domingo, 24 de marzo de 2019

"Os salvaré la vida" de Joaquín Leguina y Rubén Buren


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Apenas leo novela histórica, aunque ha pasado por mis manos lo mejor del género. En este campo prefiero el ensayo o la monografía hecha por “profesionales” y a lo largo del tiempo varios temas han copado mi curiosidad y contribuido a mi formación, que sigue, como no puede ser de otra manera. La II República y la guerra civil (bien denominada por Unamuno como “incivil”) tuvieron su momento, como una vía para desentrañar la memoria familiar y leí mucho, comprobando que aquel periodo ha sido (y es) un campo de batalla donde algunos historiadores, testigos de los hechos y sus herederos políticos han tratado de crear un discurso adaptado a sus intereses o la defensa de lo que consideran “su bando”. Me harté, aunque he tratado de seguir, a través de reseñas especializadas, el flujo editorial de los últimos años. Algunos trabajos han añadido polémica y frentismo. Otros, sentido común y luz sobre aspectos oscuros de un periodo del que se sabe mucho, probablemente más que ningún otro en España, aunque no todo. Por eso al toparme con la figura de Melchor Rodríguez, me sorprendió que apenas me sonara el nombre. Miles de páginas leída sobre la guerra y no recordaba una sola mención (que la pudo haber, pero tuvo que ser muy escueta o sesgada para que no dejara ni una brizna). En casos así, suelo ponerme el casco de minero y tras picar durante días, extraje con mi vagoneta un ensayo, un documental y dos novelas, junto a una clase magistral de humanidad. 

En 2017, Joaquín Leguina y Rubén Buren ganaron el Premio de Novela Histórica Alfonso X el Sabio con Os salvaré la vida. La novela reivindica la figura de Melchor Rodríguez, un anarquista sevillano militante de la CNT y FAI. Es una novela histórica, otra más sobre la guerra civil (no importa, ¿cuántas hay de romanos o ambientadas en la II Guerra Mundial y nadie se queja?) y aunque no faltan los clichés habituales del género, los pasajes didácticos, la documentación mal disimulada y los gazapillos, aporta algo que la pone en valor: la personalidad de su protagonista y el lazo que le une con uno de sus autores.

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Melchor Rodríguez en el centro, a la izquierda, el coronel Casado. Foto: La Vanguardia. 

Vamos a explicar quién es este anarquista con nombre de rey mago. Su historia merecía la pena ser contada, sin duda. Nació en Sevilla, en el seno de una familia obrera y de niño se quedó huérfano de padre. Trató de ser torero para sacar a su familia de la miseria, pero dos graves cogidas le quitaron la vocación. Familiarizado con la “idea” por un maestro avanzado, comenzó su militancia y al mismo tiempo, sus entradas y salidas de la cárcel. Más de treinta veces pasó por los muros de la Modelo, entre otros lugares de confinamiento. Tanto que los funcionarios le trataban con familiaridad. Melchor Rodríguez fue preso con la monarquía, la dictadura de Primo de Rivera y la República, la mayoría de las veces por delitos de prensa. Al estallar la guerra, se puso al servicio de la revolución. Pero Melchor era una persona con unos principios humanistas inamovibles. El anarquismo de antes, su defensa a ultranza de la libertad individual, producía seres así. Hubo otros ejemplos, como Ángel Pestaña, Fermín Salvochea o Salvador Seguí. La épica de la bomba y el atraco a lo Robin Hood han eclipsado a estas figuras del mesianismo libertario. Cuando en el Madrid sitiado se generalizan las “sacas” y los “paseos”, Melchor no puede tolerarlo: el ha pasado entre rejas gran parte de su vida y cree que los derechos de los presos son inalienables: “se puede morir por una idea, pero no matar por ella”. Y puesto al mando de las prisiones de Madrid por su compañero y ministro García Oliver, trata de frenar la barbarie. Y lo logra. 

Parece difícil de creer, pero llegó a enfrentarse a una turba armada, a pecho descubierto, que se proponía asaltar la cárcel de Alcalá de Henares. ¿Cómo? Aquí entra la épica, pero personajes señalados del régimen que vendrá como, agárrense, Serrano Suñer y Muñoz Grandes, desde ese día, le debieron la vida a un anarquista. ¿A qué dan ganas de saber más? Pues la novela nos lo cuenta, bordeando la hagiografía pero sin caer en ella. Porque Melchor Rodríguez fue un idealista,  pero también tuvo familia, una mujer, una hija, un hijo no nato conservado en formol y esas personas, que él quería, padecieron y sufrieron con él y por él, por, digámoslo, su egoísmo ideológico. Su hija Amapola y su mujer Paca, que en los ochenta tenía un puesto ambulante en la plaza de Tirso de Molina, son también protagonistas. Los autores les dan, con acierto, voz propia y así completan un retrato matizado y poliédrico del “ángel rojo”.

Melchor Rodríguez y su hija Amapola, protagonistas de "Os salvaré la vida". Foto: El País. 
                                         
La novela de Leguina-Buren se divide en tres partes. En la primera, “La derrota”, se viven los últimos momentos del Madrid sitiado, cuando una conjura encabezada por el coronel Casado y a la que se unen los anarquistas de Melchor y Cipriano Mera, entre otros, arrebata el poder al Partido Comunista y trata de negociar, sin éxito, con Franco. Mucho ha criticado la historiografía aquel inútil baño de sangre. No es el caso de la novela, donde sí que hay un poso de amargura por este cruel epílogo. Y situaciones difíciles, porque las personas que Melchor mantuvo a salvo de los “paseos” en el palacio de Viana ven llegar a los suyos y de algún modo tendrán que traicionar al hombre que les ha ayudado. Las ideas no admiten vacilaciones. Melchor Rodríguez, junto a Besteiro, recibirá a Franco para hacer el traspaso de poderes. Será el último alcalde (accidental) del Madrid republicano, pero según he leído (dato sin contrastar), su retrato es el único que falta en el consistorio.

En la segunda, “Por la senda de la rebeldía”, se novelan los primeros pasos de Melchor, su infancia y acceso a la militancia política, también los primeros compases del alzamiento en el cuartel de la Montaña.

En la tercera, el título es “Cautivos y desarmados”. Sobran palabras. Melchor Rodríguez recibió como premio por salvar miles de vidas, el confinamiento en una de las peores cárceles de España (el fiscal llegó incluso a pedir para él la máxima pena). Así aplicó Franco la paz, esto es incontestable, guste o no. Pero si cuento lo que pasó después, creo que destripo demasiado.

La novela está bien escrita, aunque no es una obra tan literaria como las que suelo leer. Hay una nota emocional evidente, por ejemplo al describir la acción heroica de Melchor en Alcalá de Henares. Este matiz resulta inevitable, porque Buren es el bisnieto de nuestro héroe, “el ángel rojo”, como le apodó su amigo Javier Martín Artajo. El epílogo donde cuenta su relación con ese pasado traumático y la manera de confrontar memoria con presente disfrutando de su abuela (Amapola, la hija de Melchor), merece mucho la pena.  

Para completar la lectura de Os salvaré la vida, es interesante hacerse con el ensayo de Alfonso Domingo, El ángel rojo, que ha servido como base documental a Leguina y Buren. Lo tengo en casa y por lo que voy leyendo, está escrito con admiración y reverencia hacia Melchor, combinando el buen periodismo con el rigor histórico: el primer capítulo ya te deja temblando.

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Parece que revive la figura de Melchor, en Madrid le dedicaron hace poco una calle y el anciano escritor (nada ácrata, por cierto) José Luis Olaizola también ha lanzado una novela sobre el “ángel rojo”: El anarquista indómito, libro que desaconseja la Fundación Franco (por si algún opus-deísta se confunde y lo compra). El propio Olaizola se ocupó de otra figura de atípica dignidad en esta guerra vergonzante: el general Antonio Escobar, guardia civil que respetó la legalidad republicana a pesar de su militancia católica y fue ejecutado por los vencedores al acabar la guerra, acusado de “adhesión a la rebelión”.

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El olvido de Melchor hasta fecha reciente (¿deliberado?) dice mucho de una figura incómoda para los dos bandos, que corre el riesgo de ser instrumentalizada. Para mí, es un ejemplo de concordia, pero humano y por tanto, con aristas. Personas así, por desgracia, no son solo excepcionales: son excepciones. Y ese es el regusto agridulce que saco de lecturas como esta.

20 comentarios:

  1. Hola Gerardo:
    ¿Qué decir de tu reseña?. El tema de la guerra "incivil" y la represión posterior, a mi me sigue estremeciendo, no ya por la muertes que es obvio el rechazo que me produce, sino por el miedo, el odio, y la miseria humana que calo hasta los huesos - en esto si que de momento siguen ganando la batalla-. ¿Para cuándo la concordía? ¿Para cuándo escuchar al oponente? ¿Para cuándo ?desterrar de una puñetera vez ese odio que tanto sufrimiento causo y sigue causando entre compatriotas.
    Menuda charla te he dado, pero como decía al principio es un tema que me "estremece".
    Un abrazo

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    1. Es la peor parte, el trauma que afectó a toda una generación. Creo que en la transición, por muy denostada que esté a día de hoy, se tuvo en cuenta todo lo que dices y fue posible gracias a las lecciones aprendidas. Fueron cuarenta años para reflexionar en torno al "paz, piedad, perdón" de Azaña.
      Un abrazo.

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  2. Ya sabes que el tema de la guerra civil nunca me sobra.
    El golpe de Casado fue muy ingenuo e inoportuno. Fueron ingenuos al fiarse de Franco que no cumplió con nada de lo acordado y entró en la Victoria a sangre y fuego, y así siguió por años. Fueron inoportunos porque la Guerra mundial estaba más que clara y la estrategia de Negrín de esperar y entrar en ese conflicto hubiera sido mucho mejor para España a la larga. Puede que Hitler nos hubiera invadido, pero hubiéramos entrado en la limpieza del fascismo que los aliados hicieron en los países que liberaron. Hubiera habido sufrimiento, pero nos habríamos ahorrado casi cuarenta años de Franco.
    Me gusta Leguina. He leído varias de sus novelas y, como digo, me gusta. Esta no la conocía. Tomo nota. Veo que Rubén Buren es biznieto de Melchor Rodríguez. Interesante.
    Un beso.

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    1. Así lo ha visto tradicionalmente la historiografía (de "tragedia innecesaria" lo calificó Paul Preston), pero en realidad forma parte de la lógica del lado republicano: el colapso de la autoridad estatal en el verano del 36, los sucesos de mayo del 37 en Barcelona y el golpe de Casado nos sirven para entender la confluencia imposible que fue uno de los dos bandos, donde luchaban codo con codo anarquistas, comunistas, nacionalistas de derechas y burgueses liberales, entre otros. En la actualidad se ve el golpe de Casado en su contexto, en septiembre de 1938 las potencias habían claudicado ante Hitler y tras la caída de Cataluña reconocieron al gobierno de Franco, la situación material en la retaguardia era insostenible: por eso la República se desmoronó desde dentro.
      Con todo, la mejor novela sobre las heridas del conflicto me la descubriste tú: "La larga marcha", de Rafael Chirbes.
      Un abrazo.

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  3. Me gusta mucho la historia sin embargo no suelo leer historia del siglo XX, ni siquiera novelada. Las pasiones siguen estando muy vivas y en muchos libros eclipsan lo sucedido o acaban siendo panfletos ideológicos. Y es una pena porque hasta que no se cuente bien la guerra civil no podremos pasar página.
    Me fío de ti y le echaré un vistazo a esta novela.
    Un abrazo muy fuerte y gracias

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    1. Siempre prefiero el ensayo o la monografía, pero en este caso es la figura de Melchor la que me ha hecho acercarme a esta novela. Por eso la he completado con el ensayo de Alfonso Domingo.
      Estoy de acuerdo contigo, parece mentira ochenta años después y sigue levantando pasiones. Fue un conflicto que marcó a una generación y que se cerró en falso.
      Un abrazo.

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  4. Tuve mi época de novela histórica pero hace mucho que la tengo abandonada.
    Menudo personaje que nos traes. Toda una declaración de intenciones eso de «se puede morir por una idea pero no matar por ella». Y está bien que se muestre a Melchor Rodríguez con sus aristas, así como que se le de a conocer. Desgraciadamente, es cierto que hoy en día todo corre el riego de ser instrumentalizado.
    La novela tiene buena pinta aunque creo que me tienta más el ensayo de Alfonso Domingo.
    Un abrazo

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    1. Es un personaje fascinante, de película. Que la novela incluya el punto de vista de su hija, con la que rompió relaciones, es un punto a favor. La entrega a cualquier idea, por noble que sea, deja su rastro en lo personal.
      El ensayo de Alfonso Domingo es muy periodístico, casi funciona como novela. Está bien, aunque no esconde sus simpatías hacia Melchor.
      Un abrazo.

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  5. Me gusta como reseñas lo que a vos te gusta

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  6. Vaya, qué interesante! Investigaré
    Besos

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    1. Merece la pena, Melchor Rodríguez es uno de esos personajes insólitos que producen las guerras.
      Un abrazo.

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  7. Desde luego que ese Melchor y esta historia es atrapante. La Guerra Civil es una época que siempre debemos tener muy fresca, sobre todo en momentos como el actual en el que parece que estamos reproduciendo tics y extremismos que nunca deberíamos repetir.
    No suelo leer mucha novela histórica, al menos aquella en la que la Historia sea algo central en la trama, prefiero los ensayos u obras de divulgación y a ser posible de aquella anterior al Renacimiento. Un abrazo!

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    1. Yo también prefiero el ensayo o la monografía, por el rigor. Pero a veces una novela histórica sirve para descubrir épocas o personajes en los que no habías reparado antes e invitan a ir más allá.
      Saludos.

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  8. Yo hace tiempo que no leo ninguna novela histórica (la última, creo recordar, hace años: El lector de Julio Verne, de Almudena Grandes). Pero espero ponerle remedio muy pronto: tengo en la mesilla "El hereje" de Miguel Delibes.
    Sobre la historia que comentas, desconocía totalmente al personaje, pero me ha parecido muy interesante, y me suelen gustar los personajes que son incómodos para dos bandos. También creo que, por desgracia, gente que pone la humanidad por encima de sus ideas, son excepciones.
    Un abrazo.

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    1. "El hereje" es un novelón, buena elección para retomar el género. Además, creo que trata un tema muy de actualidad, como es la intolerancia.
      Melchor Rodríguez ha permanecido en penumbra mucho tiempo. Las ideas las carga el diablo, pero necesitamos de ellas.
      Un abrazo.

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  9. Muy interesante esta reseña sobrecoste personaje histórico. La verdad es que has picado mi curiosidad sobre Melchor Rodríguez.Ademas te diré que no he leído nada de Joaquín Leguina, una persona que me gusta mucho. Así que mi próxima novela histórica ya sé cuál será.
    Un fuerte abrazo

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    1. Melchor Rodríguez merecía una novela. Además de Leguina a participado su bisnieto, con lo que la carga emocional es mayor. Una buena novela histórica y sobre todo un ejemplo moral. Si te haces con ella espero tu concienzuda reseña, como siempre.
      Un abrazo.

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  10. No conocía la novela. Prefiero el estudio histórico como te ocurre a ti. El olvido hacia los derrotados es general, especial el dedicado a los y las anarquistas siempre acusados de violentos, aunque estos siempre fueron minoría.

    Saludos.

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    1. Puede que el anarquismo fuera el gran perdedor de la guerra civil, además de la acusación de violentos, con frecuencia recae sobre ellos la responsabilidad de la derrota. Hace poco vi "La vieja memoria" de Jaime Camino y los testimonios de comunistas, socialistas y otros, van en este sentido.
      Un saludo.

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