber embarcao a nadie en esta cardenchera…
Lo que os digo. Las mujeres tenían que vivir solas en un barrio. De la plaza pa’l norte. Allí que chillaran, se pusieran verdes, dieran de mamar a los hijos y se lavaran las vergüenzas. Y los hombres, de la Plaza pa’l sur. Tranquilos, en sus negocios, su vino, sus pitos y su parla. Íbamos a vivir como Dios… A la hora de la fornicativa, el campanero tocaba la campana mayor y cada uno pasaba al norte a echar su mandao. Y después al barrio sur. No hay más cáscaras. Veríais qué paz.
Uno de
los momentos más entrañables de las aventuras de Plinio son esas pausas de zen
manchego, donde los hombres se esparcen, lían un cigarrillo y degustan un vino
de tinaja, dejando su lugar al silencio.
Era tan bueno el fresco de la cueva, tan tragadero el blanco y aromático y viril el tabaco del señor veterinario, que los tres hombres tardaron mucho en romper a hablar. Allí permanecían acluecados, perdidos en sus humos, sus tragos y sus imaginativas.
El
resultado, despachado de forma algo desdeñosa por otro de los fundadores de la
novela negra en España, Vázquez Montalbán con “un mero estudio de costumbres en
un pueblo de la Mancha”, tiene sin embargo un relumbre cervantino, un ritmo y
un uso del diálogo que te lleva en volandas. García Pavón quiebra la
indiferencia del lector página tras página, bien con una carcajada, bien con un
gesto de intriga. Así que picando un poco es evidente que hay algo más que
costumbrismo y si Vázquez Montalbán no lo quiso admitir, con poco que leyera lo
tuvo que ver.
Algunos participantes del grupo de lectura, entre los que se encuentra un servidor. |
El
personaje de Plinio alcanzó altas cotas de popularidad y se rodó una serie televisión
en los años 70, aunque con el tiempo Pavón ha caído en el olvido. Acusado de
conservador en lo político y costumbrista en lo literario, su éxito durante el
tardofranquismo le pasó la minuta o quizá la historia de la literatura es así
de caprichosa, pero sonroja comparar su prosa con escritores de su época y un
poco posteriores que siguen en los altares. Hay quien puede ver el olvido de Plinio,
frente a sus homónimos urbanitas como un capítulo más del tradicional ninguneo
de la ciudad y la periferia al mundo rural de interior, que se percibe como simple, brutal
y en decadencia. Ambientando sus novelas en Tomelloso, haciendo a su detective beber
cazalla, lavarse con agua del pozo, desayunar café con churros y tener como lugarteniente
a un veterinario de mulas, García Pavón hizo algo único, pero se ganó el
menosprecio de los que consideran el campo un peldaño más abajo en la evolución
o como mucho un vacío pintoresco para pasar los días de puente (dicho esto sin acritud). Sobre el tema os dejo
este enlace.
Sin
embargo, aquí en su pueblo García Pavón sigue vivo. Eso no significa que medio
Tomelloso esté aferrado a un libro (ni siquiera un cuarto), pero sí que las
andanzas del jefe de la GMT y don Lotario son
apreciadas y conocidas. Además, entre los que matamos parte de nuestro tiempo
escribiendo, García Pavón es un referente ineludible y una influencia de primer
orden. En 2019 se cumplirán cien años de su nacimiento, toda su obra mayor ha
sido reeditada por Rey Lear y una editora local, Ediciones Soubriet, así que no
hay excusas.
Para
acabar, todo el que se acerque a la obra del manchego y se sienta intrigado (o
se llegue a calentar la cabeza) con su léxico tan particular, puede consultar
el diccionario donde su hija, la también escritora Sonia García Soubriet,
recopiló los vocablos y expresiones más peculiares de su narrativa, legado de
la imaginación y capacidad del propio Pavón con no pocos neologismos y de un
castellano castizo, de raíz manchego-tomellosera. Hay que ponerse en situación
y pensar en el pobre traductor al que le tocó verter al sueco o al polaco (las novelas de Plinio han sido traducias a siete idiomas) palabras como
“asura”, “cansinear”, “rompetoscas”, “almorchón” o “candorro”.
¡Magnifica reseña! Creo que ya te comente, que había leido algo de García Pavón, pero con tu reseña acabaré de leer toda su obra( cuando desaloje un poco la pila de " pendientes").
ResponderEliminarUn abrazo.
A mí me queda bastante aún, pero creo que merece la pena. Eso sí, es una obra extensa. Tengo ahora por casa una rareza que se sacó de la manga, "La guerra de los dos mil años", calificada como de "ciencia-ficción". Veremos que tal.
EliminarUn abrazo.
Leí "Las hermanas coloradas" hace muchos años. Salió en una de esas colecciones de El Mundo. Recuerdo que me gustó y me sorprendió porque no sabía yo que en los años cincuenta y sesenta se hubiera escrito novela policíaca con esa calidad. Tal vez me anime a leer algo más de Plinio.
ResponderEliminarPor cierto, Gerardo, el enlace que dejas, me da error.
Un beso.
Tengo algunos ejemplares de aquella colección, por ejemplo el de "Cien años de soledad". Esa y la de El País me vinieron muy bien para poder leer a los grandes sin afectar demasiado a mi economía de estudiante. Fue Premio Nadal, por cierto.
EliminarY claro que sí, te animo a seguir con Plinio. "El reinado de Witiza" y "El rapto de las Sabinas", junto a la que mencionas, pasan por ser las mejores. A mí también me gusta mucho "El último sábado", es una novela corta que se lee en un par de horas. Te lo recomiendo.
Ya está solucionado lo del enlace, gracias.
Un abrazo.
Como ya te comenté en tu anterior entrada, me anoté los títulos en la wishlist, a espera de que sacaras reseña y nos contaras.
ResponderEliminarEn primer lugar, qué bueno lo del club de lectura. ME encantaría poder apuntarme a uno físico. De momento, solo estoy en uno de Facebook.
Después de leerte, creo que arriesgaría a regalárselo a mi padre, que tiene un concepto de novela policíaca más amplio que el mío, y si él me dice "te va a gustar", me animo.
Gracias como siempre por tu opinión, unida a letras, cine o series, que me encanta.
BEsos y feliz fin de semana.
Puede que tu padre conozca a Plinio. Estas novelas fueron populares en los 70, cuando se hizo además la serie de televisión. Son especiales y únicas, además Pavón escribe como pocos.
EliminarTambién es mi primer grupo de lectura físico, jaja.
Feliz domingo.
Es curioso que Vázquez Montalbán hiciera semejante afirmación sobre García Pavón. Sin ir más lejos, "La rosa de Alejandría" se desarrolla en pueblos de la Sierra de Segura (Molinicos, Riópar, Elche de la Sierra...) en los que también realiza "estudios de costumbres" (sobre todo gastronómicas). Imagino que el comentario tiene más un trasfondo político que literario. Puede que a finales de los setenta y primeros ochenta Carvalho fuese más atractivo que Plinio por lo que representaba ideológicamente.
ResponderEliminarPasado el tiempo, Plinio es un personaje que hay que reivindicar, lo mismo que a su autor.
Enhorabuena por la iniciativa... y disfrutar de novela negra.
Un abrazo.
Echaré un vistazo a ese libro. Efectivamente, varios compañeros coincidimos que detrás del comentario de Vázquez Montalbán había algo más. Plinio es una rareza en nuestras letras y como tal merece su hueco.
EliminarUn abrazo.
Pues tengo que reconocer que hasta hace poquito no he conocido a este autor. Y lo tenía ahí en mi lista de pendientes, pero casi en la cola. Y ahora vas a hacer que le adelante puestos, que parece que merece la pena conocer a Plinio.
ResponderEliminarY no te preocupes, que ya vi La caja de música. Y dos veces. Gran película.
Besotes!!!
Si te gusta además el relato corto, es de los mejores. Un maestro del arte de la palabra que no deja indiferente.
EliminarImaginaba yo que esa película la tenías más que controlada, jaja.
Un abrazo.
Hola Gerardo pues no lo conocía a este autor ni tampoco a su Plinio ni que hubiera una serie, vamos que me marcho de tu blog casi con deberes de conocer un poco más al autor.
ResponderEliminarAbrazos
Fíjate y eso que fue popular en su época. La historia de la literatura es así, supongo: eres algo, pasa el tiempo y una avalancha te sepulta. Seguro que te llama la atención como poco, Conxita.
EliminarUn abrazo.
Admito no conocer gran cosa de García Pavón, más allá de algunas lejanas resonancias de quien ha leído (y leo) literatura española, y husmea con entusiasmo arqueológico por su historia. Pero de leerlo, nada.
ResponderEliminarMe ha encantado eso de las pausas de zen manchego, muy evocador de la quietud y el silencio meseteño :)
No sé si debiera sorprenderme esa acritud de Montalbán hacia Pavón, más que nada por ser la enésima constatación de la ancestral “mala baba” ibérica que repartimos a diestro y siniestro, ya sea en el mundo de la farándula, la política, las letras… por estos lares el talento del vecino siempre levanta ascuas.
Decía el honesto y culto Andrés Amorós, filólogo y catedrático de literatura, entre otras cosas, (muy recomendable su “Introducción a la literatura”), que muchos comentarios y críticas literarias se asientan sobre un alarmante simplificación de la realidad, ahí queda.
Tomo nota. Eso que señalas del lenguaje cervantino, imbuido de la quietud meseteña, o mejor tu magnífica expresión, “zen manchego” me seduce.
Jaja, tela para el traductor, sí.
Un fuerte abrazo, Gerardo.
Sí, esos momentos me encantan. Buena culpa tiene Plinio de que no haya sido capaz de quitarme esa costumbre, la de echar un cigarrillo de vez en cuando.
EliminarTengo el libro de Amorós en casa, por otro recomendación previa. Tiene mucha razón, simplificando todo encaja, pero se pierde la perspectiva. Y en ocasiones, se es tremendamente injusto. Por eso trato de ser muy cauto con mis afirmaciones en la llanura, aparte de que tampoco soy doctor de nada para ir extendiendo recetas, jaja.
Lo de la envidia ibérica ya es tema viejo. Unamuno le dedicó su espacio y también Pavón en esta novela, cuando Plinio se lamenta de la gente valiosa que es menospreciada por sus vecinos en vida y luego ensalzada al morir. En fin.
Un fuerte abrazo para tí también.
El personaje principal, Plinio, me sonaba mucho y creí haber leído alguna de las novelas de la serie. Luego, al final de tu crónica, creo saber por qué me sonaba tanto: por la serie de televisión. Es posible que la viera en casa con mis padres aunque yo sería una niña.
ResponderEliminarAunque el género policíaco no es lo mío, me animas a leer al menos esta primera novela de la serie. Esa caracterización manchega me atrae y que se escriba de manera "muy nuestra" también. Si hay algo que detesto es leer novelas escritas por españoles que se ambienten en otros países (cuando la trama no obliga a hacerlo) y tengan como protagonistas a personajes con nombres extranjeros.
Apuntada queda esta novela.
Un abrazo.
Te va a gustar su sentido del humor y esa galería de personajes esperpénticos. Es todo muy, muy castizo. Pero aparte, es que tiene un trama bien pensada y enganchan las pesquisas de Plinio, hay que reconocerlo. Una lectura entretenida.
EliminarTambién desconfío un poco de esas extrapolaciones, con la de materia prima que tenemos en la piel de toro no hace falta irnos tan lejos.
Un abrazo.
¡Hola, Gerardo! Desconocía al personaje y desde luego tu magnífica reseña me anima a recuperar su lectura. Ese sentido del humor mezclado con el género detectivesco ha conseguido picarme la curiosidad. Sin haberlo leído me ha llevado pensar en un estilo parecido al de Eduardo Mendoza. Un abrazo!
ResponderEliminarPuede que sí, algo tienen que ver. Aunque lo de Pavón es más manchego, el léxico y luego a partir de ahí se saca de la manga neologismos y giros muy cervantinos. Como escritor te lo recomendaría sin dudarlo, se aprende mucho de él. Luego la trama es más convencional, las típicas disquisiciones policiacas. Hechas con mucha tino, eso sí.
EliminarUn abrazo.
Hola de nuevo. Recupero el comentario que, en vez de publicarse aquí, salió por otros lares. Me ha encantado este viaje al mundo de Plinio. Mi padre, gran lector, tenía en casa un par de novelas de García Pavón en las que Plinio y don Lotario, a modo de Watson, investigaban casos en Tomelloso. Don Lotario, además, era veterinario y García pavón usaba ese gran vocablo de "albéitar" para resumirnos su profesión. Culta palabra de origen árabe que, cosa curiosa, se usa en euskera para llamar al veterinario, al que en el norte llaman "albaitari". Siempre me acuerdo de García Pavón por ello. Disfruté mucho de sus novelas policíacas. Las leí cuando era adolescente y recuerdo que tenían mucha gracia. En una feria del libro encontré todas las novelas de Plinio en un tocho enorme...y me lo compré, claro. Me apetece releerlo gracias a ti.
ResponderEliminarYa lo vi, a veces blogger hace cosas muy raras. Por ejemplo, yo no soy capaz de publicar comentarios con Chrome. Tengo que utilizar otro navegador. En fin, me encanta ese vínculo línguistico entre La Mancha y Euskadi. Nos une nuestra historia, pero en los últimos tiempos esta palabra se utiliza más para separar que otra cosa. Sin duda, Pavón tenía un gran dominio del idioma y es una de las cosas que más me gusta como lector: la capacidad que tiene para sorprenderme, para utilizar la palabra precisa o inventar otra que viene como anillo al dedo. Uno de los grandes, que merecer la pena recuperar.
EliminarEspero que sigas con la inercia de Plinio, desde luego son lecturas para pasar un buen rato.
Saludos.
Tuvo ciertamente su momento de esplendor... Quién me diría a mí que iba a acabar por sus tierras manchegas. No sé si releería ahora las aventuras de Plinio, aunque quizás conocer más estas tierras me daría otra perspectiva.
ResponderEliminarUn abrazo
Puede ser, aunque La Mancha de la que habla Pavón es cosa del pasado. Aparte de que todo pasa por su tamiz personal. Incluso las palabras que el retuerce y rebusca, por lo que casi me atrevo a hablar de "La Mancha de Pavón", más que otra cosa. Puede que se disfrute más de esta segunda que de la primera y te lo dice un autóctono ;)
EliminarUn abrazo
Vaya, me ha encantado leerte. Además confieso que no es una pluma que conozca y has despertado mi interés. A fin de cuentas para eso existen las reseñas, no?
ResponderEliminarMuchas gracias por el descubrimiento
Besos
Totalmente de acuerdo. Desde que llevo el blog y frecuento otros, mis lecturas se han multiplicado de manera exponencial. Lo malo es que a veces te agobias un pelín, pero un estrés más o menos llevadero.
EliminarUn abrazo.
Que me gusta mucho la palabra añejo, que has utilizado un par de veces en esta reseña, por todo lo que me sugiere; así como también me ha gustado eso de estar "acueclado, perdido en sus humos" de Pavón. Curioso, por cierto, (e ilustrativo y enriquecedor) lo del diccionario de la hija.
ResponderEliminarFíjate que iba pensando según te leía que el bueno de Plinio y sus historias podrían sacarme más de una sonrisa, y eso que es complicado que un libro me haga reír. Menos mal que luego has señalado que la novela cuenta con dosis de humor negro, pues ya estaba pensando que me estaba montando yo una película en mi cabeza.
Y, hablando de películas, decir que desconocía la serie posterior, así como al autor y su trabajo, motivo por el cual te agradezco que lo hayas rescatado y le hayas brindado este pequeño homenaje en tu blog.
Un abrazo
Es preciosa esa frase y sobre todo, es una manera de contar tan imaginativa, tan sugerente. Mi devoción por Plinio está condicionada porque es parte de mi cultura, a pesar de todo, creo que es una lectura valiosa. Se merecía algo más que mi pequeño homenaje, pero cada uno pone su grano de arena.
EliminarUn abrazo.
Buen día, buen año y buenas lecturas.
ResponderEliminarHacía tiempo que no pasaba por tu blog Gerardo (de hecho apenas paso por el mío, soy poco bloguero) y si hoy lo hago es de manera indirecta y por otro motivo pero... ¡Me alegro de haberlo hecho! Porque me encuentro con esta joyita de post dedicado a mi admirado, a mi referencial F.G.Pavón. He leido pir partida doble, triple... toda la serie de Plinio y además, tengo casi todos sus libros en aquella estupenda colección de "áncora y delfín" que los de mi generación recordarán. De las novelas de Plinio todas me encantan (Las hermanas coloradas gano el Nadal en el 68 o 69 cuando el Nadal... ¡ejem!), pero a mí una de las que más me gustan es UNA SEMANA DE LLUVIA, y no sé por qué; también, desearía aconsejar la lectura de una de sus novelas cortas que me parece una genialidad: Los carros vacíos. Ya me dirás (me dirán) quienes la lean, porque me gustaría seguir hablando de G. PAVÓN, escritor a quien como ya he apuntado admiro, leo y releo, tanto es así que en estos momentos tengo preparado para "devorar" la que está considerada quizá como su mejor novela: YA NO ES AYER.
Salud.
E. J. de L. F.
Hola, Enrique. Pues tengo un ejemplar de Áncora y Delfín, con sobrecubierta, que compré en un mercadillo. Y es precisamente "Una semana de lluvia". Antológicas las gachas del cabo Maleza, jaja. García Pavón es un maestro para cualquier escritor que se precie, una delicia para sus lectores. Tengo localizada una entrevista de la que he sacado algunas ideas para comentar aquí en el blog, pero de momento estoy un poco parado. Demasiadas cosas a la vez.
EliminarUn abrazo.
Brrr... ¡Pero qué mal me sienta cuando hago un comentario y en el proceso de subirlo se pierde en el limbo! (justo lo que me ha ocurrido)
ResponderEliminarEn fin, que te venía a responder Gerardo, que si sigues adelante con lo de García Pavón, estaré encantado de contestar/participar/aportar. Tengo algunos datos y cosillas por ahí que seguro te (os) resultan interesantes, así, por encima, te diré que conozco a dos personas que a su vez han conocido a García Pavón, uno de ellos es el hijo del peluquero que a Pavón le cortaba el pelo y afeitaba cuando estaba en Tomelloso... Hemos hablado algunas veces del genial escritor manchego, en fin, quizá sea "chacarrillería" que puede que dijese tu paisano, pero al menos resulta entrañable... ¡yo qué sé!
quisiera, además, romper una lanza a favor de la, para mí, genial serie de Plinio que TVE hizo allá por 1972. A mi modo de ver, está muy bien resuelta, los guiones (de Garci) muy bien hechos y la ambientación aun mejor, con aquellos excelentes actores (cuando se les sabía dar un papel merecedor) que fueron Antonio Casal (Plinio) y Alfonso del Real (don Lotario). Un imprescindible de todas todas (siempre según mi modesto criterio). Por cierto que la editorial, ya sé que no viene muy al caso, pero bueno, que se digno a publicarme (e insiste en seguir haciéndolo, Carpe Noctem, fue fundada por otro "cuasi" paisano vuestro, el gran Felix Grande.
Salud
E.J.
Cada semana hemos dedicado una lectura a un autor. García Pavón fue en enero y ahora estamos con Vázquez Montalbán y Juan Madrid. Como es de Tomelloso salieron muchas anécdotas en lo que respecta a lo personal, el que más y el que menos lo había tratado. Una pena, en cualquier caso, no haber contado con tu aportación.
EliminarLa serie es buena, pero creo que falta el sentido del humor de las novelas. En cierto sentido, Plinio es imposible de trasladar al cien por cien: hay que leerlo. Lo que tampoco está mal.
Recuerdo lo de la editorial Carpe Noctem, me lo comentaste alguna vez. Félix Grande nació en Extremadura por una cuestión azarosa, pero es paisano de pata negra. "La balada del abuelo Palancas" es buena muestra.
Mucho suerte con tus proyectos, Enrique.
Saludos.
Jóóó…, me acaba de ocurrir lo mismo que a Enrique. Se me ha ido al limbo del hiperespacio el comentario que ya casi estaba finalizando. Intentaré reconstruirlo.
ResponderEliminarTe decía que en mis primeros años de universitario veía con gusto en casa de mis padres la serie “Plinio” que se pasaba semanalmente por televisión. También te comentaba algo sobre la injusticia de nuestros gobernantes que sin bases literarias sólidas encumbran o abaten escritores sin siquiera haberlos leído sólo por haber escrito en una etapa o haber gozado del favor popular en pleno tardofranquismo como es el caso de García Pavón. ¡Qué pena, madre mía! Y lo peor es que como borregos son seguidos en masa por los posibles lectores que se niegan a comprobar por sí mismo la veracidad de estas acusaciones.
Yo, por mi parte, tras leer tu magnífica reseña, me impongo como obligación leer algo de Francisco García Pavón. Es más voy a engancharme a un reto que ayer promocionaba Rosa Berros de leer clásicos y con esta disculpa tomaré algún libro de este manchego. Lo haré entre otras cosa porque me encanta el vocabulario terruñero que utiliza y que veo tú también empleas (ese “pleita de esparto” que te he leído me ha gustado mucho).
Muchas gracias; Gerardo, por esta fantástica entrada sobre este escritor que conviene recuperar.
Un abrazo
A mí me pasaba sobre todo con Chrome, pero desde que utilizo Opera no me ha vuelto a ocurrir. Por probar...
EliminarY bueno, ciertos autores son denostados o ensalzados, a veces, por razones poco literarias. Pero creo que el buen lector sabe distinguir y quizá es más justo que los políticos porque las muchas y variadas lecturas le han alejado del sectarismo. Eso quiero suponer.
Te recomiendo cualquier novela de Plino, las tres primeras mejor y los cuentos. Un maestro. Y con el vocabulario disfrutarás de verdad, jaja.
Un abrazo y gracias por tu atenta lectura.