Siempre
se dice de la selva amazónica que es el pulmón del mundo. Y la farmacia. Un territorio impenetrable, cambiante, cuyo fulgor esmeralda es muy diferente a la llanura donde vegeto. Aquí, solo hay horizonte. Es un paisaje en pausa. Se me hace por tanto difícil concebir un
espacio en continua palpitación. Mi tierra parece un
decorado, un telón pintado de añil. En la selva, aún cuando
la lluvia cae con una densidad que impide ver un metro por delante, la
vegetación contiene el aguacero en su cúspide y solo a intervalos se derrama en
pequeñas cataratas. Luis Sepúlveda dice “el cielo era una inflada panza de
burro colgando amenazante a escasos palmos de las cabezas”, ¿qué tiene que ver
con el techo de cristal, casi en contacto con el espacio sidéreo de la llanura?
La llanura es tan transparente que apenas guarda algún secreto. Las pedrizas se
yerguen a la vista, como cicatrices entre los retales de parcelas, amarillas,
ocres, el verde transitorio del cereal o las viñas. Ni siquiera el monte abigarrado, los manojos de tomillo, las
escasas encinas de gruesa corteza. No hay donde esconderse. En la selva, bajo
el fango, duermen escorpiones y serpientes de varios metros. La lluvia arrastra
una cascada de insectos que engullen los peces. Los shuar, mal llamados
“jíbaros”, “unos hombres semidesnudos, los rostros pintados con pulpa de achiote
y adornos multicolores en las cabezas y los brazos” conocen “el arte de
convivir con la selva”. En la llanura, antes de la industrialización, bastaba
un lazo, un pozo y agachar las corvas para arañar la costra caliza y hurgar
dentro de la tierra. No era poco, desde luego, pero no requería tanta simbiosis. Exigía más bien el cambio, la transformación, para sobrevivir:
desbrozar, retirar la piedra, arar, sembrar y recoger la cosecha. Arrinconar el
poco bosque y sus alimañas. Levantar una vivienda de tapial y otra, hasta tener
un pueblo.
Imagen de la selva amazónica (foto: tocadacotia.com) y la llanura manchega. |
Antonio
José Bolívar Proaño es un viejo que vive en un reducto aislado de la amazonia,
un pueblacho llamado “El Idilio”, gobernado por un gordo sudoroso, único
representante del estado en aquel paraje selvático. Allí consume su vejez
leyendo con ayuda de una lupa, “lentamente, juntado las sílabas, murmurándolas a media voz como si
las paladeara”, novelas de amor, de las que le provee
cada seis meses el doctor Rubicundo Loachamín. Un pícaro que extrae los dientes
podridos a los lugareños valiéndose de una particular anestesia: “ya sé que
duele. ¿Y de quién es la culpa? ¿A ver? ¿Mía? Del Gobierno! Métetelo bien en la
mollera. El Gobierno tiene la culpa de que tengas los dientes podridos. El
Gobierno es culpable de que te duela.” Bolívar tiene amistad con el médico,
porque le extrajo las piezas podridas y le dejó una prótesis a buen precio, que
lleva envuelta en un pañuelo descolorido, “¿y por qué no los usas, viejo?” “No
estaba ni comiendo ni hablando. ¿Para qué gastarlos entonces?”.
El viejo
fue joven una vez y con su esposa, Dolores Encarnación del Santísimo Sacramento
Estupiñán Otavalo, bajó de la sierra mordiendo el señuelo que el gobierno había
dispuesto para poblar zonas remotas de la amazonia, disputadas al Perú. Allí
comenzó una estéril lucha con la lluvia, los mosquitos, las fiebres, la crecida
incesante del río y las serpientes. Hasta que los shuar, compadecidos,
adoptaron a Bolívar, que aprendió de ellos el lenguaje de la selva. Tuvo que
volver a la civilización, sin embargo.
Desde su choza el viejo contempla la depredación de los colonos, cazadores
furtivos y buscadores de oro, “construyendo la obra maestra del hombre
civilizado: el desierto”. Ignorantes de las leyes de la selva, al quebrantarla
la vuelven contra ellos. Por eso la aparición de un gringo muerto desata los
acontecimientos. Una hembra de tigre se ha cobrado la vida del cazador y vaga
con sed de venganza. No tardan en aparecer otros muertos y la autoridad de El Idilio,
decide salir a darle caza. ¿Será el último encuentro de Antonio José Bolívar
Proaño con el lugar que le permitió dar a la palabra “libertad” un sentido?
Fotograma de la película basada en el libro (foto: fantasmasculturales.wordpress.com.) No sé por qué, imaginaba al viejo Bolívar de otra manera... |
"Un viejo que leía novelas de amor" es un alegato ecologista de 137 páginas, con personajes memorables,
palpitante, donde también se rinde un pequeño homenaje a esas “palabras
hermosas que a veces hacen olvidar la barbarie humana” y que nosotros llamamos
literatura. Escrita por Luis Sepúlveda en 1988, recibió el Premio Tigre Juan de
Oviedo. Según dice la Wikipedia, ha sido traducida a 60 idiomas, ha vendido 18
millones de libros en todo el mundo y fue adaptada al cine con Richard Dreyfuss
como Antonio José Bolívar. Así que poco voy a poder añadir que no se sepa. Ha
sido después de su lectura cuando he descubierto que la novela en cuestión era
todo un fenómeno, pero nunca es tarde. Primer libro de estas vacaciones.
Actualización abril de 2020: acabo de conocer la triste de noticia del fallecimiento de Luis Sepúlveda. Vivirá en sus novelas y será bien acogido, seguro, en el cielo de las letras. Sirva esta humilde reseña como tributo a su talento imperecedero. D.E.P.
Actualización abril de 2020: acabo de conocer la triste de noticia del fallecimiento de Luis Sepúlveda. Vivirá en sus novelas y será bien acogido, seguro, en el cielo de las letras. Sirva esta humilde reseña como tributo a su talento imperecedero. D.E.P.
Creo que ya te había comentado (aunque ahora que lo pienso, a lo mejor, no fue a ti; ay madre, qué cabeza) que esta novela no me gustó mucho cuando la leí. Tal vez no era su momento o tal vez trata demasiado de la naturaleza y en literatura prefiero los dramas humanos a los naturales. La verdad es que recuerdo muy poco, salvo esa falta de entusiasmo. El caso es que revisando mi lista de leídos he visto que la he leído dos veces. No sé por qué.
ResponderEliminarMuchos años después, para la tertulia del instituto, leí "La sombra de lo que fuimos" y esa sí, me fascinó por la forma y por el contenido.
Muy buena la comparación entre la Llanura manchega y la selva amazónica.
Un beso.
No recuerdo que me lo comentaras, pero vete a saber, jaja. Sobre gustos ya sabes que no hay nada escrito. Precisamente me acerqué a este autor por el libro que citas, en la biblioteca solo tenían el de "Un viejo...", pero me ha gustado, el mensaje y el estilo. Espero hacerme con el otro.
EliminarAbrazos.
Me apunto esta novela para ya mismo. Lo que cuentas de ella y esa incursión en una de las zonas más desconocidas del planeta me ha llamado mucho la atención.
ResponderEliminar¿Que no te imaginabas a Bolívar como sale en la película? Siempre que se adapta una novela al cine y he leído previamente el libro, casi nunca la imagen de los personajes se adapta a la que yo tengo en mi cabeza. No sé si porque el escritor no es puntilloso a la hora de describir el personaje en cuestión, porque yo le añado características que el autor no da o (y me temo que esto es lo más habitual) porque el guionista o el encargado del 'casting' no se ha leído la novela.
En cuanto a la diferencia entre La Mancha y la selva es grande, sí, pero si te sirve de consuelo es mucho más sano el clima manchego que el selvático, tanta humedad es fuente de enfermedades.
Un abrazo, Gerardo.
Es una lectura breve y a ratos muy divertida. El viejo protagonista es entrañable, pero por los detalles del libro (por ejemplo la dentadura postiza, la edad) no le veo ningún parecido con Dreyfuss. Según he leído el autor es militante de Greenpeace y no hace esfuerzos en disimularlo.
EliminarLa llanura es un ambiente mucho más sano, claro que sí. Solo quería hacer notar el contraste entre el tiempo detenido y la pausa de La Mancha y ese otro mundo selvático mudable y en continuo movimiento. Creo que un llanero por aquellos lares lo pasaría francamente mal.
Un abrazo.
El arranque de la reseña es sencillamente brutal, Gerardo. Puedo imaginarme esa ambientación tropical de la novela que tan bien has descrito. Conocía el título y autor de la obra, pero no el argumento. Sobra decir que he quedado más que convencida.
ResponderEliminarUn abrazo.
La ambientación está muy conseguida, todo, las descripciones, los nombres, el ambiente, te traslada a la selva amazónica. Es una buena lectura, sin duda.
EliminarUn abrazo.
Precioso inicio de reseña con esa contraposición entre tu llanura y la selva amazónica. La novela no la he leído, aunque solo el título invita a ello, pero entre nuevos títulos que voy incorporando a la lista y eternos pendientes no doy abasto.
ResponderEliminarSuele ocurrir que la recreación que hacemos con los personajes de las novelas no coincide con la de las adaptaciones cinematográficas. De ahí, supongo, en parte, que muchas de ellas nos decepcionen.
Un abrazo
La película está en youtube y tan solo le he echado un vistazo. Quitando la cuestión del casting, parece que capta el espíritu del libro, quizá con menos sentido del humor. A ver si me pongo y la veo.
EliminarQue pases buen domingo.
Espléndida reseña Gerardo. Me ha encantado el contraste de paisajes que describes al principio, sencillamente genial. Y bueno la historia me atrae cantidad y a pesar de tener una lista interminable de libros pendientes, seguro que se cuela por ahí, comentas que es breve y me ha convencido.
ResponderEliminarUn abrazo y feliz semana.
Es una lectura breve a la que en cualquier momento se le puede hacer un hueco, si te gusta este tipo de historia seguro que es visto y no visto.
EliminarUn abrazo.
Conozco al autor pero no he leído la novela, tampoco sabía que hubiera tenido tanto éxito. Tu reseña indica que merece la pena su lectura. La selva amazónica siempre nos lleva a pensar en aventuras (y peligros) y eso es un gran incentivo para buscarla.
ResponderEliminarGracias por descubrir una novela interesante.
Abrazos!!
Yo me he enterado del éxito al investigar después, pero sí: veinte millones de libros se dice pronto. Una gran lectura para el verano, entretenida y que invita a la reflexión.
EliminarSaludos.
Muy buena elección,Gerardo, y mejor aún tu reseña donde pones de manifiesto el contraste entre la selva y tu llanura mesetaria. Leí la novela hace dos años. La propuso una buena amiga de una tertulia literaria. Me gustó mucho el amor a la literatura que transmite, su capacidad para llevar mundos alejados en el tiempo y en el espacio a un rincón olvidado de la selva. Y la cacería, que más que cacería es la historia de un idilio, el del protagonista y la leona. Es una novela de muchas lecturas, a distintos niveles, y en cada una se descubre algo nuevo. Ya te digo, una buena elección.
ResponderEliminarGracias por tu reseña.
Un abrazo
Es cierto, además de ser un alegato ecologista es todo un homenaje a la literatura y su carácter humanizador. Me gusta tu interpretación, que veo acertada, la de la cacería como idilio o reencuentro del viejo Bolívar con su amada selva.
EliminarUn abrazo.