Cuando escasea el tiempo y la concentración
para leer, se vuelve uno un poco sibarita. No entra cualquier cosa, el estómago donde van los libros está especialmente levantisco y ataca con sus
ácidos sin compasión. Hasta da ardor leer el trabajo propio y eso que como
te conoces tiendes a ser benévolo. En tal coyuntura, autores como Carson McCullers son garantía de una digestión apacible. El corazón es un cazador
solitario fue publicado en 1940, cuando la autora contaba con apenas veintitrés
años. Si no recuerdo mal, la crítica lo considera su trabajo más atinado.
Desde luego, allí volcó toda su sensibilidad, ternura y talento. La mía es una edición
de Círculo de Lectores, con motivo del centenario de su nacimiento, con
traducción de Rosa María Bassols. Viene con una sobrecubierta desplegable, el
libro pesa un quintal, cada hoja es densa y tirante, como una cuchilla. Me
alegro de tenerlo en mi estantería, porque me sobrevivirá y es algo que no
pueden decir los libros de bolsillo y colecciones de periódico que compré en
los tiempos de penuria estudiantil.
Es un título que la mayoría conoce, pero no
está de más contar a trazo grueso su argumento. Luego desgrano alguna de las
cosas que me han removido. La historia está ambientada en una ciudad
industrial del sur de EEUU (¿quizá en el estado de Georgia?), a finales de los años 30. Tenemos por tanto segregación racial, clasismo,
pobreza a raudales y otoños calurosos. John Singer y Spiros Antonapoulos son
sordomudos y amigos inseparables. Componen una pareja de contrastes, ya que
Singer es estoico y centrado, mientras Antonapoulos es perezoso y
glotón. Sin embargo, ellos se complementan y conviven felices, aislados del
mundo pero aferrándose a ese hilo que su lenguaje de signos y complicidad mantiene
tenso y firme.
Todo cambia cuando Antonapoulos pierde la cabeza y es confinado
en una institución mental. Singer, perdido su único amigo, alquila una
habitación y en torno a su silente quietud convergen varios personajes
atormentados, cada cual más variopinto. Mick Kelly, una adolescente que sueña
con convertirse en pianista; Jack Blount, un agitador político que entra y sale
de las brumas del alcoholismo, desquiciado porque sus ideas caen en saco roto.
El doctor negro Benedict Copeland, varado en tierra de nadie por su educación,
insólita entre los de su raza y sus ideas redentoras que caen, como en el caso
de Blount, aunque por diferentes motivos, en terreno baldío. El cuarto satélite
que orbita en torno a Singer es Biff Brannon, el dueño de la taberna donde Singer
acude cada día a almorzar. Brannon es un observador inteligente, pero tiene un
vacío secreto, un amor paternal que al morir su mujer se torna irrealizable.
Foto extraída de una adaptación teatral de 2017 (fuente: arktimes.com) |
Los
cuatro personajes acuden a Singer, le hablan desde lo más profundo de su ser.
El mudo atiende, sonríe, ellos creen que les comprende. A partir de aquí pasan
muchas cosas. McCullers nos muestra, con increíble sencillez estilística y a
través de un narrador omnisciente, los entresijos del alma humana. La debilidad
de ese corazón, un cazador solitario que parece condenado, como un titán, al
sufrimiento. La novela dará un vuelco al final, aquí me tiemblan los dedos,
pero desvela algo insólito y que a lo mejor uno no acaba de darse cuenta, pero
es que el propio Singer también es un cazador solitario. Y también sufre.
Me resulta extraordinario que con esa
sencillez se pueda ahondar tanto, llegar al alma misma de los personajes. Que
son seres de ficción, no existen, o sí, es algo que a veces llego a dudar. El
escritor es una especie de Dios creador. Y de hecho, así conciben a Singer esos
cuatro personajes. El sordomundo es visto como un sabio, alguien
con el que pueden compartir sus sentimientos y a quien revelar aquellos sueños más inconfesables. Es como esa figura
de Cristo a la que se dirigen plegarias, pero de la que nadie obtiene
respuestas.
Todos están solos en esta novela, se sienten aislados de los demás y sufren, mucho y tienen sueños, quimeras en realidad, al lector (y quizá a ellos mismos) le queda claro que son irrealizables. A pesar de todo, es el combustible que
les alienta a seguir. Porque así es el ser humano, su existencia se sustenta en
la creencia en ficciones. Ahí es donde reside nuestra singularidad.
Y es que el
propio Singer sufre esa misma soledad, al verse alejado de su querido
Antonapoulos. Es un sentimiento profundo, más allá de la relación homosexual que
se pueda intuir. Es tener a alguien con el que poder comunicar tus sentimientos
y a quién amar sin condiciones, ¿quién lo tiene? Pensad un poco, ¿a quién
podéis desvelar hasta las entrañas? Da terror pensarlo y de hecho, uno se podría
sentir tan indefenso. El pobre Singer es ciego, además de sordomudo. Porque
Antonapoulos es egoísta, perezoso y no corresponde del mismo grado a Singer, un tema que McCullers también trata en La balada del café triste. Pero a nuestro héroe no le importa. Singer ama sin recibir ni una pequeña
fracción de lo que ofrece y esto, dar sin la pretensión de obtener un gracias, sin pedir sumisión, es la verdadera
generosidad y es un don tan escaso que acabo viendo a Singer como una figura
religiosa, sí, igual que los cuatro desesperados que acuden a su habitación y
comparten un cigarrillo y hablan al mudo y este les mira sin pestañear para
leer sus labios. Singer simboliza la esperanza, es una almohada donde se posan
con suavidad los sueños de Mick, el doctor Copeland o Blount.
Sandra Locke como Mick Kelly, en la película de Robert Ellis (foto: fanpop.com) |
Si hay un personaje donde McCullers vuelva su
espíritu creo que es Mick, la joven que espera ser pianista y a falta de dinero
para un instrumento compone melodías imaginarias en una libreta. Es inteligente,
despierta y hay una escena donde hace una excursión con un amigo del barrio a un paraje cercano y contiene una descripción maravillosa del momento crucial en el que deja de ser una niña, con una delicadeza perturbadora. Es el
paso al abismo, al del mundo adulto y asistimos así a una novela dentro de otra,
a una novela de descubrimiento.
En 1969 la historia fue llevada al cine y nominada a dos Óscar. La película
es notable y los personajes están muy logrados, aunque Mick es una actriz
veinteañera y la acción se desarrolla en los sesenta y no en 1939. Merece la pena también. En fin, decía Bukowski en un poema sobre
McCullers:
Todos esos libros suyos
de aterradora soledad
esos libros
sobre la crueldad
del amor sin amor
es todo lo que de ella queda.
Y digo yo, ¿es que te parece poco? Para el
que quiera otra taza, una reseña más centrada aquí.
Parece que no me deja publicar mi comentario, y si el de ese asiatico, ininteligible.
ResponderEliminarUn abrazo
Se ha colado el spam, vaya faena. En fin, espero que te guste la sugerencia de este mes.
EliminarUn abrazo.
Es una escritora a la que tengo poco trabajada. Leí "Reloj sin manecillas" y "Frankie y la boda", pero de eso hace mucho.
ResponderEliminarEste lo tengo pendiente hace mucho. A ver si ahora me animo.
Como Faulkner y algún escritor sureño más (ahora no me viene ninguno a la cabeza, pero sé que lo he pensado varias veces), McCullers, es una maestra en crear ambientes y mundos.
Ese enlace que pones del blog "Lectura y locura", ¿tiene algo que ver contigo o es sencillamente una reseña que te gustó?
Un beso.
Este año es la autora que más he leído, relatos, novelas y hasta una biografía. Sobre todo me gusta la ternura y capacidad para mostrar sentimientos, insólito si se tiene en cuenta su edad. Es como si hubiera nacido ya sabiendo.
EliminarHe incluido el enlace porque me ha parecido un análisis muy bueno del libro, yo soy más de dejarme llevar por mis impresiones. Nada más.
Un abrazo
Estas novelas son para leer lenta y pausadamente, porque no se debe escapar nada. De la autora leí hace ya unos cuantos años Reflejos en un ojo dorado y no me dejó indiferente.
ResponderEliminarBesotes!!!
También fue adaptada al cine, con Marlon Brando. Es una autora muy singular, "La balada del café triste" también merece mucho la pena y los relatos. En fin, todo.
EliminarUn abrazo.
Seguro que me gusta Gerardo, raro es que no me guste los libros que reseñas. Entremedías del spman deje un par de comentarios, que se fueron a Asía como el spam. Ya te contaré, me voy a la biblioteca a recojer el libro. Un abrazo.
ResponderEliminarMe atrevo a decir que sí, ya me contarás.
EliminarUn abrazo.
Ufff, es un libro magnífico de verdad. Me encantó y lo he releído el año pasado para volverlo a disfrutar
ResponderEliminarBesos
Es un firme candidato a relectura, estoy contigo. Además la edición que compré está hecha a conciencia.
EliminarUn abrazo.
Leí hace mucha tiempo Lo balada del café triste. Era muy joven y no estaba preparada para entenderla. Ahora me doy cuenta de que engullí muchas obras que no supe apreciar y que debo retomar. Como siempre, tus entradas me abren el apetito. Un abrazo muy fuerte y gracias
ResponderEliminarGracias a ti Ana. Por eso soy partidario de la relectura, casi siempre implica algún tipo de descubrimiento.
EliminarUn abrazo.
hola! tu recomendacion cae en buenas manos, alas, en fin! veremos de ver los film porque nos gustan mucho, gracias y saludosbuhos!
ResponderEliminarLa película está muy bien, especialmente Singer y Mick. Se toma sus licencias con el argumento, eso sí. Pero creo que el espíritu general de la novela lo respeta.
EliminarSaludos.
Los personajes que crea Carson McCullers son tremendos, y sorprende que lo hiciera a una edad tan temprana. Era un genio. Lo leí hace unos años y es uno de esos libros que se queda grabado en la memoria.
ResponderEliminarUn abrazo.
Y en principio ella aspiraba a ser pianista. De hecho, hay un capítulo donde se describen las emociones de Mick al escuchar una sinfonía de Beethoven por primera vez que solo podían salir de la pluma de una sensibilidad musical. Podía haber sido concertista, pero por una enfermedad que tardó años en ser bien diagnosticada acabó como escritora. Una suerte para nosotros sus lectores.
EliminarUn abrazo.
No recuerdo haber leído ninguno de sus libros y tal y como lo has reseñado es de esas escritoras que disfrutas en lectura lenta y pausada, igual para vacaciones que siempre hay más tiempo.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho descubrir ese alma generosa que parece ser Singer y me has hecho pensar en esas personas buenas que siempre están como almohadas y a las que no siempre se sabe valorar.
Besos
El final te hace pensar aún más en lo que dices, Conxita. Del bienestar y preocupaciones de esas personas generosas no repara nadie, pero también sufren: como todos.
EliminarUn abrazo.
«¿A quién podéis desvelar hasta las entrañas?» Solo con que me hubieras dicho que un libro te ha provocado tal reflexión ya me hubieras convencido, pero la verdad es que me has tenido encadilada durante todo el tiempo que he estado leyendo tu reseña. No te voy a decir que me apunto el libro porque ya lo tenía apuntado, junto a Iluminación y fulgor nocturno, desde que leí, también por tu 'culpa', El aliento del cielo. Lo que sí te digo es que has conseguido subrayarlo en mi interminable lista de pendientes, que no es poco, pues me pierdo excelentes lecturas entre tanto propósito lector. Así que nunca está de más un recordatorio, y si viene además acompañado de una reseña tan magnífica como la que has escrito, pues mejor.
ResponderEliminarUn abrazo
Es un libro de sentimientos y entre lectores como nosotros, porque ya nos conocemos, es algo que nunca cae en saco roto. Seguro que lo disfrutas, Lorena.
EliminarUn abrazo.
Justo el sábado iba de camino a la Feria del libro de Bilbao leyendo en el tren el de La balada del café triste, porque lo tengo en Austral básico y no ocupaba nada en el bolso. Leí unas páginas y me encantó el comienzo, si bien es cierto que me compré un porronazo de libros y he seguido con otros. A ver qué me parece el título y en tal caso, repito con tu propuesta.
ResponderEliminarBesos.
Esta novela es más compleja y ambiciosa, aunque que es anterior (la primera de Carson). Pero en lo esencial se parecen mucho, ofrecen la misma idea pesimista y dramática sobre el amor.
EliminarSaludos.
¡Hola! Hace tiempo leí "Reflejos en un ojo dorado" que también fue adaptada al cine y me gustó sobre todo la forma de narrar de esta autora
ResponderEliminarSaludos
Justo después de leer la novela vi la película y me gustó mucho. Recuerdo el papel de Marlon Brando, que está genial como siempre. McCullers es única, aunque dentro de la tradición del sur, como Faulkner.
EliminarSaludos.
Por casa lo tengo, aún sin leer. Que Carson McCullers escribiera semejante obra con 23 años, uff, me parece alucinante, como si fuera una mente adulta tocada por la sabiduría... recluida en el cuerpo de una niña, prácticamente.
ResponderEliminarMurió a la edad que tengo yo ahora, 50, y además un septiembre de 1967, el mes y el año en que nací; me voy a poner a escribir seriamente... a ver si continúan las coincidencias (jeje, qué iluso).
Un abrazo, Gerardo.
Es asombroso. A todos sus lectores les llama la atención esta precocidad. Supongo que es algo exclusivo de los genios.
EliminarBonitas coincidencias. Yo digo como Robe en uno de sus temas: "y me siento mejor si sé que tengo una estrellita, pequeñita pero firme". El hecho de poder disfrutar y valorar a McCullers ya es bastante, porque también es una manera de participar de su talento.
Un abrazo.