Un
sol todavía picón a mediodía, atardeceres volcánicos y la sombra traicionera
(no en vano los viejos advierten “en octubre de la sombra huye”): es el otoño
en la llanura. Aderezado por una vuelta a la normalidad torrencial, aunque en
las escuelas aún seguimos parapetados, eso sí, nuestro miedo ha virado a la
enésima ley de educación que se nos viene encima. Tantas cosas que el otoño
bloguero se me estaba resistiendo, por lo que incapaz de pergeñar una reseña
larga traigo a la palestra mis últimas lecturas: un monográfico de autores argentinos,
con una excepción.
El
primero es Andrés Neuman (1977), argeñol
siendo rigurosos, porque lleva viviendo en España desde que era adolescente y
enseña Literatura en la Universidad de Granada. Tenía en lista El viajero del siglo, pero encontré en
la biblioteca Fractura y me fui por ahí. El título alude, entre otras
cosas, al arte japonés del Kintsugi,
que consiste en reparar objetos cerámicos utilizando un adhesivo embellecido
con oro en polvo. La historia transcurre en un arco en torno a dos catástrofes:
la bomba de uranio que explotó poco antes de alcanzar la ciudad de Hiroshima en
agosto de 1945, pulverizando miles de vidas y el tsunami que en 2011 inundó
parte de las instalaciones de la central de Fukushima y desencadenó el mayor
accidente nuclear desde Chernóbil. Watanabe, el protagonista, sobrevivió a la
bomba siendo niño y Neuman construye su novela, como piezas rotas de una vida,
a partir de largos monólogos de las mujeres con las que Watanabe convivió en
París, Nueva York, Buenos Aires y Madrid. Los testimonios se alternan con las
andanzas del anciano en presente hasta llegar a la zona cero de Fukushima, que
constituye el clímax de la historia. Un planteamiento ambicioso y el punto
fuerte de esta novela, Neuman es un escritor de primera y su estilo impecable.
Sin embargo, Fractura me ha parecido irregular. Los altibajos son pronunciados y
cuando aparece la tentación de dejar correr las páginas es mala señal. Hay una
labor de documentación exhaustiva, pero como en las piezas de Kintsugi, para mi
gusto se nota demasiado. Con todo, es una lectura bastante recomendable.
Del
intelectualismo y la filigrana estructural de Neuman nos vamos a su compatriota
Leila Guerriero (1967), también
afincada en España. Y como con Neuman, no pude conseguir el libro (al parecer
descatalogado) que pretendía leer también por recomendaciones blogueras, Los suicidas del fin del mundo. Así que escogí
Teoría de la gravedad. Guerriero es
periodista y se prodiga sobre todo en el territorio de la no-ficción. El libro,
inclasificable, es una recopilación de sus columnas publicadas en la
contraportada de El País durante varios años. Cerca de 100 en total. Se abre
con un prólogo entusiasta de Pedro Mairal, quien incluso recomienda leerla en
voz alta. Su oralidad es evidente, además de un pulso poético desbocado que
resulta arrollador. Toca la fibra este libro y cada pieza provoca un
sentimiento contrapuesto: hacer una pausa, releer alguna frase, volver a
sentirla, pensar, divagar un poco. Y seguir, leer otra más y otra, cuesta
hartarse. Las dos cosas no se pueden hacer a la vez, así que imagino que los
aficionados a subrayar o hacer anotaciones tendrán un filón con Guerriero y sus
microcolumnas. El libro podría adolecer de batiburrillo o caos demencial, pero
está bien organizado en temas, desde la infancia, los padres, el amor, el
oficio de escribir (hay un divertido toma y daca con Piglia, supongo que
imaginario), con gran carga autobiográfica. Haciendo una poda con sentido podría ser un tomo
de aforismos: Dominar el arte perder,
cuesta la vida. Otra, Nada desquicia
más que no saber qué hacer con la tragedia ajena. Una tercera: Todos hemos sido, alguna vez, el monstruo de
alguien. Porque la parquedad en el lenguaje no asoma jamás aquí y los
símiles, la sonoridad de los adjetivos y más cosas que no sé cómo se llaman
dejan frases como La tarde, dentro de mí,
se hizo trizas en miles de fragmentos de sangre y hueso y hielo. ¿No es
bonito imaginar un amanecer de pájaros
ardientes?
Y
puesto que he mencionado a Ricardo
Piglia (1941-2017), a este grande me fui con una obra breve y póstuma, Los
casos del comisario Croce. Según cuenta en el epílogo, el autor, con
una enfermedad terminal que le impedía moverse, escribió este libro usando
Tobii, un hardware que permite traducir los impulsos de la mirada en palabras.
Increíble. Lejos de querer inspirar lástima, Piglia incluso invita al lector a
comparar esta obra con otras suyas anteriores por si el modo de escribirla
hubiera afectado a su “estilo”. No puedo comparar, porque es lo primero que leo
de él, pero el resultado es impecable. Seguiremos a Croce a lo largo de doce
capítulos, en los que repasará sus casos más célebres, teorizando sobre el
método detectivesco, el asesinato perfecto e incluso la novela policiaca. Todo
trufado de alusiones literarias e históricas que imagino los argentinos
reconocerán sin pestañear. El comisario se viste de animal racional y
filosófico, pero también se deja guiar por sus “pálpitos”, al más puro estilo
Plinio. Los crímenes y dilemas a resolver son variadísimos, uno de los más
divertidos es cuándo la Virgen de Luján es secuestrada por un grupo de
estafadores y el comisario es encargado de llevar la imagen de vuelta a su
parroquia. También el de un jugador desaparecido en el mar, después de ganar
una suma importante en el casino o el desgraciado marinero croata acusado de asesinato
cuando estaba en un burdel, al que Croce ayuda invitándole a dibujar los hechos
en viñetas. Buen acercamiento a Piglia que espero continuar con Plata quemada, obra en la que ya aparece
el comisario Croce.
La última lectura cambia de tercio, pues es una novela gráfica. Se trata de la adaptación al cómic del celebérrimo superventas de Yuval Noah Harari, Sapiens. De animales a Dioses. Titulada Sapiens. Una historia gráfica: Volumen I: El nacimiento de la humanidad, hace un seguimiento riguroso de la primera parte del libro en el que se basa. Nos acompaña el propio Yuval, junto a su sobrina o la profesora Saraswati y personajes propiamente de cómic, como Bill el Troglodita y La Doctora Ficción. El libro es ameno, interesantísimo y logra un difícil equilibrio entre rigor y humor. A mi hijo, que tiene casi nueve años y leyó una parte, le pareció muy divertido y a mí me ha hecho recordar las ideas atrevidas y seductoras que convirtieron el libro original en un éxito. Entiendo que habrá pedantes que consideren su lectura por un adulto con formación una afrenta, pero las ideas son presentadas de tal forma que no pierden un ápice e invitan a reflexionar sobre nosotros como especie. El final, en el que se escenifica un juicio al sapiens por su papel destructivo y transformador de ecosistemas desde la misma edad de piedra, es resultón y original. Esperando la segunda parte que sale el mes que viene.
Fractura lo leí y me gustó, luego he probado con algún otro libro del autor, ahora no recuerdo los títulos y no me gustaron. De los demás, he leído Sapiens pero no el ilustrado. Igual busco ese en la biblioteca por si mis hijas se animan a leerlo. Un abrazo!
ResponderEliminarSapiens me gustó mucho, Harari es un gran divulgador y esta versión en cómic además de divertida no desmerece al ensayo original. Seguro que gusta a tus hijas, ya me contarás.
EliminarUn abrazo.
Tengo Sapiens en lista desde hace tiempo, pero el libro original que prefiero al cómic.
ResponderEliminarFractura está en mi estantería de pendientes hace bastante también. Creo que el hecho de lo japonés me ha mantenido perezosa con la novela, aunque me alegro de que me la hayas recordado.
No he leído a Piglia ni sabía de esa novela escrita de forma tan curiosa, pero también me atrae mucho.
Menos mal que las recopilaciones de artículos y columnas no me atraen porque si no serían cuatro de cuatro y no doy más de mí.
Un beso.
Qué te voy a contar, cada semana apunto tres o cuatro libros por lo menos y el caso es que a mi ritmo los voy leyendo o al menos si los veo en la biblioteca les echo un vistazo. Tres de cuatro no está mal, jaja.
EliminarUn abrazo.
Me atrae bastante el de Piglia y el último que nos traes. De Fractura he leído opiniones similares a la tuya y no creo que me anime.
ResponderEliminarBesotes!!!
La verdad es que han sido lecturas muy variadas, me lo he pasado bastante bien este mes entre libros.
EliminarUn abrazo.
Fractura tiene pintaza, aunque me he enfriado al leerte que es un tanto irregular.
ResponderEliminarUna pena que no pudieras conseguir Los suicidas del fin del mundo. En ebook sí creo que está disponible. O tal vez se pueda conseguir algún ejemplar físico en la biblio, aunque sea a través de algún préstamo interbibliotecario. De todas formas, estoy segura de que cualquier libro de Leila Guerriero es una buena opción tanto en forma como en fondo. Y veo que, efectivamente, has disfrutado mucho de las columnas reunidas en Teoría de la gravedad. Espero repetir con la autora en algún momento. De hecho, tengo fichado su libro Una historia sencilla.
El libro de Ricardo Piglia es el que menos me llama la atención de los que comentas. Qué maravilla, de todas formas, poder de algún modo escapar de la cárcel del cuerpo y la enfermedad a través de Tobii.
De Yuval Noah Harari leí hace ya varios años su Sapiens, de animales a dioses y me gustó mucho. No termino de animarme con la novela gráfica. Siento curiosidad por ella pero siempre la postergo en beneficio de otras lecturas. Espero animarme algún día.
Un comienzo de otoño lector prometedor, Gerardo. Gracias por compartirlo.
Un abrazo
El caso es que buscándolo, leí que lo habían reeditado en México. Aquí no creo que tarden, pero de momento no lo he podido conseguir. Fractura está bien, de las diferentes parejas de Watanabe y sus largos monólogos, algunas me engancharon y otras me aburrieron, de ahí lo de irregular. Ya sabes que esto es muy subjetivo.
EliminarEstoy leyendo lo que puedo este otoño, nada de tele, necesito otro tipo de desconexión.
Un abrazo.