domingo, 27 de noviembre de 2016

KILÓMETRO

                      


Para recorrer casi todo el escenario de mi vida, la tabla donde transcurre mi existencia, me basta apenas un kilómetro. Son quince minutos, algo menos a buen paso. Es mi jaula, los límites del prado donde pazco. El cerco, la barrera y en su interior mastico con parsimonia, rumiando los días que me han sido asignados. Desconociendo, como todos, el final.

Para ir al trabajo recorro un pasillo arbolado, una cúpula de ramas, bronquios y alvéolos que se estiran hacia el cielo, retorcidos al despegar, erizados al fin en su extremo, como si hicieran un último esfuerzo por alcanzar lo que no se puede tocar. Su tronco se bifurca. Son los árboles mis testigos, los postes que acotan mi camino. Ahora es invierno y sus extremos, como púas, tejen una tela de araña sobre mi cabeza. A veces distingo en algún tronco una protuberancia, como un tumor. Se retuerce y abre como una llaga. Esa bóveda me conduce al trabajo, sí, y también a la casa de mi adolescencia. En su buhardilla ahogué muchas tardes entre mis dedos, perdí el tiempo, un tiempo irrecuperable. Se perdió y ahora viven desconocidos en ella, otro niño mora bajo el tejado, asomado a la ventana, contemplando el mar de tejas, los límites de su jaula.

Apenas unos metros de donde vivo, pasé mi infancia. Las calles eran de barro y enfrente, las eras pedregosas y el trigo salvaje brotaba entre las piedras. Había un viejo caserón, derribado el tejado por un rayo. Viejas tierras que arañaron mis pezuñas, con el tiempo recalificadas y construidas. Allí acabé viviendo, en el mismo suelo en donde ardían los rastrojos y los grillos excavaban sus galerías y los esqueletos de los galgos yacían consumidos por el sol.

Trazo otra línea y me ubico en la casa donde nací. En una cama, asistido por una vieja comadrona. No hay que andar mucho para llegar a la casa de mis abuelos, donde quemé los primeros años de mi infancia. Todo resumido en un cerco tan estrecho. Apenas he salido de aquí. Es mi jaula. Poco más lejos nacieron mis hijos y conocí a mi mujer. Poco más lejos, tengo reservado un hueco en el camposanto. 

28 comentarios:

  1. Los espacios (físicos) que somos. Achicamos el mundo a la vez que lo hacemos grande en esos espacios reducidos que recorremos.

    Un abrazo. No tengas prisa por el camposanto ;)

    ResponderEliminar
  2. Precioso texto, muy poético y bien escrito. Quizá físicamente estemos limitados; lo bueno, es que en otros muchos aspectos podemos salvar esas barreras. Gracias a la literatura, por ejemplo, el cerco se diluye y el mundo se extiende a nuestro antojo, para conocerlo y disfrutar de él. Un saludo, Gerardo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sin duda, la literatura y el arte en general son una buena vía de escape. Nos ponen en contacto con ese otro mundo que no tiene límites.
      Saludos.

      Eliminar
  3. Por un momento mientras te leía sentía un espacio claustrofóbico, cerrado, sin sorpresas, sin poder salir, sabiendo lo que esperaba, la intensidad de las letras y lo que me traían pero afortunadamente los límites físicos se pueden salvar con el poder de la imaginación, esa no tiene fronteras que la limiten.

    Un saludo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es justo esa palabra, claustrofobia. Pero como bien dices, hay una salida, un universo ilimitado, al que para acceder no hace falta ni cerrar los ojos.
      Saludos.

      Eliminar
  4. Me ha encantado tu relato. Parece una vida muy limitada, con un paisaje estrecho en el que ha transcurrido toda la existencia, pero ¿no es afortunado el que solo con eso puede llegar a ser feliz?
    Estoy leyendo un libro en el que hay un personaje así y, a la vez que me agobia la situación, a mí que tanto me gusta viajar, lo envidio porque también adoro no tener nada que hacer ni ningún sitio a donde ir y poder disfrutar de mi espacio y mis cosas sin cortapisas.
    Un beso.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Entiendo tu punto de vista, hay quien ve claustrobia donde otros seguridad y calma. En cualquier caso, es más un estado de ánimo que una opinión, considero que hay límites tan o más terribles, como los que impone el fanatismo(ahora estoy leyendo sobre ello).
      Ya me contarás de que libro se trata, me has dejado con la intriga.
      Un abrazo.

      Eliminar
    2. Se trata de "Puente de los suspiros" donde hay un personaje que ha vivido toda su vida en una pequeña ciudad del norte de Nueva York, feliz y sin más necesidades. Estoy hacia la mitad. hay límites terribles, por supuesto, tú sugieres uno de ello, pero yo hablaba de gente del tipo del personaje que te cuento. Esos me resultan envidiables a la vez que me agobian. Ya leerás la reseña.
      Un beso.

      Eliminar
    3. Suena bien, quedo entonces a la espera. Seguiré mientras tanto en mi kilómetro.

      Eliminar
  5. Parece mentira que se pueda sentir claustrofobia cuando describes algunos paisajes que son espacios abiertos.
    Muchas veces nos sentimos encerrados al aire libre y otras somos plenamente libres en una pequeña habitación.
    Como ya han comentado anteriormente siempre está la imaginación para ayudarnos a escapar de donde nos sentimos presos.
    Precioso y triste relato.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. A pesar de ser espacios abiertos, se impone una rutina, una huella, que provoca la claustrofobia. Creo que todo lector lo entiende así, no hay libertad sin imaginación.
      Un abrazo.

      Eliminar
  6. A veces la rutina nos invita a residir en poco espacio, y nada nos hace cambiar. Solamente se puede escapar de esa rutina con la imaginación y la creatividad. Un saludo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Eso creo yo también, es una válvula de escape. La persona más alienada es la que carece de imaginación y nunca se entrega a sus propias fantasías.
      Saludos.

      Eliminar
  7. Un kilómetro puede abarcar muchas cosas, puede tener una vida rica, puede crear muchos mundos en él. Las jaulas están siempre en nuestras mentes. Hay quien se moriría (figurativamente) viviendo siempre en un espacio tan reducido y hay quien se moriría si lo tuviese que abandonar. El kilómetro es límitado sólo si se tiene en cuenta su superficie plana. Es como la arboleda que te acompaña a tu trabajo: sus troncos te acotan el camino pero sus ramas buscan el suyo propio, rebeldes buscando el cielo pero con el sustento de la raíz que a todos nos hace falta.
    El kilómetro en tu caso es toda tu vida que no es poco.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Cuánta razón tienes. No es poco una vida, por reducido que sea el escenario donde se desarrolla.
      Un abrazo.

      Eliminar
  8. Un texto precioso. Lo he releído varias veces para apreciar todo lo que dice cada frase, cada palabra.

    A mi me ha gustado mucho el contraste entre lo limitado del entorno y la riqueza de su contenido. Estoy con el comentario anterior (Lorena Álvarez): ¡nada menos que toda una vida !

    Gracias, y un saludo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, José. Toda vida lleva su marca, aunque reducida a un espacio en este caso opresivo y acotable. Como también han comentado, la imaginación es la escapatoria de este mundo físico tan imperfecto.
      Saludos.

      Eliminar
  9. Un relato que transmite la limitación de espacio (¿y de miras?) de muchas personas que se mueven dentro de unos límites definidos casi desde el ámbito familiar. Reflejas bien esas limitaciones opresivas (que a mi me disgustan profundamente).

    Abrazos!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En épocas anteriores pocas personas traspasaban el ámbito de su aldea o valle, al que quedaban unidas y en caso de emigrar padecían siempre una fuerte nostalgia. Dicen que los hombres no son como los árboles, no tienen raíces, sino piernas. Ese espacio cerrado en el que vivo y que tuve oportunidad de dejar atrás, pero por diversas circunstancias no lo hice, me parecía un buen tema de reflexión y aunque refleja más bien un estado de ánimo. Claustrofobia y seguridad, libertad frente a incertidumbre. Son encrucijadas que se plantean constantemente y uno casi siempre desea lo contrario de lo que tiene.
      Un abrazo.

      Eliminar
  10. Bueno Gerardo, algunos viven siempre en ese mismo espacio al que tú llamas tan metaforicamente:"jaula", y a otros se nos condena a vivir fuera de ella sin posibilidad alguna de retorno, y es entonces cuando uno se sorprende a sí mismo viviendo, en medio de la noche, las noches son muy largas para los exiliados, una irrealidad bazada en esa añoranza de preso.

    Muy guapa la prosa de hoy, Gerardo, me ha gustado muchísimo, será que soy poeta y como ya se sabe, de la prosa poética a los versos hay sólo un pasito. Cualquier día de estos te veo soltando versos a diestra y siniestra.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Madison, pero la poesía requiere de un juego de ingeniería para el que no estoy muy dotado. Me quedo con la prosa poética, eso sí, porque me ayuda a canalizar ciertas emociones o pensamientos que no siempre encajan en el relato corto.

      Me parece muy interesante tu punto de vista, y es algo que he hablado con amigos o conocidos que no han puesto todavía el huevo, como se dice vulgarmente y anhelan tener una vida con límites y acotable. Parece que nuestra existencia humana se construye a partir de anhelos y añoranzas, tengamos la situación que tengamos.

      Un abrazo.

      Eliminar
  11. Un kilómetro puede resultar como una jaula o un zulo, o equivaler a años luz; todo depende de la mente de la persona que lo 'mida'.
    A tu protagonista le resulta negativo y lo intuyo pesimista y con un poso de conformismo, lo cual no es óbice para decirte que me ha gustado el post.
    Un beso

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Así es, incluso del estado de ánimo. Hay días en los que se te viene el mundo encima y otros donde das gracias por estar vivo. Tienes razón respecto al conformismo, que es más bien dramático, como un abandono fatalista.
      Abrazos.

      Eliminar
    2. Sabes? Muchas veces me he hecho esta misma reflexión , la mayoría de las personas pasamos toda nuestra existencia en un espacio reducido del ancho mundo, así ha sido durante toda la historia de la humanidad y supongo que también en la historia de la especies animales, se nace en un ecosistema, se adapta uno a él y ahí se desarrollan todas nuestras rutinas, se ama, se sufre, se vive...Aunque pueda parecer otra cosa, ahora que vivimos una era en que los viajes están a la orden del día, la mayoría de las personas solo viajamos a distancias de mâs de 50/60 km de manera esporádica y muchos má ni aun eso; un gran porcentaje de nosotros reducimos el espacio vital de nuestro día a día a unos centenares, a lo sumo unos pocosmiles, de metros; y si esto es ahora, imaginemos lo que sería en otras épocas , cuando viajar en carro a la aldea vecina ya era toda una aventura. Cabe preguntarse si viajar , cambiar de lugar, resulta necesario; no cabe duda que enriquece, que proporciona una visión diferente , más amplia del mundo y de la vida, que nos abre todo un abanico de nuevas oportunidades...pero luego, en la gran mayoría de los casos , lo que ocurre es que acabamos cambiando un espacio reducido por otro , pocos son los que van continuamente de acá para allá y si lo hacen es mâs por necesidad que por gusto. Y luego está la pregunta del millón :vivir de manera nómada, conquistando espacios amplios nos hace seres más felices? Pues supongo que habrá casos y casos, pero creo que en general lo que nos proporciona la felicidad es la compañía de aquellas personas que caben en una habitación, de aquellos amigos que viven a dos calles...Lo cierto es que cuando estamos lejos de ese km2 , aunque estemos contemplando la octava maravilla del mundo,casi todos nosotros sentimos la saudade del terruño y estamos soñando con volver a pisar sus calles polvorientas. Será que somos locos sentimentales, animales de costumbres ...o como prefiráis llamarnos.

      Eliminar
    3. Para Rosseau (lo cito lo he leído hace bien poco, nada más lejos de mi intención que pasar por erudito) una parte importante de la educación de las personas se debía adquirir viajando. Era la manera de estar en contacto con diversas culturas y formas de ver la vida, como afirmas, de enriquecer y dar una visión diferente del ser humano. Quizá esto hoy día es más fácil, por el acceso a la información y a la vez más difícil. En un mundo globalizado, las diferencias se reducen cada vez más.
      Estoy de acuerdo contigo, rodeados de la gente que nos quiere el espacio más pequeño sirve. Pero a mi me pasa, no sé, que la misma visión del horizonte me emociona. Será el "wanderlust" o gen viajero, o esa tendencia a desear lo que no se tiene, quién sabe. El ser humano, nómada durante largo tiempo, necesita a su vez un lugar donde echar raíces.
      Gracias por tus interesantes aportaciones.
      Saludos.

      Eliminar
  12. No importa lo reducido que sea el espacio si lo llenas a gusto, y además tienes la opción de viajar hacia dentro. Me encantó. Un saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias. Queda esa alternativa, la del viaje interior. Menos mal.
      Saludos.

      Eliminar