domingo, 15 de julio de 2018

"En movimiento" de Oliver Sacks


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Comienzo esta reseña con tres reflexiones en torno a la escritura, extraídas de las páginas finales de En movimiento. Una vida (On the move. A life, traducción de Damià Alou), autobiografía póstuma (en su edición española) de Oliver Sacks, neurólogo y escritor británico:

El acto de escribir es suficiente en sí mismo; sirve para clarificar mis pensamientos y sentimientos. El acto de escribir es una parte integral de mi vida mental; las ideas surgen y cobran forma en el acto de escribir.

El acto de escribir, cuando ocurre con fluidez, me proporciona un placer, una dicha incomparables. Me lleva a otro lugar —da igual cuál sea el tema— en el que me hallo totalmente absorto y ajeno a pensamientos, preocupaciones y obsesiones que puedan distraerme, incluso del paso del tiempo.

Para bien o para mal, soy un narrador. Sospecho que esta afición a las historias, a la narrativa, es una inclinación humana universal, que tiene que ver con el hecho de poseer un lenguaje, una conciencia del yo, y una memoria autobiográfica.

Aparte de identificarme, en mi insignificancia, con los sentimientos de Oliver Sacks (y que se podrían extender a la buena lectura, porque también implica un acto creador, reconstructor si se quiere, donde interviene la imaginación), creo que estas palabras  contienen la esencia de En movimiento: honestidad al hablar de sí mismo, una sencillez balanceada con aguda perspicacia y sobre todo, pasión por saber, entender y narrar. Fueron, deduzco, las directrices de Oliver Sacks hasta que una inesperada metástasis le privó de una vida de la que supo estrujar hasta la última gota. Podéis —debéis— leer su artículo de despedida que publicó meses antes de su muerte.

Olivers Sacks (1933-2015), celebrado por sus libros de casos clínicos El hombre que confundió a su mujer con un sombrero y Despertares, del que Hollywood hizo una adaptación nominada a los Oscar, traza la trayectoria de su vida desde su juventud (la infancia ya la contó en El tío Tungsteno). Está todo: peripecias personales, profesionales, una pasión irrefrenable por escribir y como en toda vida, la búsqueda incesante de la felicidad. 

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Imagen de Olivers Sacks junto a Robin Williams durante la preparación de Despertares (foto: ni un libro al día)

Ya decía que la franqueza define las páginas de En movimiento, así que Sacks no evita cuestiones a priori tan espinosas como su sexualidad, el autocelibato que se impuso durante décadas o su adicción a las drogas, todo expuesto sin pizca de autocompasión. La familia ocupa un lugar esencial: George, su hermano pequeño esquizofrénico, su tía Lem, que dejó una dulce impronta o una madre, generosa y de inteligencia punzante, pero a la que le costó encajar la homosexualidad de su hijo. Me ha sorprendido la entrega de sus progenitores a la profesión médica. Con noventa años, Sacks trató de convencer a su padre, médico de profesión, para que bajara el ritmo y al menos renunciara a las visitas a domicilio. No lo consiguió. Y es que cuando profesión y vida se amalgaman y la pasión define los minutos, casi los segundos, no hay lugar para pensar en jubilaciones anticipadas.

Sacks cultivó aficiones que a algunos le parecerán insólitas, hablando de un estudioso, neurólogo y demás, pero ya se sabe que no hay mayor ceguera que el prejuicio. En la bien nutrida colección de fotografías que acompañan al libro, vemos al bueno de Sacks practicando la halterofilia, el buceo o recorriendo California en motocicleta, con una estética que recuerda al Marlon Brando de Salvaje. Sobre todo, se le ve cuaderno en mano (calcula haber gastado unos mil, más o menos) escribiendo, en cualquier contexto. De hecho, en el libro y es un punto a su favor, hay intercaladas correspondencia y fragmentos de diarios del autor.

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Uno de los elementos más fascinantes de En movimiento  y que define la obra de Oliver Sacks, es el relato de casos clínicos, en concreto de enfermedades neurológicas que provocan trastornos inimaginables y que Sacks aborda con gran humanidad. Quizá en este punto sea más conveniente leer el citado El hombre que confundió a su mujer con un sombrero. Estas partes añaden cierta dificultad al texto, por el lenguaje técnico y sus implicaciones a veces incluso filosóficas. En concreto, el capítulo dedicado a las teorías sobre la conciencia de Gerald Edelman me costó lo suyo.

En movimiento resume la trayectoria intelectual y vital de Oliver Sacks. Es una obra valiosa, honesta y cuya lectura me ha dejado cierto consuelo (lo que no consiguen las noticias), cierta alegría de haber compartido solar y especie con alguien tan extraordinario, de saber de su vida, pensamientos, pasiones, aciertos y equivocaciones, de haber podido conocer con perspectiva la vida de alguien tan extraordinario. Dejo una última cita, esta vez no del libro, sino de su artículo de despedida:

Cuando una persona muere, es imposible reemplazarla. Deja un agujero que no se puede llenar, porque el destino de cada ser humano —el destino genético y neural— es ser un individuo único, trazar su propio camino, vivir su propia vida, morir su propia muerte.

jueves, 5 de julio de 2018

"El tiempo es un canalla" de Jennifer Egan


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Hace ya tiempo, vagando sin rumbo por internet, vicio que comienza a inquietarme, di con una opinión furibunda pero bien argumentada que resumo. Venía a decir que parte de la novela traducida que se publica en España y copa el mercado editorial, no es más que literatura de segunda fila, legible porque es remozada por gente competente (traductores, correctores, etc.). Las delicatesen allende los mares casi nunca se sirven en la mesa generalista, truncada su visibilidad, y con suerte acaban como menú tardío de editoriales modestas.

Como en esta época que nos ha tocado vivir no queda sino contrastar, me fui a la lista anual de The Guardian, en busca de la literatura más fina y prestigiosa publicada en lengua inglesa. Luego, con paciencia (hasta que me harté), anduve comprobando si esas perlas anglosajonas estaban por llegar, habían llegado o no al mercado español. Y bueno, nuestro furibundo snob tenía algo de razón. La mayoría de autores habían sido traducidos, pero eso sí, casi ninguno en editoriales de renombre. Hice una lista de los que me parecieron más interesantes y entre ellos, he leído hace poco a Jennifer Egan (1963). En concreto, A visit from the Goon Squad, rebautizada (con todo el sentido, ojo) como El tiempo es un canalla.

Flamante premio Pulitzer 2011 y publicada por Editorial Minúscula, a la traducción Carles Andreu. Según he podido colegir en un par de búsquedas, Jennifer Egan es una escritora de gran prestigio, original y con gran parte de la quisquillosa crítica neoyorquina rendida a sus pies. Es una suerte que al menos la tengamos traducida y disponible (bajo pedido), pero me choca que una autora de este calibre haya ido a parar a una editorial que desconocía por completo y mira que circulo por blogs literarios y demás. Bendita sea Minúscula, aunque la portada, si trata de imitar la estética punk con el collage de tipografías, se queda en un trabajo de patchwork. Único tirón de orejas. Da también un poco de aprensión comprobar que otra obra reputada de Jennifer Egan, Emerald city, ha tenido que esperar veinte años para ser editada en español y gracias al mecenazgo del Ministerio de Cultural, también en Minúscula (adjunto link a su web). Va tener nuestro snob razón, después de todo.

Voy a la novela en sí, quizá una de mis mejores lecturas de narrativa contemporánea de ficción. Me lo merecía, después del chasco que me llevé con Lydia Davis el año pasado y con otros posmodernos que no nombraré. Pero ya empiezo regular, porque El tiempo es un canalla se podría haber vendido, en el caso de que exista la figura del editor suicida, como libro de relatos. Si cogemos la receta de lo que se entiende por novela, el libro de Egan se queda entre Pinto y Valdemoro. Es todo fragmentario, un gran espejo hecho añicos, con piezas donde se reconoce cierta unidad pero con filo posmoderno. La historia transcurre en un arco de tiempo dilatado desde finales de los 70 a un futuro cercano con tufillo distópico, pero expuesto sin orden cronológico. Los personajes son reconocibles de un capítulo a otro, fluyen a lo largo de ese agujero de gusano, pero en uno son protagonistas absolutos y en otro apenas una nota al pie. Constituyen la urdimbre que crea un punto de conexión entre cada capítulo.

Decía que el título, a pesar de no ser una traducción fiel, respeta el mensaje central de la novela de Egan. Y es que sí, el tiempo es un canalla. Hace picadillo los sueños de juventud, convierte a la adolescente rebelde en madre sobreprotectora y al músico idealista en productor de bazofia enlatada, lo aplasta todo. El tiempo es un canalla entrará a cualquier lector que afronte o haya afrontado la crisis de la madurez como una loncha de queso entre las rebanadas de un sándwich. Quizá no sea lectura para Millenials, pero cualquiera sabe.

Un dato, Egan declaró que la novela fue inspirada por dos fuentes: En busca del tiempo perdido, de Proust y Los Soprano, serie icónica de HBO. La cita no es solo provocación, tiene sentido al leer El tiempo es un canalla, donde la memoria y la consiguiente (y distorsionadora) nostalgia juegan su papel y el trasiego de personajes marginales que en cierto momento se convierten en protagonistas, recuerda a la serie televisiva.  

En una reseña, también en The Guardian, era calificada como una novela difícil de resumir, pero deliciosa de leer y es que se trata de una propuesta compleja, una sinfonía de personajes y formas de narrar, saltando de la primera a la tercera persona e incluso hay un capítulo construido utilizando PowerPoint (delicioso, brutal, no por la forma en sí, sino por el contenido). Hay capítulos que rezuman melancolía, otros divertidos, surrealistas, irónicos, los registros son variadísimos. Incluso y es de agradecer, se bordean terrenos pantanosos en lo políticamente correcto, como cuando una asesora trata de realzar la imagen pública de un sanguinario genocida, usando a una estrella adolescente en horas bajas. También incluye una reflexión sobre el impacto que las nuevas tecnologías en nuestras vidas y es que el cambio está siendo profundo y me parece interesante que los escritores fabulen y reflexionen sobre ello en lugar de repetir los mismos temas de siempre.

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Fragmento del capítulo en PowerPoint. No encuentro imágenes en español 

En fin, un libro original, tremendo y acabo esta reseña sin hablar apenas del argumento. Pero para qué, mejor dejarse sorprender. A pesar de que los mostradores de nuestros templos consumistas seguirán lodados con thrillers, tochos históricos o la moda que toque, escritoras como Egan me ayudan a mantener la fe en la lectura. 

Por si no queda claro, os enlazo a una reseña aún más entusiasta que la mía en el blog Estandarte.