viernes, 11 de enero de 2019

EL VERDADERO SILENCIO



La tarde de Reyes fui con mis hijos a ver la cabalgata. En un cruce, un conductor kamikaze se saltó un ceda el paso y faltó un centímetro para convertir mi nuevo monovolumen en carne de taller. En su descargo, el sol flameaba en el horizonte, una de esas puestas cegadoras y pudo no ver la señal. Tampoco frenó para averiguarlo y siguió con su estampida al atardecer. Me quedaron varias notas de consuelo. La primera, que en veinte años no habrá seres humanos conduciendo y desaparecerán los garrulos al volante y podré leer mientras viajo. La segunda, que todo quedó en un susto, una pequeña herida en la frente que se hizo mi hijo mayor con la bandeja del asiento, mi coche cruzado en la calzada por el frenazo. Por último, una prueba de que mis reflejos saolín no se han perdido del todo, a pesar de las culebras blancas que se han adueñado de mi barba de invierno.

El incidente me dejó con la sensibilidad a flor de piel, a mí, que no hace falta que me azucen. Conseguimos aparcar, lejos y llegar hasta la plaza. Los Reyes Magos saludaban desde su trono, los tractores hacían de camellos y cajas acústicas del tamaño de neveras, atadas con correas, tronaban como si estuvieran anunciando a los cuatro jinetes del Apocalipsis. Mi hijo pequeño se tapó los oídos e hizo un amago de esconderse detrás de su madre,  hasta que llegó la lluvia de caramelos y el paso de sus majestades con una buena carga de regalos y poco carbón a la vista. Como ya voy siendo mayor, al menos ya me he chupado algo más de la mitad de mi esperanza de vida al nacer (siendo varón y español), tuve que gruñir un poco. ¿Es necesario ese despliegue de vatios? ¿Soy un intransigente si odio el ritmo reguetonero (tum- patum pa tum - patum pa tumpatum pa tum y así ad eternum)? La cabalgata fue vista y no vista, una cutrez para mí, la mejor de su vida para mi hijo mayor. Opinión que mantuvo incluso después de ver la de Madrid por la tele. Qué bueno ser niño para no tomarse las cosas tan en serio. Aquel chaparrón sonoro, que nos impidió hablar entre nosotros el rato que duró el desfile real, me hizo pensar en el silencio.
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Para probar sus cachivaches, Microsoft ha construido una cámara especial, denominada “anecoica” o en términos periodísticos “el lugar más silencioso del planeta”. Está totalmente aislada del exterior, tanto que si pasara a su lado un desfile kilométrico de horteras con reggaetón en sus coches equipados con subwoofer, el que estuviera dentro no sentiría mayor molestia que el zumbido de una mosca. El paraíso, a priori. Pero resulta que no, porque la cámara también está diseñada para absorber cualquier sonido (información precisa al respecto, aquí) y, en ausencia de ruidos, uno comienza a oír su propio cuerpo y la sensación no es de paz monacal, al contrario: nadie ha aguantado dentro más de 45 minutos.

Puede que en términos humanos alcanzar el silencio absoluto sea imposible. El compositor John Cage ideó en 1952 4´33´´, una pieza en la que el pianista no ejecutaba nota alguna. En YouTube va por las cuatro millones de reproducciones. Hay ruido, a pesar de todo, una serie de carraspeos, toses y crujidos. Al parecer eran esos sonidos, los del entorno, “el sonido del mundo y de la vida” y no las notas armoniosas del piano, lo que interesaba a Cage, cuya fuente de inspiración fue poder oír el rumor de su torrente sanguíneo y sistema nervioso cuando él mismo entró en una cámara anecoica para experimentar el silencio absoluto.

      

En términos relativos, disfrutar del silencio tampoco es tarea fácil. Las viviendas están mal aisladas, toda una sinfonía de cañerías, tacones, televisores nocturnos y portazos es habitual incluso en las comunidades más civilizadas. Los bares, según la canción lugares gratos para conversar, no lo son tanto y tratar de hablar con tus compañeros de mesa en un restaurante repleto es todo un desafío para las voces más débiles. Parece que tengamos miedo al silencio, sobre todo cuando no estamos solos. La repentina falta de conversación entre dos personas es calificada como “incómoda”, y puede que para algunos, aquellos más extrovertidos o los que tapan con palabras su incapacidad para comunicarse con los demás, lo sea.

Cada cual tendrá los suyos, yo tengo mis reductos donde puedo disfrutar del silencio. Cuando salgo a pasear o a correr al campo, según mi estado de forma, puedo encontrar unos minutos de ese silencio sanador. Ocurre durante el crepúsculo. No es nada que tenga que ver con el paisaje, los alrededores de mi barrio son barbechos, eriales, antiguas huertas abandonadas. Solo hay un árbol, un pino centenario junto a los muñones de adobe de una casa de quintería. Milagrosamente, sobrevivió a la especulación urbanística. En invierno, la hierba quemada por el hielo da a la llanura un aspecto de ceniza, de páramo volcánico y alternan los calveros y las cepas retorcidas, recién podadas. Aquí y allá, montones de escombros, regurgitaciones de la sociedad de consumo: lavadoras desvencijadas, carritos de bebé, sofás, plásticos desvaídos. Si caminas mucho, pinares de plantación, porciones de naturaleza casi muerta, viejos pozos y montones de piedra, restos de la costra calcárea que arrancaron mis antepasados a este páramo. Y como milagro, durante el crepúsculo, una luz naranja repentina donde se pone el Sol, rosácea como la aurora de Homero en la parte opuesta. Tirabuzones de magma si hay nubes. Sin duda es grandioso, el cielo de la llanura celebrando la efímera muerte del Sol. Pero lo mejor es el silencio que acompaña a ese momento. Parece que la vida se detenga, dura lo que tarda en llegar la oscuridad, cuando avienen los crujidos y los coches. Pero ese instante es un silencio maravilloso, es la naturaleza suspendida.


Atardecer en Tarazona de la Mancha (Spain)

Otro de mis silencios favoritos es el que sigue a la multitud, cuando un sitio atestado se vacía de repente. Ocurre en mi trabajo a las dos y media. El cuartel que llaman centro educativo, sus pasillos carcelarios y puertas de metal, se abre como una exclusa. Quinientas personas salen a presión. A menudo me entretengo unos minutos, compruebo que todas las sillas están sobre la mesa, que ningún alumno distraído ha olvidado su estuche o la bufanda. Echo un vistazo al blog, apago el ordenador. Recojo con parsimonia. Y me enfrento al silencio. Recorro el pasillo en penumbra, al que solo llega la luz tamizada a través de un murete de pavés que está en la escalera y es fácil imaginar el fin del mundo, el último día, como una estampida después de clase.

Pero este blog iba de libros y precisamente los libros son uno de los mejores aislantes acústicos que conozco. Y vuelvo a John Cage, para quien “el único silencio verdadero se logra con un giro de tu mente hacia el interior”, el verdadero silencio poco tiene que ver con lo acústico. Requiere tiempo, pero cuando se produce la inmersión, nada puede turbar a un lector ensimismado. Las conversaciones alrededor se diluyen. El tiempo, como en los relojes de Dalí, se reblandece. Así se construye el silencio, escarbando dentro hasta llegar a nuestra sala anicónica personal, donde nada ni nadie puede alterar nuestra conciencia y donde estar con uno mismo, no solo no da miedo, sino que aleja todos los fantasmas.

La imagen de portada es propia. En cuanto al paisaje, es una fotografía de Juan Antonio Tabernero realizada en Tarazona de la Mancha (fuente: http://www.jakometa.com/photoblog/index.php?showimage=14). 

27 comentarios:

  1. En primer lugar, me alegro que todo quedara en un susto y que estéis todos bien.
    No tenía conocimiento de esa cámara de Microsoft que dices, y yo iba a responderte "que me lancen allí", pero viendo que nadie ha llegado ni a una hora dentro hace que me lo replantee.

    Adoro el silencio. Tengo la suerte de que donde vivo, a pesar de ser un bloque de pisos, casi no hay ruido externo, por lo que la mayor parte del tiempo que paso en casa lo paso en silencio sepulcral, bien sea leyendo, escribiendo en el blog o reflexionando en mi mundo. También soy afortunada de que haya poco ruido interno, ya que tengo un marido que es un bendito y ve el fútbol en mute para que yo lea mientras. Y me aislo.
    Poco me queda de estas sensaciones ya que ahora que voy a ser mamá, habrá mucho ruido y meneo en casa. Pero sarna con gusto....

    Sobre los libros, desde luego, son el mejor aislante acústico, especialmente del ruido mental. Sí he conseguido estar en lugares atronadores y meterme tan de lleno en mis páginas, hasta el punto de llegar a olvidar dónde me encontraba.

    Cuando no consigo por razones diversas llegar a esa calma y aquietar la mente, pongo alguna playlist suave de jazz, blues, o guitarra acústica. SIiempre algo acústico, sin letra, solo melodía, para no distraerme con nada.

    Excelente reflexión.
    Besotes.

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    1. Ese nuevo ruido que esperas es el mejor del mundo, te lo digo por experiencia: enhorabuena. Quitando las malas noches, claro está (ayer me tocó una, precisamente). Música y lectura no consigo conjugarlas, me gusta disfrutar de los detalles, sobre todo instrumentales. En fin, gracias por tu visita.

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  2. Yo, que soy un poco doña agobios, suelo proclamar ante quien me quiera escuchar (pocos son y esos pocos apenas consiguen disimular en su mirada lo rarita que me perciben), que necesito silencio para poder escucharme. Es cierto que la lectura aporta ese silencio y ese espacio para escucharse a uno mismo. Iba pensándolo según te leía hasta que me encontré con tu reflexión final; ya la echaba de menos teniendo en cuenta el gran lector que eres.
    Llevo meses con ruidos internos en mi oído izquierdo. Habitualmente no les presto demasiada atención excepto cuando estoy en silencio. Así que creo que me volvería loca en esa cámara ideada por Microsoft. Conozco también gente incapaz de permanecer sola en casa si no tienen, por ejemplo, la televisión encendida. Pareciera que fueran incapaces de gestionar todos esos sonidos habitualmente tapados por otros y que sin embargo son mucho menos invasivos pero, claro, se escapan de nuestra rutina e incluso a veces de nuestro raciocinio.
    Me quedo con eso que dices de tapar con palabras la incapacidad de comunicarse con los demás. Y, por último, decirte que tus descripciones de tus reductos de silencio me han parecido muy bellas.
    Me alegra que el incidente que ha propiciado tu reflexión sobre el silencio se quedara solo en un susto.
    Un abrazo

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    1. Esa frase encaja con la reflexión de John Cage que citaba y en parte, es la base de lo que se conoce como meditación. Nos es fácil escucharse a sí mismo, con tantas distracciones y comeduras de cabeza por banalidades. Con el silencio es cuando tomamos conciencia de lo que somos.
      Recuerdo un libro que andaba por casa de mis padres y me llamaba la atención por su título "Miedo al silencio". Necesitamos tapar ese hueco, como sea. Reflexionar porqué es un buen tema sobre el que seguir escribiendo.
      No me gustan los charlatanes, son los que menos escuchan y yo soy justo lo contrario. Menos cuando escribo, ahí puedo pasarme de incontinencia.
      Un abrazo y feliz finde.

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  3. Yo tengo una extraña característica heredada de mi madre y que también padece alguna prima: nos duele físicamente el ruido. Puedo asegurar que el ruido muy fuerte, me produce dolor. No sabría decir dónde, pero siento un dolor físico difuso, desubicado, pero que me afecta por completo. Eso, unido a mi terror a las multitudes, ha hecho que me sea imposible ir a las manifestaciones, a una discoteca, o a un bar donde haya mucho ruido. La gente, mal que bien, aguanta; yo me tengo que ir.
    No me molesta el ruido normal del día a día, ni siquiera el de los alumnos cuando se mantiene en los límites que pueden considerarse normales. El silencio absoluto lo necesito para leer o estudiar. jamás he podido leer con música.
    La foto de Tarazona de la Mancha es preciosa. Pasear por ahí tiene que ser un lujo.
    Un beso.

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    1. Rosa, encajas con lo que se denomina "persona altamente sensible" (PAS). En España hay una asociación y explican que el 20% de la población es así y tiene una base neurológica. Yo me reconozco en casi todo, pero supongo que al haber recibido una educación "de hombre", he tenido que tapar muchas cuestiones, soterrarlas. Es un tema del que me gustaría hablar algún día.
      La fotografía es muy bonita. Tarazona está bastante lejos de donde vivo, está cerca de lo que se conoce como "La Manchuela". Por mi zona, si pasas alguna vez, lo mejor son las Lagunas de Ruidera. Y esos cielos de otoño, vistos desde algún mirador como el cerro de Alcázar o Consuegra es una maravilla.
      Un abrazo.

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  4. Me alegro, que lo de del coche, se haya quedado en un susto. Menudo tema el del silencio, a mi cada día me gusta-lo necesito más, esa manía costumbre demasiado arraigada en nuestra sociedad de "acallar los silencios", me parece horroroso. Vivo en una torre de pisos y mi dormitorio asi como el salón, da a una calle empedrada donde el trafico es abundante y constante, he conseguido aislarlo del ruido, y ahora me encanta que solo me sobresalte, el sonido a carraca de las cuerdas de tender de la vecina en el patio interior.
    Lo de los ruidos fuera del hogar, ese es otro cantar, me parecen una agresión constante a mis oidos ( soy un poco sorda) y a mi salud mental.Lo voy ha dejar aquí, pues me iba a enrollar, con la incontinencia verbal de algunas gentes, para no decir nada...
    Buen escrito y Feliz año.
    Un saludo

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    1. Si has conseguido acallar al menos los ruidos de tu casa, es un logro. Yo estoy a merced de los vecinos y ellos de mi, claro. Aunque al menos tengo el detalle de tocar la guitarra con cascos. Bueno, está comprobado que el ruido constante es un ataque a nuestra salud, pero hay ciertos temas que no interesan. Llama la atención como la sociedad, ante varios temas graves, elige uno, lo estruja y el resto los obvia. Qué raritos somos...
      Un abrazo y feliz año.

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  5. Grandiosa la descripción que haces del crepúsculo manchego, un paisaje que cada vez me impresiona más. Una de mis travesías favoritas es la que une Viveros con Villanueva de los Infantes (dentro de veinte años podré recrearme si miedo a empotrarme con alguna encina). Aunque toda La Mancha es espectacular.
    Me alegro de que conserves tus reflejos saolin intactos.
    Comparto lo que dices del silencio lector. Cuando uno está inmerso en un buen libro no hay trueno que le moleste. Bueno, tal vez un regueton perdido.
    Un abrazo.

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    1. Villanueva de los Infantes está en el borde de La Mancha, por decirlo así, en lo que se llama el Campo de Montiel. Es una zona muy bonita, en mi llanura es todo más desabrido. Solo ese cielo, que Eladio Cabañero decía "pintado con tizas de colores".
      El reguetón puede con casi todo, jaja. Pero como todas las modas, pasará.
      Un abrazo.

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  6. Lo primero, me alegra que todo se quedara en un susto. Y sobre el silencio... Mira que no me gusta el ruido y huyo de aglomeraciones, de sitios en los que haya mucho jaleo, música alta... Pero si hay algo que me pone más nerviosa es el silencio absoluto. Déjame escuchar algo. El sonido de las olas, algún pajarito cantando, unas campanas sonando, el discurrir de un río... Algo tengo que escuchar. Pero sí, el mejor aislante acústico es un buen libro. Cuando me sumerjo en su lectura, no me entero de nada.
    Besotes!!!

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    1. Por qué será que tantos lectores y blogueros coincidimos. Yo creo que nos cortan con el mismo patrón, de ahí nuestras afinidades.
      Ese tipo de ruidos son muy relajantes, creo que se denominan "ruido blanco". Mi favorito es la respiración de mis hijos mientras duermen, me convierten en mantequilla, jaja.
      Un abrazo.

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  7. Bueno, lo primero es que me alegra de que todo quedara en un susto. Y, como todo en la vida, no podemos evitar lo que nos sucede, pero sí cómo reaccionamos. En tu caso con esta entrada con la me identifico plenamente. Detesto el ruido impertinente, hasta el punto de dar a Dios gracias que no viva en USA y tenga algún arma en casa. En esta sociedad, silencio y soledad parece que están proscritas, quizá porque son las condiciones para pensar y reflexionar.
    También apuntas al final lo que es el objetivo de cualquier escritor: que tu lectura sea capaz de envolverte hasta el punto de no percibir al reggetonero que tienes sentado a tu lado en el metro.
    Un abrazo y mucho silencio.

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    1. Muy buen apunte, David: el silencio invita a pensar, así que ... ¡a hacer ruido! Desde luego, nos lobotomizan...
      Creo que sí, y además al escribir también vive uno ese momento de secuestro. S. King lo llamaba algo así como el "hoyo", "dormir creativamente". Lástima que sea tan difícil trasladar esa sensación al lector.
      Un abrazo, ahora si que disfruto del silencio. Y de un disco de West Montgomery: el swing del bueno sabe gestionar mejor que nada los silencios.

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  8. ¡Menudo susto, amigo Gerardo! Cuánto insensato al volante. Afortunadamente nada que no pudiese reparar un achuchón de papá y mamá a vuestro hijo mayor y, sobre todo, una emocionante víspera de Reyes Magos.

    Como de costumbre, nos regalas valiosas reflexiones desde esa manera tan atractiva que tienes para contar las cosas. Aunque tus palabras se nutran de esa impactante llanura que habitas, sé que éstas nunca se quedan confinadas allí, alzan el vuelo y llegan lejos.

    El entusiasta de la lectura es, casi por definición, un enamorado del silencio.

    Te contaré algo. Hace un mes y pico compré un par de lupas (las de aumento), en realidad solo hacía falta una, la que pidió mi hija mayor para algo del cole, pero yo compré otra para mí, aunque no tenía claro para qué...
    Sin embargo, leyendo ayer unas líneas sobre escritor Andrés Neuman (en el Cultural), ya he descubierto para que la quería.

    El Cultural:

    "Al morir Viñals, Neuman acude a dar el pésame. Ve que el difunto había dejado sobre una hoja en blanco la lupa que él le regaló.
    Una lupa que estaba aumentando el silencio."

    (Vivir de oído. Andrés Neuman)

    Un fuerte abrazo.

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    1. Me encanta la anécdota, Paco. Es como una continuación de la "obra" de John Cage. Una pieza donde, efectivamente, el maestro nos enseña a escuchar el silencio y aunque al principio me parecía una broma genial, leyendo un poco sobre Cage me parece más una pieza de arte conceptual.
      Un abrazo.

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  9. Me alegro de que el incidente circulatorio se quedara sólo en un susto.
    Yo también adoro el silencio, pero a cuenta de lo que dices de esa cámara de Microsoft, supongo que hay que matizar que por silencio no entendemos "silencio absoluto" (parece ser que sería insoportable).
    A mí sí me gusta el silencio, y estar a solas (cosa que no significa que sea antisocial). Necesito conectar conmigo mismo.
    Un abrazo.

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    1. Al parecer la cámara está diseñada para absorber cualquier sonido. En un vídeo, se ve como alguien hace estallar un globo y apenas se oye un chasquido. Por eso, el cuerpo se centra en los sonidos internos y se llega a poder oír ¡el sistema nervioso! Me gustaría experimentarlo, la verdad. Yo también soy un solitario y como tú, no significa que odie a la gente. Un gusto descubrir afinidades.
      Un abrazo.

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  10. Leyendo tu entrada, he recordado los conciertos de música clásica. En las pausas entre movimiento y movimiento de una composición, los asistentes parecen ponerse nerviosos por el silencio y la sala se llena de toses y ruidos como si nadie fuera capaz de disfrutar del sosiego.
    Un abrazo. Me ha gustado mucho tu entrada

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    1. Es verdad, al silencio se une la inmovilidad. Envidio la música clásica, donde el público en apariencia se dedica a escuchar. Con el rock no pasa, he ido a conciertos donde el jaleo me impedía apreciar los matices de la música.
      Un abrazo.

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  11. Lo primero es alegrarme de que ese incidente con el coche no fuera a mayores, tener un accidente automovilístico siempre es lamentable pero cuando van niños dentro... a mí se me ponen los pelos de punta.
    Yo tampoco entiendo por qué se utilizan volúmenes tan elevados en algunos sitios, en el cine, en espectáculos callejeros, el ruido es ensordecedor y distorsiona incluso lo que se quiere anunciar. Yo soy de las que cuando estoy sola en casa no pongo ningún aparato reproductor, ni de música, me gusta estar en silencio, dentro de lo que cabe y si el vecino del cuarto no le da por poner música salsera a toda pastilla o el del primero se pone a tocar la batería(lo de tener que oír la televisión del de al lado o la música del de arriba me saca de mis casillas, y el de la batería bien podría tocar el violín, por ejemplo). Es complicado como bien comentas.
    Aunque yo creo que tampoco estaría cómoda con un silencio absoluto, ni me pararía a mirar ese vídeo donde el pianista no toca el piano (¿nos hemos vuelto locos?)
    Coincido plenamente contigo que un buen libro, si consigue que nos sumerjamos de lleno en su lectura, es el mejor aislante de ruidos.
    Una víspera de Nochebuena tuve que ir a la facultad de Farmacia a terminar un experimento y el contraste de sentir el edificio completamente vacío, sin el bullicio de los estudiantes, completamente silencioso me impactó (y me dio también un poco de canguis. Algo parecido a lo que cuentas de tu centro de trabajo.
    Bonita reflexión sobre el valor del silencio.
    Un abrazo y ¡feliz año!

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    1. Una vez leí a un ingeniero de sonido decir que la música actual está diseñada para sonar muy fuerte, en centros comerciales y espacios abiertos. Se produce para lograr la estridencia y si hay que aplastar los matices, no hay problema. Por eso tanta diferencia entre la música de los 60-70 y la actual.
      Dile a tu vecino que compre una sordina (es una especie de parche para la caja que absorbe el sonido), vaya tela, tocar la batería en un piso. Yo tengo mi guitarra eléctrica, pero me pongo unos auriculares y eso que tengo algún vecino nada respetuoso. Pero cada cada uno es como es.
      Es muy poético eso de acabar un experimento en Nochebuena, daría para un buen relato. Desarrolla la idea.
      Un abrazo y feliz año para ti también.

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  12. Madre mía, menudo susto. Me alegro de que, salvo la pequeña herida, estéis todos bien.

    Qué curioso lo de la cámara. A mí me gustaría probarla, la verdad, y ver cuánto aguanto. A veces echo mucho de menos el silencio. Los ambientes ruidosos (por favor, esa cabalgata, uf) me resultan molestos en extremo, insoportables. Así que no sé si el silencio "absoluto" me resultaría igual de insoportable, quién sabe.

    Pero, desde luego, creo que vivimos en un contexto que no aprecia el silencio. En general, un contexto en el que nos quedamos con un extremo casi siempre y nos perdemos el otro.

    Un abrazo.

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    1. Yo también tengo curiosidad, jeje. Cada vez soporto menos el ruido y mira que me encanta la música y he ido a conciertos, festivales, etc. El término medio está minusvalorado, lógico en una sociedad que huye de lo razonable y se echa en manos de la demagogia. Pero ese es un tema que da para mucho más.
      Un abrazo.

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  13. Definitivamente "te haces mayor", o eso, o que como nos pasa a tantos de los que huimos del ruido en busca del silencio, vas camino de hacerte un solitario celoso de esa vida que pasa, que diría aquel (no sé quién lo dijo). Como te saco un trecho de ese camino, te adelanto que "tu enfermedad" ira in crescendo, pero no pasa nada, invertirás en ti mismo y por lo tanto saldrás ganando, o serás más feliz, o las dos cosas.

    Salud.

    E.J de L.F.

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    1. Eso espero, Enrique. De momento el marcador no está a mi favor, será cuestión de perseverar. Ya he visto que estás de estreno, la historia promete. Mucha suerte.
      Saludos.

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  14. Bueno, es un tema para hablar tranquilamente, entre amigos, tomando unas cervezas, pero creo que por el estilo de vida que llevas vas por buen camino. Y sí, a ver si al menos gusta, ya me dirás si llegas a leerla.

    Saludos.

    E.J.

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