Cada
vez que acabo de leer un libro tengo la costumbre de empezar enseguida con el
siguiente. No es un ataque de gula literaria; se trata más bien de un ritual.
Coloco en su sitio el libro recién terminado y busco entre el montón de
pendientes, que como el cono de un volcán activo no para de ganar altura (algún
día creo que llegará hasta el techo). Lo abro, lo palpo y leo algún fragmento.
Después, dejo el separador justo al principio y me voy a la cama. Pasarán
veinticuatro o cuarenta y ocho horas, según, hasta que pueda volver sobre sus
páginas, pero ahí queda, como un pastel recién horneado atemperándose.
Tengo que decir que este ritual no es como la santa Misa. Tiene sus
imprevistos. Por ejemplo, hace unos días. Acababa un libro de relatos, denso,
oscuro y complejo, que me había dejado exhausto. Aún así, a las doce de la
noche me aventuré escaleras arriba y anduve hurgando como un ladrón en mi
torre de libros, apenas la luz tenue de la lámpara graduada para no despertar a
mis hijos. Eché el ojo a una novela corta que había comprado meses atrás, por
una recomendación en un foro de literatura. Cerezas, de Enrique Javier de
Lara. Bien. Pues procedí como siempre. Leí un fragmento al azar. Me gustó.
Me fui al principio, coloqué el marcapáginas y comencé a leer. Curioso, pensé.
Seguí leyendo y fue mi perdición.
Al
final me desvelé, como me ocurre siempre que leo hasta muy tarde y a la mañana
siguiente me arrastraba por el trabajo como alma errante. ¿Qué fue lo que me
enganchó irremisiblemente? Un anzuelo literario bien cebado de carnaza
existencialista, una historia sencilla, breve, perfectamente encajada; una
prosa mesurada pero lírica.
El
argumento es como sigue. Hombre (los personajes de esta novela son así:
“Hombre” “Mujer” “Anciano”, etc.) trabaja como comercial de una revista
literaria; aunque no es viejo, afronta la recta final hacia la senectud. Vive
solo, porque su mujer le abandonó y no tiene relación con sus hijas. Sobre él
pesa la certidumbre del fracaso, de una vida desaprovechada y en muchos
sentidos, ya finiquitada. Un cuadro demoledor. Nada más empezar se rasga el
abrigo con la puerta del autobús. Este hecho fortuito es una expresión patética
y el roto que cubre con un pañuelo se convierte en el testimonio de su
insignificancia, también su reacción, de vergüenza y lástima por él mismo.
Llega a un barrio, que: «percibía a
semejanza de él: común, avejentado, impersonal, falto de presente, sin rastro
de un venturoso pasado, de cualquier pasado.»
Tratando
de vender libros, al principio le cierran la puerta en las narices. A pesar de
todo, consigue colocar las obras completas de Cortázar a un anciano solitario,
un misántropo, que se proyecta como una sombra de lo que Hombre puede llegar a
ser: «Anciano y él habían traspasado
cierto tenue e inapreciable límite, que separa a las personas que tienen futuro
de las que no». Cortázar, por
cierto, tendrá su papel en esta novela corta donde nada está de más.
Floración del cerezo en el Valle del Jerte (foto: |
El
nudo de la historia se centra en la visita que Hombre hace a Mujer y de la que
surge una amistad. La amistad de dos náufragos, porque sobre la vida de Mujer
se cierne el fin de su matrimonio, el abandono y la incertidumbre. Así,
estas dos personas, enfermas de soledad y fracaso, se buscan y se acercan. Es
la vieja historia, pero contada sin estridencias, sin morbo y nada (poco)
almibarada. Este encuentro será trascendental para Hombre, porque incluso los
escépticos reconocerán la increíble capacidad de redención y lo vivificante que
es el amor, especialmente si aparece como un flotador cuando estamos a punto de
ahogarnos.
Y
esto es en esencia Cerezas. Si
alguien se pregunta por el significado del título, cobra sentido al leer la
novela: ya comentaba que estamos ante un artefacto literario donde todo encaja.
Para mí, esas cerezas contienen una hermosa metáfora. El cerezo florece al
final del invierno; es el primer atisbo de la primavera, su preludio. Pero ese
invierno inhóspito que afronta Hombre es el último, el definitivo. El brote
luminoso del cerezo llegará para iluminar su existencia.
Y
otra vieja historia, ¿por qué una novela tan sencilla, breve y bien escrita,
con el prestigioso premio de relato
breve Felipe Trigo en 2010 bajo el brazo pasa desapercibida? Tiendo a
pensar que soy un raro y me gusta lo a que nadie le gusta y me emociono con lo
que no emociona a nadie. No sé. No quiero ver fantasmas, no es mi estilo. Pero
me da pena, porque he buscado en Internet y no he encontrado ni una reseña, tan
solo notas de prensa. Esta mía creo que será la primera y Cerezas me temo que acabará descatalogada y se perderá
irremisiblemente como “lágrimas en la lluvia”. De su autor, nada más se. Así
que si te he podido convencer o al menos intrigar, está disponible (de momento)
en Algaida, una edición con una
bonita y discreta portada, una letra grande, fácil de leer y un precio
asequible. Concluyo con una cita del libro:
«Lo primero que encontró fue el volumen
empaquetado que no había podido entregar a Anciano.”Último round”, leyó en voz
baja; el que a él le quedaba, pensó. Y entonces, de pronto tuvo que la
seguridad de que deseaba apurar ese último “round”… »
Pues a mí me has convencido, Gerardo, y me llama la atención. Mi problema es que tengo mi propio volcán de libros pendientes, pero nunca se sabe, lo mismo me hago con él en un ataque de locura.
ResponderEliminarbsos!
Hola Rossy, me parece que este mal afecta a muchos lectores, acumular y acumular como las ardillas. Por si algún día pasa como en Farenheit 451 y desaparecen los libros. Un abrazo!
EliminarCada uno tenemos nuestros rituales lectores. Me ha gustado mucho cómo has encajado la reseña, se nota que ha sido una lectura especial para ti. Me da que en este libro todo está cargado de simbolismo, o será que yo también soy una lectora 'rarita' y me gusta verlos donde no los hay.
ResponderEliminarUna pena lo de los libros buenos que tienen escasa repercusión. Tú ya has puesto tu granito de arena.
Besos!!
Me alegra saber que no soy el único "raro", jeje, pero sí, tiene simbolismos y como dices, espero haber hecho mi pequeña aportación para que este libro sume algún lector más. Saludos!!
EliminarHubo un tiempo en que las editoriales tenían sólo un objetivo, mezcla de responsabilidad social, cultural y política. Los editores se preocupaban, por supuesto, de no perder el pecunio pero no pensaban tanto en amasar fortunas vendiendo libros. Tenían el coraje suficiente para publicar obras que uno sabe que van a vender poco. Ahora el factor dominante básicamente es el económico.
ResponderEliminarNo he leído esta novela, pero por lo que cuentas da la impresión de que tiene mucho de realismo social. Anotada en una larga lista de pendientes jeje.
Un abrazo
Debe ser difícil lograr ese equilibrio entre cultura y negocio. En el caso de "Cerezas" creo que quizá no se le dio la promoción adecuada, hoy día conseguir un premio (excepto los mediáticos), no es garantía de ventas.
EliminarUn abrazo Marybel.
No te consideres raro por valorar lo que la mayoría no valora. Simplemente tienes un criterio propio y no te dejas de llevar por las opiniones de la mayoría. Eso dice mucho de ti.
ResponderEliminarYo a veces me encuentro con novelas de autores poco conocidos que son auténticas joyas y que no tienen proyección mientras que otros escritores laureados y asiduos de revistas literarias producen algunos bodrios que con todo y con eso son best-sellers. Una injusticia.
Es verdad que el éxito a veces es imprevisible. A mi me gusta ir probando, leer aquí y allá, más allá de modas. No se si es la mejor táctica cuando tienes poco tiempo, pero va con mi forma de ser.
EliminarNos seguimos leyendo Kirke, saludos!
A mi me pasa lo mismo: acabo un libro y corro a coger otro. Además me encanta ese momento de elegir cuál leer, o de dejar que un libro me elija a mi...
ResponderEliminarSi un libro lo abres y no encuentras momento para dejarlo, ya es buen camino a seguir. A mí eso de que Hombre venda la colección entera de Cortazar ya me ha fascinado. Y lo que sigue también. No conocía el libro así que te agradezco el descubrimiento.
La razón porqué hay tan buenos libros que pasan desapercibidos, incluso en la blogosfera, es un tema largo de debatir. Quién sabe si algún día nos tomamos un vino por estas tierras manchegas y charlamos de todo esto.
Un abrazo
Yo creo que el lector empedernido se reconoce fácilmente; todos seguimos el mismo patrón. Cualquier día nos catalogan como especie y espero que no sea en peligro en extinción. Lo del vino, si pasas por aquí, no lo dudes, jeje.
EliminarUn abrazo
Yo tengo que dejar un espacio entre una lectura y otra: muchas veces me cuesta desprenderme de un personaje o un universo literario y me tengo que tomar unas pequeñas vacaciones... De este libro me gusta todo lo que cuentas, desde el título hasta su argumento, y no la conocía para nada! Así que gracias por presentármela. 1beso!
ResponderEliminarEso también me pasa. De repente me viene a la mente ese libro concreto que acabé hace días. A veces es una frase o una imagen, también las emociones que me produjeron leerlo. Pero a pesar de todo, tengo que tener otro entre manos: el cargador siempre lleno, con una bala en la recámara, jeje.
EliminarSaludos!
El tono existencialista, el perfil de perdedores, los personajes como representaciones teatrales impersonales,... todo me atrae de esta novela corta de la que nada sabía. Habrá una segunda reseña añadida a la tuya, magnífica por cierto.
ResponderEliminarBesos,
Magnifica noticia Carmen. A ver si poco resucitamos este libro, que ha pasado injustamente desapercibido.
EliminarUn abrazo!
Pues no lo conocía de nada, pero me ha gustado lo que relatas del título. La verdad es que muchas veces los buenos libros pasan desapercibidos frente al aluvión de publicidad de otros nacidos con vocación de bestseller. Es una pena, así que hay que agradecer cuando alguien presenta un título como lo has hecho tú en esta entrada
ResponderEliminarLo voy a buscar
Besos
Desde luego, lo peor en este mundillo es pasar desapercibido. Lo que me llamó la atención es que además tuviera un premio importante, con "buena fama" y un jurado prestigioso, pero ni con esas. Ya me cuentas...
EliminarSaludos!!
¡Ni con ésas! Efectivamente. Como bien dices en un mensaje que cruzas con una compañera “bloguera”, ni con esas hay manera de que a uno le editen… Pero ¡perdón! voy a presentarme, soy Enrique Javier de Lara, el autor de cerezas.
ResponderEliminarHace unos días recibí una llamada de un amigo de mi círculo cercano, se trata de una de esas personas empeñadas en nadar a contra corriente más que uno y me explico: él cree en lo que escribo e intenta promocionarme de la mejor manera que puede, que es con el boca a boca, con libros que ha ido regalando a sus amistades aquí y allá por España y por el mundo (es viajado) y también, en varios foros donde además se permitió la libertad de publicar algún texto mío sin mi permiso (o con poco permiso; está perdonado, pero que no lo vuelva a hacer). En fin, que mi amigo me hablo de que alguien me ponía muy bien en un blog y yo pues eso, que lo he leído, y me siento un poco abrumado porque, que a uno le pongan tan bien como “amontonaletras”… El caso es que como no estoy muy acostumbrado como digo, deseo mostrar mi más sincero agradecimiento por todos esos comentarios positivos (me emocionan; nada de ego, eso lo mantengo bien a raya) y señalar que sí, he intentado publicar de manera decente (al hablar de manera decente me refiero a editoriales profesionales, ya se entiende), pero uno, que aún conserva cierto poso de ingenuidad y creyó que con el Felipe Trigo se le abrirían puertas, pronto comprobó que no, no se me ha abierto ninguna. Será, me digo, porque no me sé vender; que es muy probable, o porque no he ofertado a las editoriales textos que merezcan la pena (esto, sirva de lapsus vanidoso, no me lo creo), o simplemente porque no intereso, ya que como bien decía Gerardo en otro de sus comentarios, las editoriales actualmente trabajan a tiro hecho (también opino otras cosas que omito) y no van a publicar lo que un tal…, con pretensiones existencialistas, sociales o lo que se le quiera llamar proponga; no, debe ser que eso no puede vender…
Perdón por haberme extendido demasiado. La verdad es que como dije al principio no estoy muy habituado a que se hable de mí literariamente y que además se hable bien. Tampoco sé si conseguiré poner este post en donde se debe, pero lo intento y repito: gracias Gerardo, gracias a todos vosotros lectores con los que será un placer mantener contacto y charlar de literatura cuando y donde sea.
Salud.
Enrique Javier de Lara
No tienes que dar las gracias. He pasado un buen rato de lectura con "Cerezas" y a través de este blog trataba de hacer justicia a un texto que, en mi modesta opinión (no soy crítico ni filólogo) merecía otra suerte.
ResponderEliminarSigo pensando en la cuestión de la promoción, que es tarea de la editorial. Yo creo que en el caso de "Cerezas" se descuidó un poco; quizá pensaron que al ser una obra premiada no hacía falta (y eso es desconocer cómo funciona nuestro país y su esencia). Sirva una ejemplo: les mandé un email con la reseña, por si querían incluirla en algún sitio y así ayudar en la difusión del libro y he recibido la callada por respuesta. Creo que las editoriales hacen sus apuestas, pero no son firmes. Publican y publican, a ver qué pasa y muchas no tienen criterio propio, sino el que marcan las modas o el mercado. Esto lo escuche de la boca de un escritor reconocido, no es de mi cosecha, desconozco el funcionamiento del mundo editorial por dentro.
Enrique, gracias por pasarte por este blog y por tu comentario, es todo un honor. Mis humildes aspiraciones aquí no son otras que hablar de los libros que me gustan, conocer otros blogs, hacer amigos lectores y anotarme nuevos títulos (esto lo estoy cumpliendo con creces) y de paso, exponer mis escritos de amateur e ir mejorando en este campo (esto es más difícil). Si además los propios autores pueden leer mis reseñas, para qué pedir más.
Un abrazo.