Extramuros fue publicada por Jesús Fernández Santos (1926-1988) en 1978 y le hizo merecedor del Premio Nacional de Narrativa. No sé hasta qué punto Fernández Santos es leído hoy día. Muchos escritores españoles de su generación han sido prácticamente olvidados, se suele decir que su obra ha envejecido mal o que no encajan en el panorama literario posmoderno, poblado por otro tipo de artefactos.
Hace
poco leí un libro de Sergio del
Molino (de mi quinta, por cierto), donde se reconocía “viejoven”. Este
neologismo se utiliza en plan cachondeo (consultar a Ernesto Sevilla y Joaquín Reyes
para saber más), pero también se puede aplicar a lectores (y escritores).
Serviría para aquellos que tienen curiosidad por desempolvar el baúl literario de sus padres
o abuelos. Un tanto “cansados de ser modernos”, David Foster Wallace, Lydia Davis
o Don Delillo no les acaban de gustar. Vamos, que no se pegan por leer (o
perpetrar) una literatura ajustada al tiempo en el que viven (¿amoral, procaz, fragmentaria, banal?, cada cual escogerá el adjetivo que prefiera o añadirá otros). Es curioso como en una sociedad
que dentro de veinte años, cuando se hayan jubilado los últimos hijos del baby
boom, estará constituida en casi una tercera parte por mayores de sesenta años
(si no me creéis, consultad las previsiones del INE), el término viejo tenga un
sentido peyorativo y a los jóvenes que no les apetece refocilarse en lo
“moderno” se les tilde de “viejóvenes”, como si fueran fósiles vivientes.
Ruinas del convento de Extramuros, en Madrigal de las Altas Torres (Ávila). Foto: http://www.madrigaldelasaltastorres.es/ |
El
caso es que, a riesgo de parecer “viejoven”, estoy rebuscando entre aquellos
escritores semienterrados, como decía y hace unos días me metí entre pecho y
espalda Extramuros. Que iba con
miedo, y de hecho al comenzar me pasó por la cabeza que a lo mejor la tarea se
me iba a hacer cuesta arriba (dicho llanamente: que me aburriría a la tercera
página). Es una novela, que sin ser histórica, está ambientada en algún momento
del s. XVII, en la España de los Austrias. No se dice, pero se intuye por el
ambiente de decrepitud y tufillo a imperio en descomposición. Está narrada en
primera persona, y aunque Fernández Santos no utiliza un lenguaje arcaizante y tampoco hace un despliegue de vocabulario infinito y rebuscado, si que, supongo
que intencionadamente, escoge un tono donde es frecuente la enumeración, los
adjetivos mandan y hay rimas por doquier. Cuesta acostumbrarse,
pero te va envolviendo y crea, sobre todo eso, crea, una sensación de enclaustramiento.
Es increíble, pero con el lenguaje Fernández Santos da corporeidad al ambiente
opresivo de un convento de clausura, al tedio de unos días que se suceden
iguales que otros, sin mayor novedad que los cambios de luz del paso de las
estaciones, a la decadencia de un paisaje y unas gentes que languidecen,
estrujadas hasta la última gota por los poderosos y que se aferran a sus
supersticiones como tabla de salvación. Con razón en el prólogo de mi edición, Raúl del Pozo insiste
en que Fernández Santos completa “una estructura casi catedralicia, con un
lenguaje asombroso, con la precisión y la paciencia del cantero”.
Y es
que el lenguaje apuntala de tal manera la historia, que si al principio me chocó y provocó cierto
extrañamiento, al acabar el libro no me imagino un tono diferente para narrar Extramuros. Que por otro lado es bien simple. Transcurre despacio, con lentitud de oruga, un tanto contemplativa y se dispone de forma
cronológica, sin saltos temporales, ni recursos complejos. Es en suma un largo
monólogo. Trata de la historia de amor de dos monjas, pues sí, un amor carnal y
espiritual a la vez. Estas dos mujeres entregadas la una a la otra, ven como el
convento en el que viven agoniza y al verse amenazadas por el cierre, lo que
implicaría su separación, deciden fingir un milagro. El milagro de las llagas,
que aparecerán, por obra y gracia del cuchillo, en las manos de una de las
hermanas. La más decidida y temperamental, no la narradora, que oscila entre
los remordimientos y la pasión morbosa por su “hermana”. El ardid resulta al
principio, pero atrae sobre el convento la fatalidad y no logra evitar la
separación, cuando por una serie de intrigas interviene el Santo Oficio.
Magistral, por cierto, la descripción del proceso de destrucción moral con el
que nuestro querido tribunal controlaba la ortodoxia en tierras hispánicas. Sin
violencias: nada de potro, ni toca, nada de morbosidades: solo el tiempo y una
celda aislada haciendo su labor destructora.
Así
que he sobrevivido a mi periplo viejoven.
En realidad, me he dejado envolver por los sonidos de mi lengua materna y su poder
evocador, que es difícil disfrutar con igual intensidad cuando la novela es
traducida. No sé si recomendarla, en los ochenta seguro que se leyó bastante,
pero hoy está bastante alejada de los parámetros “modernos”. En cualquier caso,
una lectura para rebañar, de las que una vez acabada te da por echarle otro
vistazo y leer algún pasaje para que no se pase el regusto.
No conocía el término, pero entre mis quince y casi treinta años yo fui declarada y casi exclusivamente viejoven. Fue en aquella época cuando leí unas diez novelas de Fernández Santos porque además estaba muy ligado a León y su montaña de donde era su padre y varias de sus novelas transcurren en esos paisajes.
ResponderEliminarFue también director de documentales y guionista de cine.
Me gustaba mucho y sentí mucho su muerte con 61 años en 1988.
Me ha sorprendido mucho verlo en tu blog.
Un beso.
¿Te ha sorprendido de verdad? A ver si puedo hacer un post urgente y te (os) enseño la lista de lecturas pendientes que tengo en una cuartilla arrugada sobre la mesa: pura anarquía de géneros, autores y gustos.
EliminarLo de "viejoven" es una broma, solo que me sorprende el menosprecio hacia cierto tipo de escritores, especialmente de los 60-70. Últimamente trato de leer autores en lengua española, me parece fundamental para mi propia formación, además de atajar un olvido que es injusto en mi opinión.
De Fernández Santos tengo pendiente un libro de cuentos, "Cabeza rapada", pero tendré que comprarlo de segunda mano porque no lo encuentro nuevo.
Un abrazo.
Me ha sorprendido no por verlo en tu blog, sino por verlo. Es un autor tan poco recordado. Yo no he leído "Cabeza rapada". Ya sabes mi rechazo a los relatos.
EliminarEspero que lo encuentres de segunda mano. Hay libros que ni así se encuentran.
Gracias, Rosa, al final lo encontré en Iberlibro. Fíjate que he compartido el mismo número de veces este post y tiene (si nos fiamos de las estadísticas de Google) la mitad de visitas que el de Truman Capote.
EliminarConocía la palabra dicha en tono de broma pero desde luego no en la modalidad a la que tu aludes, pero es cierto que sin saber mucho los motivos hay escritores que quedan como desfasados, sin darles oportunidades y me gusta esta oportunidad que le das en tu blog de redescubrirlos para nuevos lectores, así que me apunto al escritor y tu recomendación, no sé cuándo porque tengo una lista imposible de pendientes pero apuntado queda.
ResponderEliminarUn abrazo
Es que esa modalidad no la he patentado aún, jaja. Se me ocurrió mientras escribía la reseña. Es tal y como dices, hay escritores que quizá por no ser "modernos", aparecen como desfasados, de otro tiempo. Y apenas hace una generación o dos que eran populares. Mi lista de pendientes merece verse también, jaja.
EliminarUn abrazo.
Tengo exáctamente esa misma edición del libro que muestras en la fotografía, en un estante repleto de excelente, y olvidada, literatura española, que rivaliza con el estante inferior, también profuso en magnífica, y olvidada, literatura latinoamericana.
ResponderEliminarNo me desanima, si es que lo hubiera, un estilo quizás arcaico, aunque dices no ser el caso, bueno, si procede no me importa porque nos introduce de lleno en el ambiente de que se trate. Ya has comprobado que incursiono en estas propuestas "decimonónicas", para entendernos.
Me ha gustado lo que afirmas sobre la corporeidad de su lenguaje, poniendo el matiz en los cambios de luz estacionales... Sugerente.
Jeje, viejoven... Yo, lo de ir, por el "ven", cada vez "voy" menos :)
Abrazo!
Es un libro donde el ambiente se construye a través del lenguaje, que es parte inseparable de la historia. Hay mucha literatura española y latinoamericana en el limbo, ¿puede que acabemos extrañados ante la literatura escrita en nuestra lengua materna, aunque sigamos leyendo en castellano obras traducidas?
EliminarEstadísticamente, estoy en la mitad de la tabla. Ni viejo, ni joven, si es que estos conceptos, más allá de lo biológico, significan algo. Muy bueno lo del "voy menos", jaja.
Un abrazo desde La Mancha ventosa y lluviosa.
Hola Gerardo. A mí me da la sensación que siempre he sido viejoven, incluso cuando era niña lo era más todavía, ya que me leí libros que nadie leía, y me comí muchos clásicos cuando todavía no tenía la edad para ello. Y no solo pasa con la literatura española o latinoamericana yo creo que leer hoy en día ciertos libros te hacen parecer..., no voy a poner ninguna palabra. Bueno y a mí, que me encanta el cine de otra época ya ni te cuento. Hoy en día reconozco que ya le doy un poco a todo, y hay escritores actuales que me encantan.
ResponderEliminarEn cuanto al libro no lo he leído, aunque conozco al autor. Cualquier día le hinco el diente.
Estupenda entrada, me he reído un poco. Un saludo.
A la hora de leer lo mejor es la variedad, sin meterse en etiquetas y sin pensar si algo está de moda o no, si es actual o antiguo. Al fin y al cabo, los libros nos remueven porque hablan del ser humano y sus pasiones, además de su parte estética, que yo valoro mucho. En este sentido, el cine clásico creo que era más "literario", hace un mes o así vi "La gata sobre el tejado de Zinc" y tiene unas líneas de guión que te llegan como la mejor poesía, aparte del trabajo de sus actores, tan convincente. Es cierto que está detrás todo un escritor como Tennesse Williams.
EliminarGracias por tu visita, saludos.
Yo este mismo título que comentas lo tengo en casa desde hace años pendiente por leer, del autor tampoco conocía nada, ni me sonaba. Sabía que estaba muerto pero nunca vi ninguna noticia recordándole, y me dio por reflexionar de forma parecida a ti acerca de los cambios generacionales.
ResponderEliminarYo leo un poco pasando de géneros y modas. No es que mira únicamente la vista atrás ni tampoco que dé la espalda a las novedades. Es simplemente que esas cuestiones ni me las planteo.
Saludos.
Es muy curioso, porque eran autores de éxito en su día. Y tampoco hace tanto, hablamos de treinta o cuarenta años. Otro ejemplo es el centenario de Cela, que ha pasado casi desapercibido, todo un premio Nobel. O el caso de mi paisano García Pavón, que vendía libros como rosquillas, con un estilo además único, porque mezclaba el acento local con lo universalmente literario.
EliminarPienso que esa actitud, la de lector-abeja que liba de flor en flor, sin mirar modas o géneros, es la que da más satisfacciones.
Saludos.
Hay libros que cuestan de entrada pero se siguen leyendo (yo al menos) por darles una oportunidad, por cabezonería o por qué se yo. El caso es que uno se va habituando a esa forma de narrar que al principio choca e incluso desespera y normalmente suele haber un punto de inflexión en el que te sumerges completamente en la lectura y ya no hay vuela atrás (excepto para releer). Y termina uno el libro agradecido por no haberlo abandonado y no sólo por todo lo que ofrece el libro en cuestión sino también por esa apertura de mente a otros muchos.
ResponderEliminarNo te atreves a recomendarlo y yo no sé si me gustará pero el argumento me ha llamado la atención y mucho. Y, además, cabezona (aunque sólo en cuestión de libros) soy un rato.
En cuanto a lo de 'viejoven', de todo hay. No creo en los géneros de los libros así que tampoco en su edad. Y tanto merece la pena bucear y seleccionar entre la ingente cantidad que se publica hoy día, como echar la vista atrás y rescatar títulos como tú pretendes. A ver si nos enseñas un día tu lista ;)
Un abrazo.
Me pasa con aquellos libros que estoy convencido merecen la pena, que insisto aunque no me entren desde el principio. Siempre, eso sí, hay un punto de inflexión. Depende a veces también del contexto, mi estado de ánimo, parece increíble como cambia una lectura.
EliminarYa he preparado la lista, jeje. Aunque es tan chapucera que da un poco de vergüenza, pero sea.
Un abrazo.
Tengo el libro y lo leí hace tiempo. Tengo buen recuerdo de él, un libro bien escrito y con una historia que entretiene. Los buenos libros se mantienen a lo largo del tiempo, pero tendría que volverlos a leer para apreciar la diferencia.
ResponderEliminarUn abrazo "viejojoven", jajaja
Precisamente ahora trataba de buscar un hueco en mi estanterías a libros nuevos y me hacía una pregunta parecida. El tiempo revaloriza o hace estragos.
EliminarDe "viejoven" a "viejojoven", un abrazo.