Ha
sido un final de febrero y un mes de marzo complicados, tanto que apenas he podido publicar una entrada. He
tratado, eso sí, de no perder el contacto con la blogosfera. Mi lista de libros
pendientes puede dar buena cuenta de ello y si tuviera forma humana se
acercaría a lo que se denomina obesidad mórbida. También he leído, faltaría
más, ¿cómo prescindir de tal alimento? Si las proteínas son los ladrillos del
cuerpo, la lectura tiene idéntica labor nutritiva para la mente y además exalta
o relaja el espíritu, según los caminos que uno transite.
Y ya
que hablo de caminos, pues he frecuentado los del relato corto. La
habitación de Nona, de Cristina
Fernández Cubas, es un conjunto de seis historias de extensión variable, que
se mueven dentro de un universo inquietante y ambiguo, que combina lo
fantástico con lo cotidiano. El relato que da nombre al libro juega con el
clásico final desconcertante y nos pone continuamente trampas, retorciendo la
cita de Einstein que sirve de prefacio: “la realidad es simplemente una
ilusión, aunque muy persistente”. Es un libro compacto, a pesar de la
fragmentación que supone el género. A ello contribuye la presencia, asumiendo
la voz narrativa directamente o entre bambalinas, de niñas o adolescentes que
se enfrentan, bien a los misterios de la infancia, bien a su crisis. En El final de Barbro nos habla una hija
despechada, una historia de misterio con toque gótico. Días entre los Wasi-Wano sigue con el tema antes mencionado, la
encrucijada que enfrenta al niño con el adulto que será. En Interno con figura, cobra
sentido la fotografía de la portada —ya decía que hay un sólido andamiaje en
este libro—y Fernández Cubas propone un fascinante juego de ficciones envueltas
las unas en las otras, de enigmas y suposiciones. En realidad, la autora nos
está haciendo partícipes de su propio proceso creativo.
El
otro libro de relatos es un volumen de Leonardo
Padura titulado Aquello estaba deseando ocurrir. Se trata de una compilación y por tanto su
calidad va y viene. Sin embargo, hay unidad temática y de enfoque, a lo que
ayuda el estilo claro y bien definido de Padura. El erotismo campa a sus
anchas, de forma bastante explícita. El sexo es un elemento liberador unas
veces y otras una forma de evasión, para escapar de la realidad. Flota cierto
fatalismo, cierto aroma de derrota, asumida y que se vive con melancolía y
resignación. Mucho humo de cigarro, ron carta blanca, escasez y penurias en una
economía de supervivencia. En el horizonte, la balsa encarada hacia Florida. Disfruté
esta lectura, básicamente, por las virtudes indiscutibles del estilo de Padura
y por los temas universales que trata partiendo de lo cotidiano. Aparte de la
visión de una Cuba muy diferente a la que venden las agencias turísticas o el
cliché político, del lado que sea.
Algo curioso ocurría con
aquella mujer que, una vez cumplida su actuación, bajaba al bar con su cigarro
en los labios y bebía en silencio aquel único trago de ron. La costumbre
parecía ser ancestral, pues nada más ocupar su banqueta, el barman le servía su
carta blanca y Violeta lo bebía a sorbos lentos, entre cigarro y cigarro, sin
hablar con nadie, apenas observando a través de su pelo cómo el hielo se fundía
con el ron, hasta que a las dos de la madrugada, hora del cierre, apuraba el
resto de su bebida y salía a la calle, sin despedirse de nadie, sin que nadie
la acompañara, sin que nadie la esperara, mientras yo la miraba alejarse,
incapaz de abordarla, lleno de interrogaciones y desbordado de deseos.
En
mi ciudad se celebra desde tiempos inmemoriales la llamada “Fiesta de las Letras”.
Tiene mucho colorido, hay una ceremonia por todo lo alto, los premiados
desfilan cogidos del brazo de las madrinas y como colofón, participan en una
cena de confraternización. Desde hace unos años la editorial Reino de Cordelia edita los trabajos galardonados. El premio de narrativa
Francisco García Pavón está dedicado a la novela policíaca. Este año recayó
en Virginia Aguilera por Ojos
ciegos. No soy muy asiduo del género pero esta novela me intrigaba,
porque leí que la acción transcurre en un falansterio. Los falansterios fueron un
proyecto de comunas autosuficientes, ideado por el socialista utópico Charles
Fourier. La trama comienza cuando una peculiar pareja, formada por un juez casi
ciego y su joven y guapa ayudante, acuden al falansterio aragonés Alegría, para investigar una extraña
desaparición. A partir de ahí se va desplegando la historia, con sus sorpresas,
equívocos, acción y todo el arsenal típico. La utopía esconde un terrible
secreto, no podía ser menos. Se lee bastante bien, aunque pesan ciertos
anacronismos, ya que la novela está ambientada en 1867, en vísperas de “la
Gloriosa”. Causa estupor la cantidad de erratas, supongo que se corregirá en
sucesivas ediciones. Es lo que tiene publicar los premios así, en bruto.
El
otro es el Premio Eladio Cabañero de
Poesía, que se llevó María Teresa
Amondarain Ramos por La reina maga del temprano ombligo. Su lectura ha sido una sorpresa para
mí por varias razones. La primera, porque no es una autora consagrada. La
segunda, porque se lee de un sorbo. No estamos hablando de poesía intrincada,
indescifrable. Ni de juegos poéticos complejos, es pura sencillez. Tiene cierto
aire cándido, ingenuo, de cuento de hadas. La autora narra la vida de su madre,
la “reina maga del temprano ombligo”, sujeta a todo tipo de azarosas
vicisitudes. Es conmovedora la imagen de la bandeja ensangrentada de poliespan,
que uno de sus hermanos roba del Alcampo para alimentar a la numerosa prole que
cuida la “reina maga”, hasta cinco, denominados “playmobil”. En fin, uno piensa
en frases-eslogan del tipo “viviremos peor que nuestros padres” y arruga el
bigote. Es lo que tienen las medias verdades.
Y fuimos llegando poco
a poco los cinco.
Uno detrás de otro, como llegan los días, los meses y los años.
Cuando llegó el primero, mi madre era un ombligo
de sólo quince años,
que ayer apenas recortaba recortables
y a Mariquita Pérez o a Rapaziña
les cambiaba vestidos y zapatos,
mi madre ombligo.
Como la vulva que inflamó el jabón de lagarto,
mi madre ombligo,
un ombligo agujero
un ombligo cromático
un ombligo arco iris
algún mágico túnel
donde el tronco de la vida ramifica sus brazos
agarrándose a estrellas, lunas llenas,
a pimentón de soles
la vagina era signo de prohibido pecado.
Con sólo quince años,
una niña pariendo
a un muñeco de piel
y llanto humano,
no atravesó el ombligo,
como pensaba ella,
pero cruzó lagunas uterinas,
paredes de mucosas inflamadas
cordilleras de madre sangre miel de abeja
y una vagina bella, adolescente,
castaños los ojos,
inocencia en los labios,
oídos conquistados por la labia
del que miente,
que sabe más que los ratones colorados,
que un “no” no vale por respuesta,
que siempre es “sí”,
y así fuimos llegando,
desde el uno hasta el cinco
los muñecos humanos
de un temprano ombligo.
El internado de sopa de tocino
se convirtió en un internado transparente,
donde el ombligo no puede rebelarse ante un bigote.
Uno detrás de otro, como llegan los días, los meses y los años.
Cuando llegó el primero, mi madre era un ombligo
de sólo quince años,
que ayer apenas recortaba recortables
y a Mariquita Pérez o a Rapaziña
les cambiaba vestidos y zapatos,
mi madre ombligo.
Como la vulva que inflamó el jabón de lagarto,
mi madre ombligo,
un ombligo agujero
un ombligo cromático
un ombligo arco iris
algún mágico túnel
donde el tronco de la vida ramifica sus brazos
agarrándose a estrellas, lunas llenas,
a pimentón de soles
la vagina era signo de prohibido pecado.
Con sólo quince años,
una niña pariendo
a un muñeco de piel
y llanto humano,
no atravesó el ombligo,
como pensaba ella,
pero cruzó lagunas uterinas,
paredes de mucosas inflamadas
cordilleras de madre sangre miel de abeja
y una vagina bella, adolescente,
castaños los ojos,
inocencia en los labios,
oídos conquistados por la labia
del que miente,
que sabe más que los ratones colorados,
que un “no” no vale por respuesta,
que siempre es “sí”,
y así fuimos llegando,
desde el uno hasta el cinco
los muñecos humanos
de un temprano ombligo.
El internado de sopa de tocino
se convirtió en un internado transparente,
donde el ombligo no puede rebelarse ante un bigote.
Me he metido mi chute de clásicos. Sobre estos, ¿qué decir? La
colmena de Camilo José Cela es pata negra de nuestra literatura con
todo merecimiento. He realizado una lectura guiada, a través del blog “El
infierno de Barbusse”; en realidad era una relectura y me ha fascinado tanto
como la primera vez. Sin duda se trata de un artefacto de precisión, la combinación
de lenguaje literario y de la calle, no chirria nunca y todas las doscientas y
pico piezas de esta colmena humana se ensamblan de tal modo que, a pesar de la
profusión de personajes y situaciones, uno nunca llega a perder el hilo. No me
entretengo mucho, que esta obra la conocéis todos.
Igual que La ciudad y los perros, que Mario Vargas Llosa publicó hace casi
cincuenta y cinco años. Un pipiolo, no muy alejado en el tiempo de esos cadetes
animalizados del colegio militar Leoncio Prado, donde el propio autor pasó dos
años (según se dice quemaron varios ejemplares del libro, de lo que gustó). El Poeta,
el Boa, el Jaguar, el Esclavo, junto a Teresita y el teniente Gamboa, se
constituyen en protagonistas de una novela donde se alterna el monólogo
interior con la narración descarnada de los hechos. Experimental al principio,
con continuos flashbacks, abrumadora,
en su final vertiginoso todo se resuelve de forma clásica y sobre todo
contundente. Viene a ser verdad eso de
que el genio nace y no se hace.
No encuentro la portada de la edición española, en la editorial CIRCE. Así que ahí va la edición norteamericana. |
Y para acabar con genios, ayer finalicé la lectura de la
biografía de Carson McCullers
escrita por Josyane Savigneau,
subtitulada “un corazón juvenil”. En
ella, la autora trata de ofrecer una imagen de Carson mesurada, desmitificadora
y alejada de la gran biógrafa de Carson, Virgina Spencer Carr, que quizá se
dejó llevar por el exceso de celo y cierta “moralina”. También es notable el
esfuerzo por enterrar el rumor de que su marido Reeves era el verdadero
perpetrador de buena parte de la obra de Carson. El libro es un tanto frío,
supongo que el género lo requiere. Pero contiene alicientes. La correspondencia
entre McCullers y su marido Reeves, cuando este se prepara para el desembarco
en Normandía y lucha contra la ocupación alemana es conmovedora. Los fragmentos
de McCullers con su psicoanalista Mary Mercer, son jugosos y le dejan a uno con
la miel en los labios, porque Savigneau desvela que por iniciativa de la propia
Carson se grabaron todas sus sesiones, que permanecen (a fecha de 1998, cuando
se edita el libro) inéditas, ya que forman parte del archivo de Mercer. Los
fragmentos de la autobiografía “A mortgaged heart”, que Carson dejó inconclusa,
también tienen una veta de alta literatura. Me ha conmovido la amistad que le
unió a otro grande, Tennesse Williams. En cuanto a todo el muestrario de
enfermedades y problemas de salud de McCullers, se agradece que su biógrafa no
cargue las tintas, buscando un efecto melodramático. No lo necesita. Lo
verdaderamente emocionante es el impulso creativo de Carson, su necesidad vital
de escribir, expresarse y dar forma a ese particular universo. ¿Es por esa
autenticidad que su obra no ha envejecido? Concluyo con un fragmento de la
propia Carson, que se incluye a modo de anexo al final como “notas sobre la
escritura”:
Mi comprensión es solo
fragmentaria. Comprendo a los personajes, pero la novela en sí permanece en un
estado de indefinición. La clave aparece a veces como por azar, en esos
instantes que nadie, y menos el autor, puede comprender. Instantes que, en mi
caso, se dan generalmente tras un gran esfuerzo. Revelaciones que son una
bendición del trabajo. Toda mi obra se ha escrito así. Para un escritor,
resulta al mismo tiempo arriesgado y hermoso depender de tales revelaciones.
Cuando, tras meses de tanteos y de trabajo, la idea se desvanece al fin, la
complicidad resultante es de orden divino. El flujo mana siempre del
inconsciente, y de manera incontrolable.
Buena cosecha la tuya. Interesantes lecturas. Me llama la atención la frase en la que dices "Viene a ser verdad que el genio nace y no se hace ". Me resulta curiosa porque hace poco le leí a Vergas Llosa que él, como no nació con una gran genialidad para la literatura, ha tenido que trabajar y esforzarse mucho. De Cela se rumorea lo mismo, que debía trabajárselo mucho, porque no era especialmente imaginativo. Son curiosas las perspectivas que posee el autor sobre su labor y la que tiene el público.
ResponderEliminarUn saludo, Gerardo.
Sobre este tema ya hemos hablado alguna vez, ¿verdad, Ángeles? Así es, tanto Cela como Vargas Llosa son trabajadores incansables. Leí una entrevista de Cela donde describía su rutina diaria y eran muchas horas las que dedicaba al acto de escribir, no menos de cinco. Pero fíjate, tanto Cela como Vargas Llosa, con veintipocos años lograron crear un obra maestra. Hay y ha habido muchos escritores entregados en cuerpo y alma a su oficio, pero solo hay un Vargas Llosa, un Kafka, un Cortázar, etc. El trabajo permite canalizar y dar forma a lo que ya está en potencia. Es indispensable, claro, pero debe existir un sustrato previo. Se me ocurre, además, que cuando el escritor ve brillar dentro de sí ese impulso, esas "iluminaciones" como les llamaba Carson McCullers, se ve arrastrado por la corriente. Es capaz de grandes sacrificios porque es consciente de que tras el barro hay una pepita brillando en el fondo. También me viene a la mente Benjamín Prado, cuando habla de la poca distancia semántica (y real) entre vocación y equivocación. Qué dramática es la labor del escritor, del artista en general, ¿no te parece? Bueno, es mi forma de verlo, un tanto romanticona, influída por lo que he leído y quizá alimentada por mi admiración (espero que no envidia) hacia el que nace genio.
EliminarSaludos.
Hola Gerardo. Mucho lo que has leído y muy variado. La verdad es que quitando La colmena y La ciudad y los perros que ya las he leído, las otras me llaman la atención, sobre todo mis ojos se han posado en Ojos ciegos, al ver que se trataba de novela policiaca. Intento leer de todo pero los ojos y las manos se me van, no puedo evitarlo. Así que he decido leer varios libros a la vez (bueno en realidad siempre lo he hecho) aunque uno tiene que ser negro, claro. Me apunto casi todo lo que has reseñado.
ResponderEliminarUn abrazo.
"Ojos ciegos" se lee sin pestañear. Me pareció muy entretenida, apenas me duró un fin de semana. Como no soy muy del género no me he atrevido a profundizar más en la reseña. Yo también soy un "lector promiscuo", es fácil que lleve varios a la vez, aunque últimamente trato de controlarme.
EliminarUn abrazo.
No ha estado nada mal, no señor. Ya me habías comentado que La habitación de Nona es el libro de relatos que más te ha gustado de Cubas. Me he quedado fascinada con lo de la "Fiesta de las letras" y un poco avergonzada de mi desconocimiento al respecto. Investigaré. Desconocía también (escribo sonrojada) que Savigneau hubiera hecho una biografía de McCullers (sí leí, años ha, la que hizo de Yourcenar). En fin, me voy con tarea de aquí :)
ResponderEliminarUn abrazo
Este año será la edición número ¡67! Algo heróico, porque no creas que el porcentaje de lectores es relevante. Hay también gente que escribe, pero nadie en comparación con García Pavón, Felix Grande y Eladio Cabañero (salvo Dionisio Cañas, quizá). Aquello fue irrepetible. Lo de la biografía de Yourcenar lo descubrí mientras buscaba la fotografía de portada. Parece que esta tuvo más repercusión que la de McCullers. Me la anotaré, para no variar.
EliminarUn abrazo.
Buenas lecturas. ¿Sabes que con todo lo que me gusta Vargas Llosa he sido incapaz de leer "La ciudad y los perros"? Quizás vuelva a intentarlo, pero en mi juventud en que leía muchos autores de este tipo, lo intenté un par de veces y no pude con ella.
ResponderEliminarMe atrae mucho la biografía de Carson McCullers de la que he leído un par de novelas.
Un beso.
La verdad es que al no tener una estructura lineal e intercalarse los monólogos interiores puede desorientar un poco. El final, en cambio, es más clásico. A mí me ha pasado con "Mañana después de la batalla..." de Javier Marías, hay libros que uno no sabe por qué no le entran. La biografía de McCullers merece la pena, ayuda a comprender y profundizar en su obra. Yo ya soy un incondicional, en breve me haré con "El corazón es un cazador solitario" y creo que no voy a parar hasta leerme todo.
EliminarAbrazos.
Para ser un mes complicado no han estado nada mal tus lecturas.
ResponderEliminarHe leído los relatos de Fernández Cubas y los de Padura. Personalmente, me quedo con los primeros.
'La colmena' la leí años ha y la tengo olvidadísima, bien merecería una relectura por mi parte.
Me ha llamado mucho la atención 'La reina maga del temprano ombligo'. Y me ha encantado lo de la Fiesta de las Letras que celebráis en tu ciudad.
Y por último, acabo de terminar 'El aliento del cielo'. Fascinante el universo literario de Carson McCullers. No me extraña que te hayas lanzado a su biografía. A mí también me han entrado ganas de indagar en ella y también de leer su novela 'El corazón es un cazador solitario'. Aunque en mi caso voy a hacerla esperar.
Un abrazo.
En lecturas ha sido productivo, mucho, considerando el tiempo libre que he tenido. Creo que llevo sin ver más de quince minutos de televisión seguidos por lo menos un mes. Y sigo vivo, jeje.
EliminarNo me extraña que te haya enganchado McCullers. En "El aliento del cielo" está lo mejor de su narrativa corta. A mí me quedan también sus dos novelas más extensas, además de la citada "El corazón...", "Reloj sin manecillas". Todo llegará.
Un abrazo.
Absolutamente, querido Gerardo: nace, no se hace.
ResponderEliminarY si se hace, se hace a una velocidad tan rápida, que casi se confunde con nacer.
Un abrazo.
Solo así se explica la precocidad de Cela, McCullers y Vargas Llosa, entre otros. Hay un impulso innato, irrefrenable. En el caso de Carson, ahora que tengo la autobiografía bien fresca, trató de mantener ese fuego encendido a pesar de todas las trabas que la vida le fue poniendo por delante.
EliminarUn abrazo.
Hola Gerardo.
ResponderEliminarCuánto tiempo sin pasar. Mi mes tb ha sido complicado, una entrada en todo el mes y casi sin poder leeros,
Yo acabo de terminar tb uno de Tusquets, de Aramburu. Las letras entornadas. Lo has leído? Tú eres un tío profundo, te gustaría.
Besos, nos vamos leyendo.
Hola, cuánto tiempo. Mantener actualizado un blog, aún siendo por placer, no es moco de pavo. Tomo nota del libro de Aramburu, autor que no he leído. Por cierto, profundo a ratos, eh, otros no tanto.
EliminarUn abrazo.
Hola Gerardo pues si este ritmo de lecturas lo llevas en un mes complicado, no sé yo cómo serán los meses plácidos y relajados.
ResponderEliminarMCullers me produce mucha curiosidad ysobre todo porque creo recordar que a pesar de tener una vida muy complicada no se transmitía en sus letras, al contrario tenía esa vitalidad que tú destacas.
Tanto la Colmena como la ciudad de los perros las leí hace muchos años y son de aquellas novelas que requieren una relectura desde mi visión de adulta.
Creo como dices que ha de haber algo de innato en el escritor y mucho trabajo Un abrazo
Es que resulta que cuando tengo poco tiempo libre como que focalizo mejor y me cuesta menos evitar distracciones.
EliminarMe he convertido en un apologeta de McCullers, jaja, pero vaya, no es por capricho.
Desde luego, hace falta mucho trabajo para desvastar y sacar a la luz la veta con la que todo escritor nace. Creo que el hecho de sentirse escritor ayuda en la tarea. Uno tiene que intuir que hay algo debajo para seguir picando. Otra cosa es el genio, pero de estos, como hay tan pocos...
Un abrazo.
Hola Gerardo.
ResponderEliminarMuy productivo este mes de lecturas. Y muy variado, si señor.
De las que comentas tan solo he leído "La colmena" y "La ciudad y los perros", ambas pata negra, como bien dices. Del resto me interesa mucho leer la biografía de Carson McCullers. Hece poco leí un libro suyo muy interesante titulado "El mudo y otros textos" en los que la autora reproduce el esquema que hizo de "El cazador es un corazón solitario" antes de ser escrita, o nos cuenta cómo comenzó a escribir y cuales fueron las lecturas que la llevaron a dedicarse a la litaratura.
Leer a Fernández Cubas y a Padura es apostar sobre seguro.
El poema de Maria Teresa Amondarain me ha impresionado. Tomo nota.
Estoy contigo, el genio nace, no se hace. Aunque unos descubren más pronto al genio que otros. Cela, Vargas Llosa o la propia Carson McCullers lo descubrieron pronto. Saramago tardó mucho más en encontrarlo, pero ahí estaba, agazapado detrás de no se sabe dónde.
No obstante, hay buenos artesanos que a base de esfuerzo han conseguido realizar trabajos más que aceptables. Y puede que en ese esfuerzo se hayan acercado un poco a ese genio con el que no nacieron.
Un saludo
Dicen que en la variedad está el gusto y yo aplico el proverbio. En la biografía de McCullers hay un fragmento al final que creo está extraído del libro que citas, porque habla de los libros que le gustan y del proceso de escritura. La cita con la que cierro el post está extraída de ahí.
EliminarEscribir tiene mucho de oficio y se puede llegar a ser muy diestro, qué duda cabe, a base de tesón. Y del mismo modo, hay genios innatos que nunca llegar a pergeñar tres letras, "escritores sin obra", como los llama Vila Matas.
Saludos.
hola gerardo! nos complace anotar lecturas tan variadas y que salen de lo clasico, veremos de conseguir varias de ellas. siempre tenemos hambre de letras y no importa de que hablen, todas tiene su historia que contar. gracias y saludosbuhos!!!!!!
ResponderEliminarHay de todo, así que seguro que alguna os engancha. Ya me contaréis.
EliminarSaludos.
Qué lecturas tan variadas, abarcan casi todos los géneros. Los clásicos que has releído son dos novelas excelentes de las que tengo un gran recuerdo, los dos fueron para mi escritores antipáticos (por motivos diversos que no vienen al caso) y cuando me salté los prejuicios, disfruté mucho con ambas y con obras posteriores (especialmente de Vargas Llosa).
ResponderEliminarEstoy casi segura de haber leído cuentos de Fernández Cubas, pero me he levantado a ver qué tenía y no he encontrado nada. A Padura lo tengo pendiente de leer.
Un abrazo.
También a veces me he dejado llevar por esos prejuicios de los que hablas, pero cada vez menos. Supongo que es natural, pero al César lo que es del César. Estoy entrando en una espiral de clásicos, ahora con Thomas Hardy y otros que tengo pendientes, pero sí, leo un poco de todo: soy un picaflores.
EliminarUn abrazo.
Hola Gerardo.
ResponderEliminarReúnes un elenco literario ecléctico y eso, entre otras cosas, me lo hace interesante, en donde no falta la poesía, algo que agradezco porque a medida que voy cumpliendo años, me adentro con más placer en ese territorio de fronteras difusas, que es la poesía.
A Cela y Vargas Llosa los leí en mi juventud estudiantil, a Vargas Llosa siempre he vuelto con devoción, su literatura me parece sencillamente genial. Pero vamos, podríamos estar hablando de las restantes propuestas largo y tendido, dan para eso y mucho más.
Cuídate :)
Buenas, Paco. Así es, me gusta leer un poco de todo. Y sí, soy lector de poesía, aunque intermitente. El mes pasado leí el que cito aquí y otro de Félix Grande, "Libro de familia". Llevaba mucho sin leer a Vargas Llosa y tienes razón, aunque en los últimos tiempos se ha vuelto un tanto "comercial".
EliminarNos seguimos leyendo, un abrazo.
Pues a pesar de lo complicado que tuviste parte de febrero y marzo no se te dio mal en cuanto a literatura. Desde luego te fue mejor que a mí.
ResponderEliminarMe gustan todas tus entradas pero el inicio de esta me ha tocado la fibra sensible, esos paralelismos con la alimentación me han encantado.
En cuanto a las obras que nos traes te comentaré que de todos los autores presentados solo conozco a Cela, Vargas Llosa y Padura (este le conozco casi de casualidad porque solo he leído 'El hombre que amaba a los perros') Bueno, y a la protagonista de la biografía que presentas al final y eso porque tú mismo hablaste de ella hace unas semanas. En fin, que mi acervo literario no es muy allá.
De todas formas me quedo con 'Ojos ciegos' por la época en la que se desarrolla y por saber más de esos falansterios (caray, con la palabreja).
Estupendo resumen el tuyo. Enhorabuena.
Un abrazo, Gerardo.
Me había olvidado, he tenido que leer la entrada otra vez. Como se nota que estás inmersa en el tema. "Ojos ciegos" en una novela policíaca clásica, solo que la pareja protagonista es un juez ciego y una joven inexperta. Ese punto si que me pareció original.
EliminarUn abrazo.