Este
verano mis lecturas me han permitido viajar miles de kilómetros. Un viaje no solo
geográfico, sino también a través del tiempo: cerca de siglo y medio de nuestra historia reciente,
más o menos. Un vaivén de un lado a otro del mundo para conocer otras culturas y
formas de ver la vida; sobre temas como el amor y la muerte, que trascienden cualquier
época y florecen en los contextos más insólitos. Un viaje donde he
aprendido que hay muchas formas de contar historias, todas igualmente válidas y
lo estimulante que es salir de la trinchera del canon literario, sin vararse en
un solo género.
Mi
viaje comenzó en Sudáfrica, nada
menos. ¿Quién me llevó hasta allí? No fue una compañía de bajo coste, de esas
que te dejan de un palmo de narices cinco minutos antes del embarque, como se
ha visto. Fue el premio Nobel J.M.
Coetzee con La edad de hierro
(1990). Es una novela que se desarrolla en el contexto del apartheid, una
alegoría política y también una historia sobre la enfermedad, la soledad y la
injusticia. Una mujer que padece un cáncer incurable se dirige por carta a su
hija, en una suerte de catarsis. Mientras apura esos últimos meses, aparece en su
vida un mendigo y entre ellos surge una relación ambigua, no de amistad, ni
amor; es compleja y a veces desconcertante. La protagonista se adentra a su vez
en la desoladora realidad de un país dividido y violento. Coetzee consigue crear
un ambiente de intimidad entre el lector y la narradora, pero también de
angustia, indignación y desesperanza. Pesimismo, si, pero ¿qué puede uno
esperar cuando sabe que apenas le quedan unos meses de vida?
De
Sudáfrica me trasladé vía ebook a Bielorrusia.
Esta vez Voces de Chernóbil de la
también premio Nobel Svetlana Aleksiévich.
Un trabajo que la autora finalizó en 1997, después de diez años y que fue ampliado con posterioridad. Está compuesto por
una serie de entrevistas a testigos y protagonistas del accidente nuclear. La
propia Academia valoró que Aleksiévich había inventado un nuevo género literario
y es cierto, no se trata de un libro de historia al uso, tampoco es ficción ni
periodismo. Ha costado
horas de paciente escrutinio llegar hasta la raíz, la auténtica memoria personal. Ella lo llama “historia del alma” y de ahí su
impacto en el lector ya desde el primer testimonio. Hay además un juego de
contrastes entre el hecho histórico y la percepción individual, entre memoria e
historia. A pesar de todo, uno lee con indignación la forma en la que las
autoridades soviéticas (de la tan bien valorada en occidente era de Gorbachov)
ocultaron la magnitud del desastre, entre otros desmanes.
Apenas
tuve que desplazarme unos cientos de kilómetros para mi siguiente lectura. Allí
me esperaba en su dacha de verano León
Tolstoi; esta vez un clásico del pasado (Aleksiévich lo será del futuro),
la novela corta Muerte de Iván Ilich. De
nuevo el tema de la muerte. Pensaréis: ¡vaya tío más alegre!, pero juro que no
seleccioné estas lecturas adrede, fue el puro azar. Cambiamos, eso sí, de
registro narrativo: narrador omnisciente en tercera persona. Es una historia
que nos pone en una tesitura, ¿estamos preparados para la muerte? ¿Cómo afrontar
la enfermedad, la propia agonía, el final del viaje? ¿De verdad vivimos nuestra
propia vida? Hay una frase demoledora, que Ivan Ilich, consciente al fin de que
la enfermedad que padece durante años le llevará a la muerte, se dice a sí
mismo: ¿y si mi vida entera hubiera sido
una equivocación? Reconozco que me ha conmovido, llevaba mucho tiempo sin
leer algo tan perturbador. La narración de los últimos momentos de Ivan Ilich
es magistral, insuperable.
Tocaba
cambiar de continente y de registro, así que decidí cruzar “la mar océana”, no
en carabela, sino a pie (primera hora, eso sí) hasta mi biblioteca. Allí
aterricé en Estados Unidos, ese gran
país que ha engendrado –creo- un género literario conocido como “realismo sucio”,
senda que recorrí, de perdedor a perdedor, con Bukowski y John Fante hace
muchos años. Siguiendo las recomendaciones de otros blogs leí Incendios
de Richard Ford, del que tomé notas, seguro, pero no las encuentro. En
ella se nos cuenta la historia de una familia americana bastante común, a
través de los ojos de su hijo adolescente, cuya existencia de aspiraciones
vanas se ve alterada de la noche a la mañana. Todo con una urdimbre de
frases cortas y personajes a los que cuesta expresar sus emociones, algo
desconcertados ante una realidad que les sobrepasa, bajo una nube de trauma, depresión
y hastío, donde lo previsible se convierte en incierto.
Y de
ahí, sin moverme de la gran América, pasé a Vida de este chico de Tobias Wolff. Una de esas novelas tipo
agujero negro, porque una vez que la abres ya no hay manera de escapar de su
atracción gravitatoria. Te absorbe hasta que la acabas. En ella el autor nos
relata su propia infancia y adolescencia. Después de vivir a salto de mata
durante algunos años, recala en Chinook, un pequeño pueblo cerca de Detroit; allí
conoceremos a Dwight, su brutal padrastro y sabremos de sus andanzas como delincuente
juvenil y boy-scout. Wolff, que se hace llamar Jack en homenaje a Jack London,
elude la nostalgia y la autocompasión. Se presenta como un chico amoral,
abúlico, mentiroso y lo digo: fascinante.
Como
América es un continente tan vasto y apetecible seguí mi viaje hacia el sur. En
concreto México, con Los
detectives salvajes de Roberto Bolaño. La novela de Bolaño es original
y en algunas partes deslumbrante. Es literatura sobre literatura y también una
autobiografía, con el alter ego de Roberto Bolaño pululando entre sus páginas,
pero siempre desde el prisma de los otros. Está organizada en varias partes.
La
primera es el diario de un poeta diletante y prodigio sexual, por lo que cuenta,
un tal García Madero. Narra sus encuentros con un grupo de poetas disidentes
que se conocen como real visceralistas, liderados por Ulises Lima y Arturo
Belano-Bolaño, junto a otras tramas paralelas. Es divertida y engancha. Me
rindo también ante ese vocabulario, vivo y palpitante con la que Latinoamérica
en general y México en particular han enriquecido el castellano.
La
segunda recoge el testimonio de más de cincuenta personajes que estuvieron de
algún modo relacionados con Ulises Lima y Arturo Belano. Es más experimental,
por su fragmentación: pura vanguardia y habrá a quién le fascine, pero también
quien acabe hastiado de tantas vueltas y revueltas. Y en cuanto la tercera…
Interrumpí la lectura por diversos motivos, pero la retomaré en breve. El libro
lo permite.
Acabando;
después del huracán Bolaño y la vanguardia me apetecía algo de calma zen, así
que crucé otro océano, esta vez el Pacífico y me quedé un rato en Japón.
Recorrí las montañas, visité una terma y tomé el té mientras escuchaba el samisén.
Fue junto a Kawagata y La bailarina de Izu; como este es el más reciente le
dedicaré una reseña extensa en breve.
Sigo en tierras niponas, mientras trato de que la LOMCE no me ponga contra las cuerdas, ahora con un hit japonés de amor adolescente entre manos: Un grito de amor desde el centro del mundo de Koichi Katayama. Podéis escuchar una video reseña de la booktuber Rainbook si os pica la curiosidad. ¿No ha estado mal el viaje, verdad? Y sin Jet lag.
Sigo en tierras niponas, mientras trato de que la LOMCE no me ponga contra las cuerdas, ahora con un hit japonés de amor adolescente entre manos: Un grito de amor desde el centro del mundo de Koichi Katayama. Podéis escuchar una video reseña de la booktuber Rainbook si os pica la curiosidad. ¿No ha estado mal el viaje, verdad? Y sin Jet lag.
Gerardo, me ha encantado tu viaje, los países que has recorrido y de la mano de quiénes lo ha hecho. Todos los autores que nombras son imprescindibles, conocidos y ya clásicos. De todos he leído algo, excepto de Tobías Wolf (creo que no lo he leído, pero sí me suena mucho el título, por lo que dudo). En mi blog tengo una extensa crítica sobre el libro Voces de Chernóbil. Me gustó muchísimo. Y esta entrada tuya también me agrada bastante.
ResponderEliminarUn saludo afectuoso.
Desde luego he arriesgado poco, jeje. Pero lo cierto es que excepto en el caso de Bolaño y Tolstoi, me he estrenado con todos ellos.
EliminarEcharé un vistazo a tu reseña del libro de Aleksievich. Lo leí al principio del verano y tomé bastantes notas, leí alguna entrevista a la autora, etc., pero finalmente descarté hacer una reseña larga.
Saludos.
Vaya verano más interesante y viajero. Tengo muchas ganas de leer "Incendios". Me encanta Richard Ford. El de Wolff tampoco lo he leído. Y me apetece releer "Los detectives salvajes", pero, como le dices a Kirke, son tantos los que apetece leer y releer...
ResponderEliminarUn beso.
Así es, la lista puede ser interminable. Hace poco vi un video TED de Benito Taibo y estimaba que un lector promedio podía leer, en toda su vida, unos 3.000 libros. Si lo piensas no es tanto.
EliminarSeguro que como admiradora de la literatura norteamericana el de Richard Ford te gusta. Y el de Wolff apostaría que también, es francamente adictivo y se lee de un tirón.
Saludos.
Vaya vacaciones más movidas que has tenido, Gerardo. Veo que has aprovechado bien el tiempo y que te ha cundido en cuanto a kilómetros-páginas de viaje. Has demostrado que 'para viajar no hay mejor nave que un libro'.
ResponderEliminarInteresante, además, el recorrido que has hecho. Me quedo con un par de destinos que me han resultado interesantes gracias a ti. Seguramente me dé un garbeo por esos lugares ;)
Un saludo.
Pues sí, aunque he dejado la vieja Europa y Latinoamérica un poco de lado, a todo no puede llegar uno. En mi lista de verano tenía libros para cubrir también esos continentes, pero no ha podido ser. Si te animas con alguna de las lecturas no dejes de compartir tus impresiones.
EliminarSaludos.
Gerardo,gracias por tus reseñas Desconocía la existencia de casí todos los autores que citas (por lo que es obvio que también sus libros).Te animo a que sigas con el blog y vayas abriendo nuevas rutas a los neófitos viajeros-literarios. Si además de vez en cuando nos "premias" con algunos de tus escritos pues al final va a resultar un viaje de lo más placentero.
ResponderEliminarEmpezaré con el chileno Roberto Bolaño,tú lo situas en México supongo que porque allí se hizo... e hizo...
Un abrazo.
La historia comienza en México y allí transcurre la primera parte. Luego la segunda se mueve tras el rastro de Belano y Ulises Lima, pasa por Israel, Francia y también España (Bolaño vivió en Gerona). Es una lectura interesante y según los entendidos reune técnicas narrativas del pasado y anticipa las del futuro. A mi me gusta su creatividad y sentido del humor, sin dejar de ser por momentos muy profunda.
EliminarUn abrazo.
Has tenido un buen verano, unos viajes increíbles y una lecturas excepcionales :) De los que mencionas he leído La muerte de Iván Ilich (la frase que citas me recuerda muy mucho a Stoner). El resto la mayoría los tengo pendientes de leer (algún día), pero me está entrando mucha urgencia por Svetlana Aleksiévich, tanto de este libro del que todo el mundo habla maravillas como de otros suyos.
ResponderEliminarA por el otoño, Gerardo, que el viaje continúe ;)
Un abrazo
Con el libro de Aleksievich empieza a haber cierta unanimidad, algo que solo consiguen los clásicos. Por eso comentaba que para mí es un clásico del futuro. Y un género híbrido, porque no es ficción, pero tiene todo el impacto de la no ficción: la autora consigue llegar a la raíz. Para mí es una historia sobre la muerte y el amor, entre otras muchas cosas.
EliminarVamos a por el otoño: atardeceres apabullantes en La Mancha, pero también propenso a los ataques de melancolía que trataré de combatir con libros, entre otros lenitivos.
Un abrazo.
buen blog,gracias le invito a leer el mio el enlace en mi perfil de google plus
ResponderEliminarGracias, le echaré un vistazo.
EliminarNada mal, Gerardo, un verano bien aprovechado. He leído de algunos autores/as que mencionas, en algún caso la misma obra (Bolaño, Coetzee...) y son excepcionales.
ResponderEliminarNo veo relación entre ser una persona vitalista y alegre con leer novelas que reflexionen sobre la muerte o temas de este tipo.
Saludos!!
Desde luego que no, estaba bromeando. De hecho, la novela de Tolstoi critica cierta actitud ante la muerte, la de una sociedad hedonista, superficial y frívola "molesta" con el hecho de que Ivan Ilich enferme, agonice y se muera. Como decía, una verdadera obra para reflexionar sobre multitud de temas, no solo la muerte, sino también la doble moral, la compasión, etc.
EliminarSaludos.
Siempre que paso por tu blog me entra el apetito de leer tantos libros interesantes. De los que has leído este verano, algunos son viejos amigos míos, como el de Tolstoi al que vuelvo muchas veces. Gracias por compartirlo. Es un placer
ResponderEliminarCreo que yo también volveré en más de una ocasión, como siempre ocurre con los grandes maestros: nunca dejan de perder vigencia y es porque tratan temas universales, lo mismo da la época o el contexto.
EliminarGracias a ti pasarte por aquí. Saludos.
Gerardo,
ResponderEliminarMuy buenala manera de contar ese verano viajero y esas lecturas que te han acompañado. Tengo aún mucho por leer y descubrir pero sobre todo he visto que tengo un reto a superar con los autores japoneses que no acabo de encontrarme cómoda con ellos, tendré que insistir a ver si acierto.
Un saludo
Conozco a gente que le pasa lo mismo. Yo creo que es la distancia cultural, Japón tiene sus particularidades. Por lo que a mí respecta, conecto con ese esteticismo y gusto por el detalle más simple. Además me fascina su brevedad y falta de retórica. En el fondo tiene mucho de "haiku".
EliminarSaludos.
Nada mal, el viaje. Menudo 'palizón' literario te has pegado. Me llevo apuntado "La edad de hierro". Con Richad Ford tengo muchas ganas de estrenarme, veremos sin con "Incendios" o con otro de sus libros.
ResponderEliminarEspero que tu otoño lector vaya tan bien como tu verano.
Un abrazo
No creas, mi sensación es que he leído poco. La mayoría son piezas muy breves y en tres meses... No es tanto. Me quedé con varios títulos sin abrir. Durante este otoño tendré que bajar el ritmo, por motivos de trabajo. Poco a poco.
EliminarUn abrazo.
Una travesía literaria de lo más enriquecedora y variada. Leí a todos, salvo a Bolaños y a Svetlana.
ResponderEliminarMuy buena tu reseña.
Saludos, Gerardo.
Te aseguro que lo ha sido, me ha hecho disfrutar y también reflexionar sobre ciertas cuestiones de mi vida pasada, presente y futura.
EliminarA juzgar por la sensibilidad de tus escritos creo que el libro de Svetlana te va a resultar muy emocionante, no lo dejes pasar.
Un saludo.
Hola Gerardo.
ResponderEliminarAlabo tu gusto, cualquiera de los libros que nos has mostrado es una "perita en dulce" para todo buen lector. Magnífico ruta literaria, veo que hemos coincidido este verano en un autor, combatí los calores de julio enfrascado en la obra de kawabata, en mi caso con "Una grulla en la taza de té" (o "Mil grullas"). Tengo la reseña escrita, guardada en el cajón esperando su turno. Estaré atento a tus impresiones, seguro que esclarecedoras como es habitual en tus escritos.
Espero que hayas aprovechado las vacaciones... ¿Viste que estirones dan los peques en verano? Nos toca renovar todo el vestuario, jaja.
Cuídate amigo.
Buenas, Paco.
EliminarSiendo mi tiempo lector tan limitado trato de ir sobre seguro. La verdad es que no pude evitar leer otro de Kawagata justo después, "La casa de las bellas durmientes", pero no creo que haga reseña, estoy bastante liado últimamente. Espero, eso sí, la tuya para saber por donde seguir con este autor que me tiene fascinado.
En cuanto a los niños, son muy pequeños pero si que se las ha notado el verano. Ahora dan el doble de guerra, jaja.
Un abrazo.