A veces miro a los ojos de mi hijo y percibo
la marea de inteligencia que le anega, con cada palabra nueva que
brota de su boca. Es entonces cuando aprovecho mi fuerza
de gigante y le atrapo entre mis brazos. Me impregno de su néctar, trato
de fijar ese fragmento de luz. Cuando sus frágiles cimientos sean carne adolescente ¿podré abrazarle como hago
ahora? No me atreveré, intimidado por la distancia.
Seremos dos islas bañadas por el mismo
mar, tan lejanas como visibles, la una de la otra.
Recuerdo que nació con premura. Yo
lloraba junto a su madre, sediento, aferrado al mundo con ambas manos. Ahora canta y habla y se dirige a mi como si yo fuera un oráculo y tuviera todas las respuestas. Acaricio su nuca e intento contener la hemorragia del tiempo, la erupción de
ese hombre que aún es un niño. Me sofoca la certeza de que un día
crecerá y se despegará de mi lado.
Pero a pesar de todo, nunca dejaré de ser su padre. Aunque mis brazos ya no puedan darle abrigo; aunque me mire y de sus ojos irrumpan los reproches y estallen los truenos sobre mi corazón viejo y cansado.
Mi hijo, ¿Qué será de su nombre y de su
historia?
Feliz día a todos los padres
Esos locos bajitos que se incorporan... que decía Serrat en su maravillosa canción que siempre me ha conmovido, sobre todo con aquello de "les vamos transmitiendo nuestras frustraciones". Pero afortunadamente, un día se van, nos dejan temblando de incertidumbre y dolor, pero, como es ley de vida, nos acostumbramos y después nos sentimos felices al saber que vuelan libres y no nos necesitan.
ResponderEliminarEl mío se fue con 18 años recién cumplidos y, desde entonces, y hace treinta en dos meses, creo que con los dedos de ambas manos me sobran tres para contar las veces que ha venido. Nos vemos en León a donde voy a menudo.
Precioso tu escrito. Cuando tu hijo tenga edad de entenderlo, será un maravilloso regalo.
Un beso.
La canción de Serrat tiene su inspiración literaria, un poema de Horacio Salas titulado "Los hijos", que dice al final: "nada podrá impedir/ que el dolor se ensañe con sus cuerpos/ que cometan errores/ y que crezcan". Esa certeza me hace sentir vivo, pero también duele.
EliminarEn la Mancha, por lo general, los padres están muy apegados a los hijos y viceversa. Supongo que el origen está en las formas de propiedad y la historia, en el norte predominaba el minifundio y la emigración era moneda común. Aquí, en ocasiones, los hijos se hacen la casa al lado de los padres, trabajan juntos y se puede decir un gran porcentaje nunca deja el nido. Tampoco quiero eso, la verdad. Pero en fin, siendo tan pequeños, mejor ir paso a paso. Soy de anticiparme demasiado, como se ve.
Un abrazo.
Un día seguirá su vida, sí, es la ley de crecer y madurar, pero los valores que le inculcaste, el tiempo que le dedicaste y, sobre todo, el amor que recibió de vos, eso lo llevará siempre y será su escudo.
ResponderEliminarEntrañable texto, Gerardo.
Muchos saludos.
Eso espero, Mirella. Es un hermoso legado: amor inquebrantable y unos valores que ayuden a enfrentarse a las encrucijadas de la vida. Ojalá lo logre.
EliminarUn abrazo.
Qué precioso lo que has escrito Gerardo. Qué bien has expresado esas dudas que corroen a todos los padres acerca del futuro de sus hijos. Y también esa certeza que es tener que dejarles volar en un momento dado. Yo no tengo hijos pero supongo lo que tiene que ser verles crecer y ser testigos de todas sus etapas. Seguro que disfrutarás cada momento.
ResponderEliminarMuy emotivo, Gerardo.
Un abrazo.
Dando cuerpo a esas dudas, me siento más tranquilo. He escrito varios textos en una línea similar. Para eso sirve la escritura, en parte, para canalizar emociones, angustias y pensamientos y que no se desboquen. Y si lo hacen, que sea en el papel.
EliminarGracias por tus palabras, un abrazo.
Pienso que ser padre es dejar ir a los hijos cada día un poquito más. No todos tienen esto presente así que creo que sólo por eso ya eres un gran padre.
ResponderEliminarLos hijos se van, se distancian de los padres, a veces incluso somos egoístas y desagradecidos. Pero pienso también que con los años hay una especie de regreso, de encuentro y de comprensión.
Bellas tus reflexiones.
Que pases un feliz día y que disfrutes de tus hijos.
Interesante reflexión, Lorena. El padre es como esa isla, una especie de Ítaca. Me viene a la mente un libro que tengo empezado, "La isla del padre", de Fernando Marías, que parece que va un poco en este sentido.
EliminarUn abrazo.
Oh Gerardo qué bonito y sí justo en ese dejarlos ir aunque duela es cuando un padre se convierte en un gran padre.
ResponderEliminarEsos recuerdos hechos de amor se transmiten y es lo que siempre llevan tus hijos, ese amor incondicional.
Un beso y feliz día del padre
Es raro moverse en esa dualidad, por lo demás muy natural, de ser padre y a la vez hijo. Nuestra generación creo que es más consciente de su papel y de la huella emocional que puede llegar a dejar. No digo que esto nos haga mejores padres, ni mucho menos.
EliminarGracias por tus palabras, Conxita. Un abrazo.
"...intento contener la hemorragia del tiempo, la erupción de esa persona que es mi hijo": a casi todos en algún instante nos hubiera gustado detener esa hemorragia; en otros momentos acelerarla para que sangre deprisa y poner la tirita cuanto antes. En fin, ser padre y madre es pura contradicción, queremos que estén, pero otras veces no nos importaría que anden más lejos porque hemos recompuesto la vida y ese niño o niña que fue solo persiste en nuestro recuerdo. De adulto es otra persona, muy querida, eso sí, pero no aquel niño o niña del que estuvimos tan enamorados (yo, por lo menos).
ResponderEliminarBuen texto, Gerardo. Un saludo y feliz día del padre.
Superar cada etapa es como quemar una vida. Pero siempre queda un rastro, como un fósil: en cada adulto están las huellas del niño que fue, aunque queramos interponer capas y capas, en realidad transparentes para los ojos de un padre o madre.
EliminarUn abrazo.
Ay, ¡qué bonito, Gerardo! Qué bien has expresado los sentimientos de un padre (y de una madre) hacia esas criaturas de las que somos responsables.
ResponderEliminarA mí también se me pasa por la cabeza qué pensará mi hija de mí, y eso que ya no es una niña, tiene 19 años. Pero aunque crezcan y ellos se sientan (y sean) adultos, para nosotros siempre serán esos niños a los que queremos proteger eternamente.
Precioso texto para el día del padre, qué generoso, en tu día nos regalas unas letras maravillosas.
Abrazos.
Eso pienso yo, aunque mis hijos son tan pequeños. El menor es todavía un bebé, pero el mayor ya empieza a hacer preguntas, a ser consciente de su existencia y del mundo que le rodea y me estremece pensar en ello.
EliminarGracias por leerme. Un abrazo.
No soy muy del día del padre o de la madre. De los días en general. Pero este ha merecido la pena solo porque así he podido leerte. Magnífico.
ResponderEliminarUn abrazo
En realidad, soy un tanto rancio con lo de las efemérides. Pero es que mi hijo el mayor lo vive todo con una ilusión... ¡hasta había marcado el día en el calendario con un rotulador!
EliminarGracias por dedicarme un rato de lectura, un abrazo.
Hola Gerardo.
ResponderEliminarFelicidades por la parte que nos toca. Bonitas y sentidas palabras, parecen surgir desde la inevitable inquietud que nos provoca la brecha que el tiempo va abriendo entre nuestros hijos y nosotros. Miremos a nuestros hijos a los ojos, no algunas veces, sino muchas... Ahora que podemos.
Cuídate.
Hola Paco. Supongo que sí, tener inquietud es inevitable: la vida es una "gigantesca herida". Por supuesto, no dejaré de mirarlo a los ojos y de sentir ese estremecimiento. Hace un par de días, por ejemplo, mientras le observaba emocionarse al ver una película, porque ya va entendiendo el mundo que le rodea. En fin, qué te voy a contar, si vamos por la misma senda.
EliminarUn abrazo.
Bufff... Tu entrada me ha conmovido muchísimo, Gerardo. ¡Qué preciosidad! Espero que el futuro proceso de desapego de tu hijo no signifique en absoluto pérdida de amor entre vosotros. Tengo el convencimiento de que desapego no implica necesariamente falta de unión. ¡Un fuerte abrazo!
ResponderEliminarEso espero yo también. Los hijos crecen y deben vivir su vida, pero mi deseo es que el vínculo afectivo nunca llegue a romperse. El tiempo dirá.
EliminarUn abrazo.
Me indentifiqué con tu texto. Muchas gracias por compartirlo.
ResponderEliminarGracias a ti por leerlo. Un saludo.
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