A
día de hoy necesito robar horas al sueño y darle a la lectura el monopolio de
mi tiempo libre para lograr crear esa burbuja que todo lector ensimismado
conoce bien y que conduce al arrebatamiento. Lo he logrado estas últimas tres
semanas y me pedía el cuerpo reseñar el fenómeno en su conjunto, de forma abreviada.
Quizá la pasión no sea la mejor virtud de un lector crítico, pero es la mejor
vía para el placer.
En El olvido que seremos, Héctor Abad
Faciolince (Seix Barral) toma prestado un verso de un soneto atribuido a Borges
para contarnos en primera persona la historia de su padre, por el que sentíaverdadera devoción y por extensión la suya propia y de su familia. Un
padre-héroe asesinado por los paramilitares en su ciudad natal, Medellín
(Colombia).
Y es
que Héctor Abad padre denunció durante años la violencia que azotaba su país y practicó
una medicina comprometida con la erradicación de la pobreza. Es un libro
emocionante, sin recurrir ni forzar el lirismo. Es sincero, sin escabrosidades.
Recorre sus páginas un delicioso equilibrio, el de la obra que tarda en
parirse, de muchos años pensada y lo más fascinante, aparte de ese tono dulce
pero contenido que impregna al español en Latinoamérica, es la creciente
adicción que genera su lectura sin haber trama alguna, conociendo desde el
principio el final, el clímax de la novela que es el relato del asesinato del
padre. Esto sin duda es mérito de su autor, que consigue crear cierta intriga o
al menos curiosidad por las andanzas de un padre atípico que para nada es un modelo
de masculinidad, que educa a sus hijos con abrazos y besos y que no duda en
plantar cara con arrojo a la injusticia, a los instigadores de la guerra civil
y a sus ejecutores.
Curiosamente,
me ha llegado más esta obra como padre que como hijo. Da que pensar la huella y
el calado del progenitor en sus vástagos, por mucho que uno nazca con un
equipamiento genético que en parte, si no lo determina, al menos lo predispone.
Pero la figura del padre actúa como el primer alfarero y es emocionante, pero
también causa pavor pensarlo. Aparte de esto, Héctor Abad padre, el doctor
Héctor Abad, es todo un ejemplo moral, de resistencia y lucha contra no solo la
injusticia, sino el fanatismo. Es el sentido común y la integridad que siempre rechazan
los dogmáticos en su visión cerrada y asfixiante de ver el mundo.
Granada de las mil noches es
una obra de Francisco Nieva (Seix Barral), recientemente fallecido. Una rareza,
por lo que se ve. Una aventura en prosa, puesto que Nieva destacó como autor
teatral, que narra las andanzas de Alfredo Barbacid en la Granada romántica del
s. XIX para conocer a su bisabuelo. Sí, un viajero del futuro, quizá un alter
ego del propio autor buscando remover sus raíces maternas.
A
partir de aquí, Francisco Nieva construye con total libertad una Granada
fantasmagórica, violenta, pasional, haciendo un despliegue apabullante de
literatura plástica, esa que se toca, se ve, se huele y se percibe como una
composición musical. Al leer una novela traducida entiendo que se pierde algo,
cada lengua tiene sus particularidades. La labor del traductor, en el fondo me
parece la de un coautor que debería figurar en la portada, algo con lo que no
todas las editoriales transigen. Pero toparse con una novela escrita en tu
lengua, con ese grado de maestría, de sonoridad, no tiene equivalente.
Francisco Nieva despliega su imaginación, a ratos surrealista, desatada, con historias
que nunca se han escrito o tienen cierta raíz en la tradición oral; en las que el cielo cambia según transcurren los hechos y se
tiñe de púrpura o se descuelgan nubes caliginosas que ensombrecen las plazas.
Hay una violencia primaria, del hombre sobre la mujer, de sometimiento. Hay
incesto, ruinosos enamoramientos, corre la sangre y los muertos apenas caben en
un cesto o se precipitan en los pozos. Los padres degüellan a los hijos
díscolos, un maestro de danza enseña pasos de baile para favorecer la
fertilidad y un monstruo apodado la “marauña”, recorre los tejados escupiendo
insultos incomprensibles. Después de leer Granada
de las mil noches, tengo la impresión de haber asistido a un viaje alucinado,
casi siento el mareo, la embriaguez, como cuando uno despierta de un sueño y
tarde en percatarse de lo que es real. Tan solo un final un tanto irregular
empaña este prodigio literario, este artefacto de creatividad apabullante.
Aunque
suele ser fuente de frustración y generalmente me impide centrarme en una sola
cosa, esta vez bendigo mi infinita curiosidad. Tras la grata experiencia de
la lectura colectiva de El Quijote en el blog “El infierno de Barbusse”, me
hice con el libro homónimo: El
infierno, publicado originalmente en 1908 por el escritor francés Henri Barbusse y que yo he leído en la versión de 2006 de Rey Lear. Según reza la
nota del editor, fue un fenómeno de ventas, alabado por uno de los capos de
entonces, nada menos que Blasco Ibáñez. El citado Barbusse murió de neumonía en
la Rusia soviética, con la que confraternizó (al parecer publicó una
hagiografía de Stalin poco antes de morir) y quizá por eso el paso del tiempo
arrojó sobre su obra alguna palada de más.
El
argumento es tan sencillo como sugerente. La historia transcurre en primera
persona y el narrador, que se describe a sí mismo en los primeros compases de la novela como un ejemplar humano arrojado
al mundo, solitario, desconcertado por eso que uno llama existencia, encuentra
en la habitación de su hotel una grieta por la que puede observar lo que ocurre
en la habitación de al lado sin ser visto. Esta feliz casualidad nos hace
cómplices de un caso de voyeurismo del alma humana. Con una prosa elegante,
cargada de lirismo y reflexión filosófica, hay momentos de gran belleza,
deslumbrantes. Entre ellos me ha tocado especialmente la primera experiencia
amorosa de dos jóvenes, apenas rozarse los labios, no esperen de esta novela
procacidades, como podría hacer un escritor contemporáneo con el mismo leitmotiv. El propio narrador se lamenta
después: yo no recuerdo mi primera
mirada, mi primer regalo de amor. Y está claro que se produjo (…). Recuerdo
cosas insignificantes, y que vienen al azar, pero lo más bello y lo más dulce
se me ha ido a la nada. Por eso se esfuerza en su escrutinio y olvida lo
más elemental. Fuera de la habitación que espía, apenas hay acción. Y sin
embargo, se lee con avidez este infierno, con algún pasaje menos digerible,
porque no existe la novela perfecta y el excesivo protagonismo que cobra en
ocasiones el narrador, en sus elucubraciones filosóficas y científicas, margina
lo verdaderamente importante.
Así
que a través de esa grieta, asistiremos también a un parto (el dolor de engendrar, dice, el hijo por el cual la herida sangra
continuamente), a la agonía de un hombre, su duelo con un sacerdote
preocupado por llevar otra alma al redil, más que por prestar algún tipo de
consuelo, y su muerte. A una confesión, terrible, por lo bella, de la vanidad,
de la corrupción y el paso del tiempo. Un infierno del que se deduce que el ser
humano es un animal perpetuamente insatisfecho, que desea lo que no tiene y que
lo que no desea es por ignorancia.
¿Qué es lo que soy? Soy el deseo de no morir. Y no solo esta
noche, en que me veo llevado por la necesidad de construir el sólido y poderoso
sueño que no me abandonará, sino siempre. Todos somos el deseo de no morir (…)
Nos exaltamos con impresiones nuevas, con sensaciones nuevas, con nuevas ideas.
Nos esforzamos en tomar lo que no tenemos para añadírnoslo. La humanidad no es
sino el deseo de novedad acerca del miedo a la muerte. Eso es: yo lo he visto.
Qué fructífero te veo como lector Gerardo. Reconozco sentir una envidia sana por tu forma de aprovechar el tiempo tan bien.
ResponderEliminarMe quedo con los libros que reseñas y sobre todo éste último que reseñas de Henry Barbusse y su "infierno"
Un abrazo Gerardo, espero que estés bien, ya queda menos para un pequeño descanso vacacional.
Abrazos.
Este último mes sí, Carmen. Todas las noches y horas de insomnio. Lo malo es que he dejado apartado otras cosas, pero es lo que me pide el cuerpo. El de Henry Barbusse lo saqué de la biblioteca. Cuando vaya esta semana lo devuelvo, así que todo tuyo. Ya te digo, quitando algún fragmento un poco pesado, tiene momentos brillantes. Ya la propia idea lo es, ¿te imaginas poder contemplar de incógnito todas esas cosas? No hablo de experimentos tipo Gran Hermano, que son solo pose, claro, jaja.
EliminarYa queda poco para la Navidad, pero me gusta tan poco que preferiría seguir trabajando. Me temo que, como los personajes de "El infierno", yo también soy de los que desean justo lo que les falta.
Un abrazo.
Me han encantado tus reseñas, el modo en cómo describes esos libros y por qué te han gustado. Resultan muy apetecibles de leer.
ResponderEliminarComparto tu opinión sobre los traductores; si la literatura es, aparte de historias, lenguaje, ellos lo reconstruyen al traducir. Por la importancia que le doy a la traducción (tengo, por ejemplo, dos Anna Karenina en dos versiones distintas y casi son dos novelas diferentes) no entiendo mucho cómo se puede leer poesía traducida.
Tomaré nota de tus lecturas y a ver si me hago un hueco.
Un saludo.
Da gusto cuando encadenas tres o cuatro lecturas tan buenas, siempre desde mi punto de vista, ojo. Habrá a quién le parezcan infumables, que yo como lector soy un tanto peculiar.
EliminarLo que comentas de la poesía también lo he pensado más de una vez. Supongo que algo se pierde, aunque el traductor pondrá de su parte para lograr lo contrario. Recuerdo hace años que anduve buscando una versión de "Las flores del mal" hasta dar con la traducción que me gustaba, de Martínez Sarrión, ¿era esta la más fiel? Ni idea, pero es la que consiguió engancharme.
Un abrazo.
Ah, pues no... yo pienso que la pasión, para el lector, es absolutamente necesaria...
ResponderEliminarDe los libros que mencionas el que hace tiempo está en mi punto de mira (y en mi estantería), es el de "El olvido que seremos", no soy madre, así que supongo que a mí tal vez me llegue como hija...
Un abrazo
Y yo, por supuesto. Pero es que a veces, esa lectura apasionad se ha topado con los juicios sesudos y ha salido escaldada. Será complejo mío, pero me asusta quedar como un ignorante y por eso suelo precisar antes. Demasiado corazón, es lo que me pasa. A ver si te animas con la novela de Faciolince, me agradaría leer tus impresiones.
EliminarUn abrazo.
"El Olvido que seremos" me gustó mucho. Después leí otro libro del autor "La Oculta" (tengo reseña, si te interesa) que ya en novela cuenta la terrible peripecia del pueblo colombiano. Al Dr. Abad lo mataron los paramilitares, pero lo pudo matar igual la guerrilla y de eso trata "La Oculta", del terrible drama vivido ora por causa de unos, ora por causa de otros.
ResponderEliminarLos otros dos libros no los conozco, pero te veo entusiasmado.
Un beso.
Tomo buena nota, le echaré un vistazo. En "El olvido que seremos" ya se señala el odio que despertó el doctor Héctor Abad entre los dogmáticos de izquierdas y derechas.
EliminarPor cierto, ahora estoy con Richard Russo y engancha.
Un abrazo.
Al igual que Rosa, de los tres libros que nos traes solo he leído el primero y la verdad es que me gustó mucho. Esa figura paterna que lo preside todo incluso cuando ya ha desaparecido, o quizás precisamente cuando ya no está, me llamó mucho la atención y me hizo muy entrañable al autor del relato, el hijo que tanto añora al padre.
ResponderEliminarGracias por presentarme dos libros que desconocía (Granada de las mil noches y El infierno) y que me han resultado atractivos, especialmente el de Nieva.
Un abrazo.
De hecho lo conocí por tu reseña, lo tenía bien anotado. Según he leído es un libro sobre el que hay bastante consenso, de crítica y público. Por cierto, he sacado otro de Francisco Nieva, de aventuras, con el que me pondré la semana que viene (ahora tengo el de Richard Russo entre manos). Lo malo de este ritmo lector es que no me deja tiempo para reseñar, pero en fin. Cuestión de organizarse.
EliminarUn abrazo.
Qué libros tan diferentes entre sí y sin embargo los tres tienen algo que te arrastran hacia ellos.
ResponderEliminarCoincido contigo en la reivindicación de la no siempre reconocida labor del traductor. Y sí, tal vez un análisis profundo esté reñido con la pasión de lector, pero si me dan a elegir, yo también me quedo con esta última.
Un abrazo
Es cierto, son muy diferentes pero los tres han conseguido engancharme y aportarme cosas, siento que ha sido un mes lector lleno de experiencias y son títulos que no olvidaré fácilmente. Lo de la pasión somos unos cuantos los que lo tenemos claro, jeje.
EliminarUn abrazo.
Buena cosecha y excelente reseña de tres libros que hace gala de una envidiable (por mi parte) avidez lectora.
ResponderEliminarMe 'tiran' más "El olvido que seremos", por ese padre que educa con besos y abrazos y El Infierno, por lo que das en llamar "voyerismo del alma humana".
Un abrazo, Gerardo.
Seguro que te gustará, Chelo. La verdad es que me he pegado mi particular atracón lector pre-navideño, jaja. Esta semana, eso sí, me ha tocado régimen forzoso.
EliminarSaludos.
Excelente el relato de tu ensimismamiento a partir de la lecturas de esas tres novelas. Me han hablado muy bien de la de Héctor Abad, un hijo rememorando a su padre y esa idea que que quien muere a través de quienes lo recuerdan y luego nada más, solo seremos olvido.
ResponderEliminarDe las otras dos solo sé lo que acabo de leerte y me interesa.
Un abrazo!!
Con la novela de Héctor Abad hay bastante consenso y por algo será. Las otras son lecturas menos conocidas, para mí tienen un algo que las hace diferentes.
EliminarUn abrazo.
Hola Gerardo.
ResponderEliminarTengo el de Barbusse, "El infierno", exáctamente esa misma editorial, que compré junto a otro de J. von Eichendorff, "De la vida de un inutil" mismo sello también, los vi en una Feria del libro madrileña, hace unos años, al módico precio de un euro, y ahí los tengo, he picoteado algo el de Barbusse, y ese poquito me ha gustado.
Los otros dos la libros me parecen muy atractivos, y el H. Abad interpelando a la relación hijo-padre me atrae como un imán. Un buen trío literario nos presentas, de esa forma tan atractiva que acostumbras.
Un abrazo Gerardo y disfruta en compañía de tu familia.
Menudo chollo, Paco. El otro del tal J. von Eichendorff no lo conozco, buscaré por ahí. Ya hemos comentado bastante sobre el libro de Héctor Abad, una obra que toca en lo más hondo.
EliminarUn abrazo y disfruta en familia de esta Navidad que ya tenemos encima.